domingo, 20 de diciembre de 2015

CIRCULAR DE SUBIDA AL HACHO DE GAUCÍN. MÁLAGA

Ruta realizada el día 22 de Noviembre del 2014.

En esta ocasión me fui sólo, a la sierra, para intentar realizar una ruta circular de subida al Hacho de Gaucín; ruta a la que, desde hacía mucho tiempo, le tenía ganas y tenía estudiada en parte.

El hecho que desencadenó su visita fue divisar las impresionantes vistas que, desde la sierra de Crestellina, tuve, de ese altivo peñón, cuando estuve por esa zona de Casares en  rutas anteriores.

Procedente de Sevilla, por la carretera de Utrera y dirección Ronda, pasado el Puerto de Montejaque, me desvíé hacia Montejaque, Benaoján y luego, dirección hacia Cortes de la Frontera, tomé el desvío por Jimera de Líbar hasta conectar con la autonómica A-369, que une Ronda con Gaucín, a donde llegué, tras dejar atrás Benadalid y Algatocín, entre otros pueblos.

Atravesé Gaucín, por completo, dirección hacia Jimena de la Frontera y, prácticamente a la salida, al final de las últimas viviendas,  junto a una gasolinera y un hotel situado al lado contrario de la carretera, dejé el coche.

Con mochila a la espalda y botas de montaña en los pies, crucé la carretera, llegué a la gasolinera y, dándole la vuelta por detrás, bordeándola, inicié mi trazado.

Se trataba de un día un tanto gris, pero óptimo para subir, fresco, agradable y sin nieblas, que te permitía tener amplias vistas.

Se trataba de un sendero, al principio camino, muy claro y delimitado a ambos lados por un vallado de las fincas colindantes. Pasé junto a una hilera de eucaliptos y un rebaño de ovejas que comían apaciguadamente. Siempre con el esbelto Hacho enfrente.



El camino se bifurcó algo más adelante; el ramal derecho descendía ligeramente y se desviaba de la dirección (parece que se dirigía a las fincas y a la casa de Montero). Tomé el de la izquierda que seguía en ascenso, aunque relativamente cómodo.

Llevaba cargados en el GPS varios tracks: algunos circulares, otros de la zona de la vía ferrata y uno último de ascenso al pico; pero mi pretensión era la de realizar una circular uniendo el Hacho con el extremo donde se salía de la vía ferrata, caminando por toda la cordal que los unía y, esa unión, no la llevaba cargada porque no la encontré. Y eso que estuve un buen tiempo investigando en casa esa ruta.

Seguía unas marcas de pintura azules que, de vez en cuando, aparecían pintadas sobre las rocas.


Las vistas del pueblo y de su castillo, sobre ese peñón rocoso, eran magníficas a medida que ibas tomando altura y echabas un vistazo atrás. También recuerdo cómo, varios buitres, volaban alrededor, planeando con sus alas extendidas y observándome, girando su cuello, al pasar a mi altura.


Poco a poco, llegué al collado Puerto de los Hinojales, donde se interponía, entre el pico del Hacho y yo, una estructura metálica de una torre de electricidad sobre la que confluían varias líneas.


Bebí un trago de líquido y exploré algo la zona, sobre todo un alargamiento hacia el Norte, con un vallado lateral, con buenas vistas y un denso pinar. Pero no me quise entretener y comencé a subir la empinada ladera del Hacho, repleta de matorral bajo y, en su cara Norte, densamente poblada de árboles, encinas en su mayoría.

Para mi sorpresa, y eso que estaba dispuesto a tirar parriba como un toro, me encontré con un estrecho y sinuoso sendero que subía en la misma dirección y pegado a un vallado lateral, que delimitaba el pico en dos zonas. Decidí seguirlo y obtuve dos beneficios: uno, me subía a mi objetivo, y otro, me evitaba la multitud de pinchazos que estaba dispuesto a soportar.

Fuerte pendiente pero, a la vez, superabas muchos metros en poco tiempo. Justo al llegar a los primeros riscos, observé que el vallado se interrumpía con una portilla abierta que daba la impresión de conducirte hacia arriba bordeando los riscos por el otro flanco pero sin un claro sendero, por lo que lo desestimé.

Continué por el sendero, que me llevó a varios balcones naturales, con espléndidas vistas sobre Gaucín y las sierras más lejanas.







Aunque encima de mí existía un cordón rocoso que llegaba hasta la cumbre, me llamaba poderosamente la atención un cuerno o peñón rocoso que sobresalía a la derecha, según ascendía, que tengo entendido que se conoce como Tajo Bermejo.



Como subía sólo, a mi bola, pensé… ¿Por qué no? Vamos a visitarlo. 

Antes de desviarme del marcado sendero, me percaté, desde ya cierta altura, de un grupo de senderistas agrupados sobre el Puerto de los Hinojales. Igual realizo esta ruta en compañía, pensé… Pero creo que hoy nadie quería “sufrir” demasiado y vi como seguían pasando de largo del desvío hacia mi subida (continuaron caminando por donde yo tenía previsto aparecer si me salía el proyecto estudiado)

Pues nada, de nuevo en soledad, continué hacia el Tajo. En un momento llegué, estaba cerca, aunque había que caminar entre matorral pinchoso y con pendiente lateral alta.

Existía un pasillo pétreo que te invitaba a pasar y así lo hice, encontrándome un cordón de acero como pasamanos y, en su final, una reunión de las empleadas por los escaladores. Esa pared se cortaba a pico unos 30 m. Te ponía los bellos de punta!!






Exploré sus alrededores, donde las verticales seguían siendo de impresión, con la compañía de los únicos seres vivos que continuamente estaban junto a mí, los buitres.

 ¡Un mal Yuyu, por la zona en la que me movía, je, je...!


Reconocida la zona, me dirigí de nuevo al sendero de subida y, entre encinas y algunos pasos entre rocas, llegué por fin a la parte superior del Hacho.


Realmente, se podría decir que se compone de dos cimas. La situada más al Este, se trataba de un balcón estupendo, con vistas, sobre la población, de primer orden y, por supuesto, sobre los buitres que planeaban bajo mis pies y, otros, por encima. Me llevé un buen rato contemplándolos e intentando obtener alguna buena foto pero, con una compacta, es bien difícil.








Tras las numerosas fotos, con los diferentes fondos, tiré hacia la cumbre real, donde se encontraba el poste geodésico. Descendí algo y pronto ascendí para alcanzar la cumbre. Numerosas fotos otra vez. Este poste disponía de una placa con su nombre, altitud, sierra y término municipal, colocado por los Pasos Largos (supongo por lo de las iniciales “P.L.”)






Creo que fue aquí donde perdí mi bastón, que yo mismo me construí con una caña de bambú que me proporcionó Juan José. Con un taladro, lo perforé para pasarle un cordino azul para mi muñeca y una cuerda blanca enrollada (como se ponen los anzuelos en el sedal), como zona para agarre. Qué le vamos a hacer… la falta de costumbre de llevarlo, ya que suelo ir sin bastones a las rutas.

Magníficas vistas de las sierras de los alrededores: Pinos, Crestellina, Peñón de Gibraltar, costa africana, entre otras, pero la que más me interesaba, en esos momentos, era el extremo de la cordal de esta misma sierra del Hacho.

Tras comer algunas frutas y beber algo, sin track de apoyo, comencé a bajar por la ladera, dirección Oeste, sin muchas esperanzas de conseguir el objetivo puesto que, aunque se podía caminar sorteando los matorrales, no era nada cómodo ni fácil pero, siguiendo los omnipresentes senderos de cabras, poco a poco, se iba avanzando.



Llegó un momento en que dejé esa dirección y tomé la Norte para ponerme en lo alto de la cordal y allí me llevé una grata y tranquilizadora sorpresa: descubrí un claro y definido sendero que tenía toda la pinta de unir los dos extremos de esa cordal, y así fue.



Entre plantas de Matagallos, encinas y piedras de todos los tamaños, fui avanzando por esta magnífica senda, mucho más deprisa de lo que me podía haber imaginado, gozando de todo este entorno y sin tener la preocupación o inquietud de buscar las posibilidades de continuación que, a priori, pensaba encontrar.




Me encontré un topillo muerto, espero de forma natural, aunque lo dudo. Casi todo el tiempo con vistas hacia las dos laderas o alternándolas de forma ágil, pasando de una a otra rápidamente.


La verdad, es que lo último que pensaba que me iba a encontrar era esta “autovía, en plena cordal, por la mismísima línea de cumbres”



Me acerqué a la parte más Oeste de este recorrido, donde me encontré con los cables de acero de las salidas de las ferratas, así como los peldaños pegados a las rocas. Estuve un buen rato explorando esas zonas rocosas sin exponerme nada en absoluto en las posibles verticales.









Se trataba de una zona formada por pura caliza en forma de gradas donde bajabas de altitud, de forma rápida, remetiéndote entre ellas. Tras un concienzudo escudriño, decidí regresar por mis pasos hasta alcanzar una portilla que ya había divisado anteriormente a la ida. Estaba en terreno privado pero se permitía su acceso, lo cual es de agradecer.


Antes de ello me percaté de dos azulejos pegados sobre rocas que indicaban un número romano, supongo que señas para los que realizan las vías ferratas y por supuesto, me fotografié sobre la cumbre más alta del extremo opuesto al Hacho.



Dentro de esa finca se descendía, entre alcornoques y encinas, por un terreno despejado de matorral y recubierto por las hojas secas de los árboles, normalmente junto a un vallado que llevaba lateralmente. Tras un buen rato descendiendo, con los postes metálicos del vallado pintados de color amarillo, dirección hacia la casa de la Huerta del Peso, tuve que bordearlos dejándolos a mi derecha y encontrándome con una vivienda. Seguí bordeándola hasta que me encontré con unos escalones, realizados en piedra y cemento, que me llevaban a una portilla de grandes dimensiones y casi recién puesta, era muy nueva, con las marcas azules, además de las de rojo, blanco y amarillo, de grade y medio recorrido.




Una vez superada la portilla, la senda seguía muy clara. Tuve que superar, al menos que yo recuerde, otras dos iguales a ésta, siendo la última, la única que podría presentar alguna confusión, ya que el sendero seguía marcado hacia el frente y la portilla se encontraba justo al lado, pudiendo dejarla de lado. Pero como se está obligado a pasarlas (que os lo digo yo) y eran bien visibles, sabiéndolo, no tendréis ningún problema en seguir el itinerario.

Pasé junto a una fuente abrevadero, que me llamó mucho la atención, ya que el teórico abrevadero asemejaba al fondo de una olla. Proseguí por una senda entre alcornoques y matorral bajo de todo tipo. Superé la segunda Portilla de idénticas características y, cuando el sendero subía hacia un collado entre rocas, dejando atrás la amplia y bella vaguada que terminaba en la Casa de la Huerta del Peso, dejé momentáneamente el sendero para alcanzar unos cerros que se me antojaron dignos de ser pisados.





En los árboles que había en su cumbre, colgaban letreros como “tramo I”; supongo, puestos de caza. ¡ Qué le vamos a hacer ¡


Volví por mis pasos y continué por la senda, encontrándome una calera a mi paso y, más tarde, el Tajo Bermejo desde el ángulo inverso, donde se veían las inmensas paredes verticales que intuí, más que ver, desde arriba, cuando me subí.



Pronto alcancé el Puerto de los Hinojales, donde comencé esta aventura subiendo por las laderas del Hacho.


El resto del recorrido fue por el de ida de la mañana, aunque acorté pasando directamente por la gasolinera.

Cambio de calzado, prenda y, del tirón para Arriate, para tomarme unos cafés con buñuelos, en Montellano, con unos amigos que sabía que estaban realizando, en esa zona, una ruta.

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace: