lunes, 9 de mayo de 2016

CIRCULAR POR LA CORDAL COMPLETA DESDE MONTEJAQUE A BENAOJÁN

Ruta realizada el día 3 de Enero del 2015.

Fuimos Miguel, Juan José y yo, Antonio, para realizar la cordal completa desde el pico Mures hasta el mismo pueblo de Benaoján.

Sólo en esta ocasión, y espero que sea la única, no introduciré el dato del recorrido en Wikiloc por tratarse de un itinerario donde tuvimos que saltar, por desgracia, varios vallados en el recorrido para poder alcanzar nuestro objetivo de recorrer toda la cordal completa y longitudinalmente hasta Benaoján. Lógicamente, cualquier interesado en conseguir ese trazado, sólo tiene que pedírmelo y yo se lo daré gustosamente.

Desde Sevilla, por la carretera de Utrera y dirección Ronda, nos desviamos hacia Montejaque. Antes de llegar a la localidad y justamente pasado el inicio del sendero que te lleva a la boca de Hundidero, en la parte más oriental del embalse de Montejaque, dejamos el coche frente a un pequeño cortijo.

Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, iniciamos este ambicioso proyecto, trabajado con ayuda de varios tracks y el estudio sobre los mapas directamente, creando a priori, una amplia circular por la que, como nos viene siendo habitual, regresaríamos con la noche bien avanzada.

Cruzamos la carretera, pasamos junto a la vivienda llena de perros ladradores, pasamos una primera especie de valla (un alambre con muchos sacos vacíos colgando, de escasa altura) y entramos en un precioso llano comprendido entre el Peñón de Mures y el propio Mures.



Tras un corto caminar por esa planicie, iniciamos el ascenso directo hacia el pico. Buena pendiente, al principio por terreno medianamente cómodo y el resto ya por caliza formada por grandes bloques, con miradores naturales y bellas vistas. Pero íbamos frescos y con ansia de cordal, con lo que llegamos al poste geodésico casi sin darnos cuenta.






Enseguida comenzó lo bueno. Iniciamos la cordal, entre grandes bloques calizos, avanzando como las cabras, de piedra en piedra, con vistas al Este de Ronda, enclavada en lo alto de esos magníficos cortados. Pero no quisimos perder la oportunidad de asomarnos a los impresionantes cortados sobre la carretera y la zona caótica de Hundidero, así que nos apartamos de la cordal que realizábamos para acercarnos a esos miradores naturales de vértigo.

Realmente se trataba de un auténtico mirador, con el cerro Tavizna en primer plano, la carretera hacia Montejaque longitudinalmente y el Hacho al fondo. Vista de pájaro, casi real. Todo bajo nuestros pies.












Tras gozar completamente de ese momento y hablar de tú a tú a las inmensas verticales continuamos con nuestro trayecto. Por la línea de cumbres más occidentales, caminábamos paralelos a la carretera pero a una altura considerable a la misma. Lógicamente también recorríamos longitudinalmente el embalse de Montejaque desde las alturas.

Se trataba de una cordal formada por grandes bloques, donde se progresaba utilizando frecuentemente las manos, aunque no era continua, es decir, en ocasiones la roca terminaba y daba paso a un pequeño trozo de tierra que la interrumpía.

Pero el último tramo de esta primera parte fue la más aérea, con Montejaque a nuestros pies y al fondo las Sierras de Benaoján, Montalate y Juan Diego, entre otras.










Seguíamos viendo Ronda, ya que teníamos visión a ambos lados de la cordal, siendo vertical y abrupta hacia el Oeste toda esa crestería.











Caminando por la misma vimos desde lo alto la Ermita de la Escarihuela, con un camino de acceso desde el mismo pueblo de Montejaque, perfectamente marcado. La cordal comenzó a descender decididamente hacia el collado por donde pasaba el citado camino, pero resultaba bastante peligroso continuar por ella. Bloques cada vez mayores y lisos, con pocos agarres, nos hicieron desistir, por lo que buscamos una alternativa para la bajada. Bajamos invirtiendo algo el sentido, buscando el mejor trazado, hasta que alcanzamos tierra firme, también en pendiente, ya que se trataba de la misma ladera por la que caminábamos por arriba entre rocas; pero al menos, TIERRA ¡!

Nos topamos con un vallado que limitaba la extensión de la zona conocida por el Algarrobo.

Continuamos descendiendo, con el vallado a nuestro lado, hasta dar con el camino y con la Ermita en frente.

Aunque intentamos dar con alguna portilla, nos fue imposible (o sencillamente no había) así que, de nuevo, otro salto de valla para continuar con nuestra cordada. Eso sí, visitamos y ojeamos el entorno de la Ermita, lugar de romería de la población vecina.





La continuación pasaba por atravesar un campo de barbecho que terminó en otro vallado que tuvimos que sortear. Desde este punto se contemplaba una enorme puerta natural, un hueco que formaba la alineación rocosa por donde se ubicaba la cueva del Ratón y lugar por donde debía existir, en sus proximidades,  una vía ferrata a la que intenté acercarme para explorar algo su salida pero que no llegué a divisar. Sí coincidimos con cuatro practicantes de este deporte que nos cruzamos en ese tramo del recorrido.

Para proseguir con nuestro itinerario nos vimos obligados a saltar un nuevo vallado.

De nuevo, ya por roca y tras haber subido algún desnivel, observamos Montejaque, a través de ese gran hueco, como una postal auténtica. También una vista atrás para ver parte de la zona recorrida.




De nuevo por la cordal, y con las verticales que abrumaban, siempre Montejaque abajo desde diversos puntos de vistas. De nuevo entre inmensos bloques calizos avanzando con toda la precaución posible, pero gozando plenamente del entorno.



La cordal era bastante aérea y nos ocurrió una cosa similar a la anterior. Fue descendiendo acusadamente y nos vimos obligados a buscar otra salida que nos llevó a un campo de árboles frutales tras un nuevo vallado. Justo en su centro había un espléndido cortijo que disponía hasta de una pequeña plaza de toros para uso de unos pocos en un entorno privilegiado.








Pareció un calco del tramo anterior, el de la Ermita. Continuamos con el vallado lateral un buen tramo, siempre con la expectativa de encontrar una portilla, cosa que no ocurrió, con lo que nos vimos nuevamente obligados a superar ese impedimento dejándonos directamente sobre un camino que subía de Benaoján y que pasaba junto a su cementerio. Este carril, subía por la ladera del lado del pueblo de la cresta por la que marchábamos y la atravesaba transversalmente para llegar a la falda contraria, donde se ubicaba la boca de la Cueva del Gato y, curiosamente, por donde terminaríamos caminando, de regreso, cerrando la circular.



Poco tiempo nos llevamos en el carril ya que, inmediatamente, dimos con nuestro siguiente vallado para continuar con nuestro itinerario; ya se podía considerar que éramos expertos saltadores. Se trató de una superficie con bastante pendiente que recorrimos, en un tiempo exprés, siempre con el temor de que algún dueño nos llamase la atención y nos fastidiara nuestro estudiado proyecto.


Por la parte alta, volvimos a pasar el vallado que delimitaba la finca y nos encontramos en uno de esos lugares que no te esperas. Unas inmensas planchas calizas, lisas, planas y con grietas profundas.

Más que asustarnos, nos sedujo y nos incitó a su descubrimiento, con lo que fuimos avanzando por ellas hasta llegar a su extremo final, que no era otro lugar que la coronación de la pared donde, a sus pies, está situada la Cueva del Gato. Espectacular, si se puede buscar un factor común a esta ruta, además del salto de vallas, era el de las verticalidades de vértigo.

Llegamos a tener ocasión de contemplar el tren que pasaba por las vías cerca de la cavidad.








Estuvimos como los buitres en sus riscos, contemplando todo a su alrededor, pero había que seguir porque, cuando Juan José genera una ruta, hay que tener claro que, de kilómetros, serán una barbaridad.

Fuera de la gran losa, las piedras desaparecieron durante un buen tiempo, pasando a sendero relativamente bien marcado, que seguimos durante un largo trayecto, viendo a varios caballos libres pastando por la zona.

Este sendero nos condujo al tramo de carretera que une Benaoján con la barriada de la estación, situada a una cota inferior.




En esta ocasión, mediante una portilla, pudimos pasar el vallado y, a continuación, nos encontramos de nuevo con el grupo que realizó la vía ferrata que, ahora, estaba practicando la escalada. Ellos nos indicaron el acceso hacia la carretera que, aunque no difícil, no era evidente.



Sobre firme artificial, en la carretera, anduvimos por la acera contemplando Benaoján a nuestra espalda y, lateralmente y desde arriba, el nacimiento de aguas donde se ubica el hotel El Molino del Santo.





Durante el tramo que tuvimos que realizar por la misma carretera, también tuvimos la oportunidad de contemplar el Benaoján bajo y su estación de ferrocarril. Pasamos el puente que salvaba las vías del tren y también el siguiente que sorteaba al río Guadiaro. Justo pasado el mismo, y por el lado contrario al que debíamos ir andando como peatones, buscamos una senda que nos comunicó con el sendero, casi camino, que discurría paralelo al río y que nos llevaría, junto a su curso, dirección hacia la Cueva del Gato.




A la altura de la Cueva, pasamos un puente de tablas bastante deteriorado y un corto túnel que pasaba por debajo de las vías. Vimos de una forma fugaz este entorno. Había una pequeña laguna de aguas frías y transparentes y una bonita cascada que salía de la cavidad alimentándola, y rápidamente, ya que el sol se fue escondiendo, continuamos por un marcado sendero situado en la misma ladera que la cavidad, dejando la línea del ferrocarril a nuestra derecha según el sentido de marcha.

Al principio, fue tomando bastante pendiente, que nos hizo sudar de lo lindo, hasta que comenzó a llanear y, más tarde, volvió a descender hasta hacernos llegar junto, y a nivel, de las vías del tren que acompañamos paralelamente durante un largo trayecto.









Se supone que este carril paralelo al ferrocarril nos podría llevar hasta Ronda pero nosotros, tras cruzar un camino que nos cortaba transversalmente, pasadas unas naves y, tras  llegar de nuevo a otro cruce de caminos para pasar las vías del tren, tomamos en sentido opuesto a las mismas, dirección hacia el Peñón de Mures.



Ya caminábamos sin luz, aunque aún sin encender los frontales. Llegados a un cruce de caminos, no demasiado evidente, ya con luz artificial, tomamos el de la derecha que nos llevó directamente hacia el lugar de inicio de esta ruta, teniendo que abrir en ese tramo nuestra última portilla del recorrido.



Cambio de calzado y camiseta y para Montellano flechados.

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA: