Ruta realizada el día 17 de Enero
del 2015.
Fuimos Mª José y yo, Antonio, a
descubrir una sierra que me llamó la atención cuando estudiaba sobre el IGN
diferentes opciones de trazados para futuras empresas.
Suelo estudiar a la par con el
IGN y Google Earth para descubrir nuevos proyectos a realizar y, éste, era uno
de ellos. Además, me apetecía bastante realizarla por la cercanía del embalse
de Iznájar que debía, cuanto menos, aplicar una dosis extra de belleza al
trazado.
Para llegar al pueblo de Cuevas
de San Marcos, donde se ubica la sierra del Camorro de Cuevas Altas por donde
pretendíamos patear, tiramos como si fuésemos hacia la Subbética Cordobesa;
esto es, Autovía de Málaga y, en Estepa, nos desviamos hacia Herrera, Puente
Genil y Lucena. Antes, nos desviamos hacia Encinas Reales y, antes de llegar,
hacia nuestro pueblo objetivo. Cruzamos todo el pueblo de Cuevas de San Marcos
por la carretera que, de seguirla, nos llevaría hasta la presa y nos desviamos,
por una dirección secundaria, al polideportivo, inmenso y nuevo, de la
localidad.
Aparcamos cerca de él, concretamente junto al Centro de
interpretación “Senda de los Milenios”.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, en un día muy nublado y húmedo, iniciamos el proyecto
de ruta que tenía confeccionado en tres posibilidades por si hubiese que
retirarse antes de lo previsto. Suelo llevar diferentes posibilidades y
diferentes opciones de salida, siempre que puedo y me lo permita el trazado.
Mi sorpresa fue cuando vi tanto
cartel informativo. De querer bichear y escudriñar una nueva sierra natural
buscando todos sus recovecos, me encuentro con un trazado oficial,
acondicionado, artificial.
De entrada no me gustó, pero ya estábamos allí y no
había vuelta atrás.
Nada más empezar a subir unos
escalones con barandillas, un poste nos indicaba la tira de sitios… yacimiento
almohade, Cueva de Belda y el poblado de Medina Belda. Yo sólo conocía algo
sobre la existencia de una cueva, pero parecía que había muchas cosas más.
Con algo de resignación, afronté los
primeros metros del trazado pero, poco a poco, me fui animando porque, aunque
siendo un recorrido muy guiado y demasiado acondicionado para mi gusto, el
entorno era muy llamativo y las condiciones con la que lo cogimos, estupendas.
El sendero nos llevó entre un
denso pinar subiendo por la ladera Norte de la Sierra. Pronto llegamos a la
altura del cartel que anunciaba y describía brevemente la Cueva de Belda.
Su acceso estaba delimitado por
un recio vallado y el sendero te llevaba a una puerta de entrada inexistente,
sólo estaba el hueco. Nos introdujimos en su interior y, sólo al avanzar unos
metros más, por culpa de la niebla reinante, vimos una gran escalera metálica
que era la que verdaderamente te acercaba a la boca de la cueva.
La subimos con cuidado porque
todo estaba mojado por la gran humedad existente. Además, algunos peldaños, que
eran de rejillas, estaban hundidos y doblados, destrozados por personas
desaprensivas, supongo. Había que fiarse de esa estructura ya que alcanzaba
cierta altura.
Nos dejó en la boca y pasamos a
su interior aprovechando los frontales que siempre llevo en mi mochila,
material totalmente necesario con los compañeros que me junto para estas
actividades. Rara es la salida en que no
nos los coloquemos.
Era una cavidad poco profunda con
dos galerías paralelas comunicadas entre sí. La recorrimos completa y volvimos
a salir para continuar con el itinerario. Continuamos por la misma ladera
dirección Oeste; tramos con barandillas y un suelo algo enlosado alternaban con
otros más naturales.
Daba la impresión de que se
tratase de un sendero que, por falta de dinero o de otros intereses, se quedó a
medio construir aunque, en otros tramos, también parecía como si estuviese
deteriorado y no se hubiera realizado un mantenimiento adecuado.
Conectamos con un carril de
tierra que subía directamente desde el centro de Interpretación y anduvimos una
corta distancia que nos llevó a la Cueva Nueva, también indicada mediante
carteles. Su acceso era más difícil, pues solo existían huecos para arrastrarse
a su interior como si de espeleología estuviésemos hablando.
Allí se formaba un rellano con
barandillas de madera, en forma de mirador, desde donde se contemplaba todo el
pueblo de Cuevas de San Marcos, aunque algo difuminado por la niebla.
Continuamos por sendero
perfectamente señalizado con algunas barandillas metálicas en diversos tramos
hasta que llegamos a otra zona vallada. En esta ocasión era una puerta metálica
cerrada con fax, pero con un enorme hueco en la valla colindante, por donde
tuvimos acceso a una segunda escalera metálica para superar unas paredes
verticales.
Recuerdo que, en su salida,
realizamos el tramo de sendero más expuesto, ya que era bastante vertical,
estaba embarrado y resbalaba, pudiendo tener unas consecuencias muy graves. Se
veía, por los restos de gavillas clavados en el suelo, que antiguamente
disponía de una especie de escalones de madera empleando esos hierros clavados para
amarrar, a la vez de sostener, los troncos para formar dichos escalones, pero
lo único que encontramos fueron los hierros que nos sirvieron de apoyos para
progresar. Difícilmente, sin ellos, hubiéramos conseguido superar ese tramo
vertical, en las condiciones que lo encontramos.
Alcanzamos por fin la cordal de
esta Sierra. Como mandan los cánones, me acerqué a un risco rocoso, como
extremo más Oeste de la misma, para, desde este punto, intentar recorrerla
completamente. Sin quererlo, estábamos sobre el poblado de Medina Belda. Salvo
un aljibe, que aguantaba algo más recio el paso del tiempo, las casas y otras
dependencias eran casi un tenue dibujo sobre la superficie. Estuvimos
escudriñando algo la zona pero decidimos continuar ya que desconocíamos el
tiempo a emplear.
Avanzamos por la cordal, ahora en
sentido Este, hasta que alcanzamos una cumbre intermedia, con una cruz
metálica, donde aprovechamos para tomarnos unas naranjas. Se adivinaban, más
que verse, algunos pequeños cortados rocosos, en nuestras proximidades, ocultos
por la niebla que, poco a poco, se iba levantando. Se hizo de rogar, de hecho,
estuve a punto de desistir de la ruta por culpa de ella.
Caminando por la cordal, nos
encontramos con una zona caótica de rocas de difícil paso. El senderillo nos
orientaba y, aunque ocasionaba algo de dudas el pasar entre ellas, nos llevó a un
punto muy curioso: otra puerta metálica, pero… sólo la puerta. Todavía no me explico
que es lo que cerraba!!! Ya decía yo que se trataba de un sendero algo
artificial, je, je.., pasamos por su lado y continuamos bajando, junto a altos
y lisos paredones, con bonitas vistas al embalse y al pueblo.
Como Mª José no es muy amante de
las rocas, cordales y crestas, decidí bajar ligeramente de cota, siguiendo la
senda, para dejar, durante un trayecto, la mismísima cordal. Aproximadamente
unos 500 m. Un pecado capital para mí, pero… donde hay capitán, no manda
marinero!!! así que durante este trayecto caminamos por la ladera Sur entre un
pinar y con pendientes laterales fuertes.
Pasado ese tramo rocoso de
cumbre, subimos por la ladera hasta alcanzar de nuevo la divisoria. Teníamos
enfrente el pico más alto de esta sierra y la niebla, por fin, comenzó a
disiparse. Vistas espectaculares, que no habíamos descubierto hasta ese
momento, del entorno, del embalse y de la propia localidad.
Llegamos a un tendido eléctrico que
atravesaba transversalmente la sierra y, acto seguido, comenzamos a ascender
hasta el pico. Las vistas hacia atrás, todo lo que llevábamos recorrido, eran
muy atrayentes. Algo de roquedo en su cumbre y llegamos a su poste geodésico.
Cuevas Altas, respetuosa y convenientemente pisado por nuestras botas, con sus
906m de altitud. Otro para mi historial.
Desde aquí, disponía de track de
salida por si resultaba cansada o complicada la ruta pero, la verdad es que,
cada vez, iba siendo más llamativa y vistosa a la vez de entretenida, así que
decidimos continuar con la circular prevista, de momento, buscando la de mayor
longitud.
Las vistas, ya con un cielo azul
despejado eran maravillosas. Incluso Sierra Nevada se percibía perfectamente
completamente nevada. Vistas amplias prácticamente por todo el contorno.
Desde la cumbre observábamos el
resto de trazado por la cordal que pretendíamos realizar. Era de relieve más
suave que lo anterior pero con muy buena pinta así que, tras un muy buen rato
en la cumbre gozando del magnífico espectáculo del que éramos partícipes,
comenzamos a bajar la ladera.
Terreno salpicado de piedras aisladas, que había
que ir sorteando junto a de las infinidad de plantas de pequeño porte, aunque
sin grandes problemas.
Como si hubiera surgido de la
nada, se nos presentó un sendero ancho, casi carril deteriorado, pero que
estaba claro que era de nueva construcción, con estacas de madera delimitando o
marcando partes de interés. Se veía como de haber entrado una maquinaria pesada
para realizar un primer y rudo camino y que nos vino estupendamente porque su
trazado era muy parecido al que pretendíamos hacer.
Sin este hallazgo hubiese sido
muy engorroso andar por esa zona, con tanta maleza y piedras. Lo utilizamos
durante todo el trayecto, dirección Este, desde que dejamos el poste geodésico,
alcanzando el último cerro de esta dirección (el situado más al Sureste de la
Sierra de Cuevas Altas) y, allí, invertimos la dirección, tomándola Norte.
Tuvimos que bajar la ladera de
este cerro sorteando una amplia y espesa superficie de encinas arbustivas o
coscojas, muy tiesas y pinchosas, que logramos superar. Llegamos a su vaguada y
comenzamos la subida de la última elevación que pretendíamos alcanzar, el cerro
del Morrón.
Este cerro estaba rodeado por un
vallado, donde localizamos una portilla, para acceder, pintada de amarillo.
Cerro tapizado de piedras aisladas, donde lo que predominaba era la tierra, y
que era el extremo más Noreste de la Sierra y último lugar que queríamos barrer
en nuestro trazado.
Desde aquí decidimos volver
cerrando la circular. Se trató de la zona más incómoda de caminar con
muchísimas plantas de bajo porte, espartos y matagallos, entre otras,
salpicadas por innumerables piedras ocultas bajo ellas, además de una parte muy
tupida de retamas.
Pretendíamos alcanzar el Camino
de los Matorrales que unía el pueblo con el cortijo de la Majada pero, para
conectar con él, sufrimos un rato, además de tener que saltar el vallado por el
que entramos por la portilla amarilla.
De haberlo sabido antes,
hubiéramos tomado de nuevo la portilla y hubiésemos ido por el exterior desde
un principio y, casi podría asegurar, que hubiese habido, al menos, un mínimo
sendero.
Pero tras el tramo aventurero
como Indiana Jones, conectamos. Tierra firme y sólida, sin sorpresas.
Sólo nos quedó seguirlo y, cuando
dimos con la única bifurcación que nos encontramos, tomamos para la izquierda.
Podríamos haber continuado por él hasta llegar al campo de deportes, pero
preferimos realizar el último tramo de nuestro recorrido, de nuevo, por el
bosque de pinos, siguiendo el claro sendero que nos llevó al coche y que, en
parte, coincidió con el del comienzo de la ruta por la mañana.