domingo, 25 de mayo de 2014

Amplia circular al cerro Albarracín. Benamahoma

Ruta realizada el día 23, jueves, de Enero del 2.014.

Este jueves, libré en mi trabajo. Era festivo para nosotros y, como nadie me podía acompañar a una ruta por el campo, yo mismo me fui conmigo mismo, je, je….

No se me apetecía ir demasiado lejos, así que pensé en mi querida Grazalema que, aunque siempre se encontrarán rincones bellos por descubrir, a veces  me encuentro algo harto de patear por ella.

Pero me acordé de un cerro que subí junto a mi hijo cerca de Benamahoma, el cerro Albarracín.

Así que, sin pensarlo mucho, indagué con diferentes tracks para intentar descubrir zonas que no conocía, con lo que preparé una amplia circular.

Procedente de Sevilla, tirando por la carretera de Utrera y pasando el cruce hacia Montellano y Puerto Serrano, tomé hacia Villamartín, Prado del Rey, El Bosque y, pasada Benamahoma, dejé el coche en la misma fuente del Descansadero.


Con mochila en la espalda y botas de montaña en los pies caminé un corto trayecto, por la carretera por la que vine, hasta una marcada curva a 90º, pasando una portilla y dejando al lado una gran cancela que daba paso a un gran corral de cabras.


Fui ascendiendo, constantemente, por un marcado sendero entre árboles de diferentes portes, (sobre todo encinas). Tenía bonitas vistas sobre el pueblo de Benamahoma y de las sierras colindantes como la del Pinar.



Arriba de esta primera subida, se encontraba una especie de loma suave donde aparecieron las ruinas del cortijo de las Zaurdas, en el que me entretuve en recorrer y ver todas sus dependencias.




Allí me encontré con dos corredores y su perro que estaban realizando una ruta por el lugar.

A lo lejos se observaba la casa de la Zaurdas con mucho ganado vacuno por sus alrededores.

Una vez de nuevo sobre la citada loma, tuve que subir algo más (viendo ya los picos de los cerros Ponce y Albarracín en el horizonte) para descender algo hacia los Llanos de los Fósiles.




Situado sobre ellos, los atravesé lateralmente. Lo lógico hubiera sido acometer la ladera del cerro Albarracín para coronarlo pero esa no era mi idea aún, así que lo que hice fue bordearlo, atravesando el barranco que alimenta el arroyo del Descansadero, para entrar en un sendero perfectamente marcado que se introducía en un denso bosque.

De repente me vi rodeado de una vegetación, arbustos y árboles que, durante un buen trecho del itinerario, filtraron la luz solar volviendo el entorno más gris y húmedo y, donde el musgo era el rey. La verdad es que no conocía ese paso y me sorprendió gratamente.




Este sendero por el que caminaba, era de los que vienen marcados en el IGN como sendas de toda la vida por la misma ladera oriental del Albarracín. 

Cuando llegó a la parte Norte, se fue despejando de vegetación y se iban viendo de nuevo las magníficas vistas de todas las sierras de los alrededores.


Comencé a ver el pueblo de El Bosque y, poco a poco, comencé a divisar un camino o carril de tierra. Se trataba del que sube desde la carretera que une el Bosque con Benamahoma y se dirige a la zona de saltos con Alas Deltas. De hecho, pasé y me quedé un rato observando esta especie de pista de despegue: el Área de Alas Deltas.




Eso es lo bueno de patear sólo, te paras donde te da la gana y pones el ritmo que más deseas. Por el contrario, no tienes los buenos ratos que te ofrecen tus compañeros, pero bueno… no se puede tener todo, no?

Ahora, caminaba por un carril donde me encontré con varios ciclistas. Parece ser un lugar bastante frecuentado por ellos. Rodeaba al Albarracín por su falda occidental, prácticamente lo estaba envolviendo.
Pero en lugar de acércame a él, lo que hice fue alejarme cada vez más, aún no era mi objetivo.

El carril se me acabó y se transformó en una difusa senda que me llevó a un vallado que, mediante una doble cancela, pude superar y pasar al otro lado.

Había aparcado allí, un todo terreno con el cartel de la Junta de Andalucía y, aunque no llegué a ver a su conductor, suponía que me lo encontraría en la caseta (creo que de contra incendios o de vigilancia) situada a doscientos metros de donde estaba, , pero estaba completamente cerrada.





Esa era la dirección en la que pretendía seguir, hacia el Alto del Puntal, con lo que el cerro Albarracín lo dejé a mi espalda y, cada vez, más lejos.

El terreno era cómodo de caminar. Senderos de cabras menos marcados pero, lo suficiente para orientarte.

Terreno tapizado de hierbas verdes. Me entretuve en un pequeño cortijo corral, al me acerqué, hasta que, por fin, llegué al Alto del Puntal desde donde tuve unas magníficas vistas. Entre otras, del Higuerón en primer plano, la Sierra de la Silla y el embalse de los Hurones.






Me acerqué hasta el mismo extremo, que lo tiene bautizado el IGN, con el nombre de la Capellanía.

Las vistas, en general, bien merecían tomarse unas naranjas contemplándolas aunque, el viento frío reinante no te dejaba indiferente.

Bueno, ya tocaba buscar el principal objetivo del día, el cerro Albarracín. Invertí el sentido de la marcha y regresé por el mismo camino de ida. Yo con mis “neuras”!!! El camino estaba plagado de grandes vacas y parecía que les costaba retirarse del sendero (más bien era yo quién lo hacía) y, de nuevo, tuve que pasar ese trance ¡¡algunas eran negras, negras!¡ No me termino de acostumbrar a estos animalitos que, una vez que te ven, no te quitan el ojo de encima, como si estuviesen a punto de arrancarse.



Una vez ,pasé la caseta de vigilancia, me fui despegando del camino de ida hacia mi derecha, enfilando directamente la cordal de subida hacia el cerro. Antes me encontré con tres lugareños, haciendo trabajos de albañilería, con los que estuve hablando un rato.

La subida era por roca pero no era la típica caliza de la zona. Se trataba de un estrato diferente. Eran como margas, algo más rojizas. Me encontré con varios fósiles en esta subida.


Puse la directa y, en poco tiempo, me encontré arriba pero me llevé un chasco. El cerro se encontraba algo más retirado y, tan solo había subido a una pequeña antecima, con lo que tuve que seguir caminando otro largo trayecto para acceder al cerro Albarracín.





Lo que recordaba perfectamente del mismo era su poste geodésico inclinado, casi caído, pero para nada su cumbre. Más bien la orografía que tenía. Hacia el oeste eran caídas pulidas y redondeadas que terminaban en vertiginosos cortados. Estuve indagando toda esa parte y era muy atractiva e impresionante a la vez que peligrosa.




Tras la sesión fotográfica sobre el Albarracín, de 975 m de altitud, me bajé algo para esquivar el fuerte viento y comer un poco.




Acto seguido me dirigí hacia el siguiente objetivo, el cerro Ponce, de 957 m de altitud, que pronto encumbré. Pico rocoso con un arbusto en todo lo alto.





Antes de llegar a él me percaté de una angarilla por la que, al bajar del cerro, tiré para continuar con la caminata.

Bajando por la falda de este cerro, iba por un marcado sendero hasta que, de repente, o yo lo perdí o desapareció de mi vista... el caso es que terminé bajándolo campo a través entre jaras.


Llegué al pequeño valle, denominado por el IGN como El Albarracinejo, atravesé el arroyo que alimentaba al río Tavizna y, de nuevo, me dispuse a subir, en esta ocasión por la ladera del cerro Albarracinejo, buscando senderos de cabras para mitigar al máximo el esfuerzo.



Conseguí llegar al collado del mismo pero, como iba sólo y es lo bueno de ello, se me antojó subir al del extremo contrario primero y para allá me fuí terminando en lo alto. Fotos y “pabajo” que, cada vez soplaba más el viento. Retorné al mismo punto y, esta vez, le tocó el turno al cerro Albarracinejo, de 835 m de altitud. Después de esto, me acerqué a otras elevaciones hasta que, harto de piquitos, emprendí la larga bajada desde el citado collado.









Bordeaba todo la ladera Este, de este último cerro, por un magnífico y marcado sendero que me llevó directamente hasta la carretera, pasando previamente cerca y paralelo al área recreativa de los Llanos del Campo, junto a un vertedero, antigua cantera y a dos pequeñas edificaciones y una fuente abrevadero.





Tras superar una cancela por un paso curioso, con un mallazo que basculaba sobre un eje horizontal, pisé la carretera donde tenía mi vehículo unos 400 m más adelante, los cuales recorrí,  tranquilamente, por el arcén mullido de ramitas cortadas por los trabajadores de mantenimiento del monte.




Cambio de calzado y, en esta ocasión, directo a casa sin reponer sales minerales si quiera.

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace: