Ruta realizada el día 16 de Mayo
de 2015.
Fuimos Pilar, Mª José, Juan José
y yo, Antonio, a realizar una ruta que por dos ocasiones anteriores, no pude
completar. En la primera ocasión, por encontrarnos la cordal helada, con el
consiguiente peligro de realizarla en esas condiciones y la segunda, por dudar
en algunos puntos claves, pasos de la crestería, si eran idóneos o no, para Mª
José.
Así que ésta, era mi tercera
tentativa sobre esta magnífica y espectacular crestería de los Agrios. En esta
ocasión, me vine con mi compañero de fatiga, que ya la había realizado
anteriormente.
Las mujeres, que no eran amantes
de las piedras, quedaron con nosotros en realizar el tramo que para nosotros
sería el tramo de vuelta de la circular, con lo que harían una ida y vuelta
lineal. Nosotros, principalmente yo, que estaba ansioso por completar esta
travesía, realizaríamos la Cordal de los Agrios y nos encontraríamos con las
mujeres a la salida de la misma, regresando con ellas.
Nos hospedamos en el pueblo de
Quesada, donde alquilamos un apartamento, la noche anterior.
Por la mañana y tras un buen
desayuno, cogimos la carretera que une esta población con la de Pozo Alcón y a
la altura del Puerto de Tíscar, algo más del Km 43, nos desviamos por un carril
que salía a nuestra izquierda, según el sentido de la marcha, en el que hay que
estar atentos, ya que se encontraba pasada una curva y disponía de un pequeño
cartel indicativo.
Aparcamos el coche en un ensanche
del carril, cuando lo habíamos recorrido unos setecientos metros.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos esta ruta, que para mí representaba un
itinerario ansiado, aunque a la vez, algo inquietante.
Comenzamos a caminar los cuatro
juntos por el carril de tierra hasta que topamos con una cancela alta que
cerraba el paso, al Norte se encontraba el hundimiento del Barranco del
Garbanzar, que se unía con el río Extremera, que cruzaríamos a la vuelta, las
mujeres en los dos sentidos.
El paso de la cancela supuso la
despedida de ellas, ya que su itinerario iba aproximadamente por el Cordel del
Chorro a la Atalaya, la mitad carril, la mitad senderos marcados y claros, que
las llevarían aproximadamente a la base del Cerro Villalta o Aguilón del Loco,
en su parte Oeste.
Nosotros, sin embargo, tomamos directamente
la ladera arriba del Rayal, sin senderos, pero de un cómodo caminar, aunque con
una pronunciada pendiente. Básicamente, seiscientos metros de desnivel, sin
anestesia. Que para mí representaba la tercera ocasión que me enfrentaba con
esta subida en poca diferencia de tiempo.
Al comienzo, nos encontramos con
un grupo de cabras, al que ningún arbusto se le resistía, más arriba, tras
pasar tramos con bastantes piedras sueltas, alcanzamos las primeras floraciones
pétreas, se trataban de rocas calizas aisladas y alargadas, que tenían sus
caras abovedadas, muy características de la zona, como incipientes cobijos
alargados.
Más arriba nos esperaban otros
grupos de cabras, en esta ocasión, las salvajes montesas y tras un buen lote de
subida, íbamos apreciando el final de la ladera en cuya cumbre se encontraba el
poste geodésico del pico El Rayal, con sus 1834m de altitud y que por tercera
vez, en poco tiempo, encumbraba. Prácticamente de la familia, ya!!
Buen tiempo y temperatura, una
ligera brisa fresca que mitigaba el esfuerzo y la tensión. Desde este punto se
contemplaba perfectamente todo el recorrido que pensábamos realizar, con las
dos elevaciones que aún nos quedaban por conquistar, el Peñón del Guante, como
pico intermedio de la cordal y a lo lejos, muy distante todavía, donde
pretendíamos finalizar nuestra crestería, el pico Villalta.
Las vistas desde aquí, como
siempre, espectaculares, veíamos a las mujeres a duras penas, como
insignificantes puntitos en la lejanía por el carril, nos llevaban una buena
ventaja.
En mi primer intento, como
comenté al principio, fueron las condiciones climatológicas las que nos
hicieron abortar con la aventura, pero en la segunda, si recorrimos parte de la
cordal hasta encontrarnos con un paso que no vi apropiado para Mª José y al no
tener claro, cuantos más de ellos me podría encontrar, preferí darme la vuelta. En esta ocasión, con Juan
José, que ya la realizó anteriormente (se escaparon mis amigos y compañeros de
grupo, un fin de semana que no pude acompañarlos, y eso que yo fui el promotor
y descubridor de esta ruta, ¡! amigos para esto !!) tenía el éxito asegurado.
Retrocedimos algo por nuestros
pasos, para buscar un corto destrepe fácil y bajar a un nivel inferior de lo
que estaría el postre geodésico, alcanzada esta terraza, avanzamos de nuevo en
la dirección de subida, dejando a nuestra derecha la pared vertical donde se
encontraría el hito cimero. Poco a poco, nos fuimos separando de la pared
rocosa y comenzamos a descender, hasta aproximarnos a unos cortados bestiales,
situados al Norte, que no eran otra cosa que la cabecera del río Extremera.
Toda la cordal en sí, lo formaba.
Perdimos unos cien metros de
desnivel, de hecho, al mirar hacia atrás, quedaba ya distante y en lo alto, el
Rayal.
Eran impresionantes los cortados
a pico hacia el Norte, a nuestra izquierda al caminar y la pronunciada
pendiente hacia el Sur, nuestra derecha. Tras un tramo relativamente despejado,
nos condujo a una zona de vegetación, por la que había que estar atentos en no
perder la senda, ya que nos introducía entre arbustos y plantas de pequeño
porte, aunque se trató de un corto trayecto, ya que pronto entre enormes pinos
continuamos por el claro sendero.
Salimos del pinar y encontramos
de nuevo una zona despejada. Delante nuestra teníamos la continuidad de la
dorsal pétrea, pero al mirar hacia atrás, se distinguía claramente la mole del
Rayal y la elevación aislada que pasamos entre los pinos, dando la sensación de
haber recorrido un largo trecho con un alto desnivel, sin embargo al volver la
cabeza y ver lo que restaba, te dabas cuenta de que prácticamente habíamos
comenzado la cordal.
Era impactante contemplarla y eso
que sólo podíamos observarla hasta el pico intermedio, ya que el final quedaba
oculto tras éste. Es difícil explicar con palabras, lo que se siente al estar
como una insignificante hormiga, sobre una magnífica cordal caliza tan singular
como la de los Agrios.
Intentamos por todos los medios
caminar por la misma divisoria, nos encontrábamos desde puntiagudas y
deterioradas crestas afiladas a placas calizas completamente lisas, una
formación que me llamó mucho la atención, como el negativo de un enorme huevo,
que también tuvimos que superar por su interior para proseguir. Previamente,
pasamos el paso que consideré poco adecuado para Mª José en la anterior
ocasión, que aunque en la foto da cierta sensación al vacío, no lo es tanto,
además de ser muy corto, posee buenos agarres y no es complicado, pero no se
puede titubear, ni fallar.
A continuación, nos encontramos
con el “huevo”, unas inclinadas y lisas placas que cruzamos por su interior,
continuando por un sector algo complejo, pero sin demasiadas dificultades, sólo
caminar con cuidado y precisión.
El resto hasta la elevación
intermedia, no suponía grandes problemas, siempre teniendo en cuenta donde nos
hallábamos y para gente acostumbrada a caminar por este tipo de terrenos.
La pendiente lateral era
elevadísima, como se puede apreciar en la foto y por supuesto, por la otra
cara, los cortados de mayor o menor índole según el tramo.
Tomamos la suficiente altura como
para ver al completo toda la cordal recorrida, con el Rayal al fondo, en dos
palabras “impre sionante” y hacia delante, el majestuoso y empinado Peñón del
Guante, que se erguía como una alta plataforma inclinadísima, que te hacía
pensar, si realmente se podía coronar.
Teníamos espléndidas vista de
Sierra Nevada, que aún conservaba bastante nieve.
Comenzamos una dura subida,
además de larga, hacia la cumbre, con paciencia, tranquilidad, fuimos
progresamos lentamente, siempre pisando un firme rocoso que más próximo a la
cumbre, se disgregaba ligeramente y daba posibilidades a encontrar un terreno
algo mixto de piedras e hierbas.
Casi en el pico, localizamos de
nuevo a las mujeres, que estaban haciendo trampa.
¡! Descansando bajo la sombra de
un árbol ¡! y nosotros a pleno sol, sin posibilidades de resguardarnos, ni de
quitarnos del medio. Ahora nos llevaban menos ventajas, le habíamos comido algo
de terreno.
Por fin, sobre nuestra segunda
elevación, la cumbre del Peñón del Guante, con sus 1.933m de altitud, pico
imponente con unos cortados a pico vertiginosos.
Vistas preciosas hacia todas
partes, entre ellas, las del Cabañas, relativamente cerca y del embalse de la
Bolera. Nos tomamos unas frutas, gozando de ese magnífico mirador.
Aún nos quedaba la mitad de la
cordal por recorrer, al fondo nos esperaba nuestro tercer objetivo y entre
éste, más cordal calizo por caminar. El comienzo fue un descenso de unos cien
metros, aunque esta cumbre poseía un alargado hombro, con otro simpático paso
en el que había que guardar el equilibrio, aunque a ambos lados tenía pendiente
que al menos te quitaba el miedo.
Era de obligado cumplimiento el
mirar hacia atrás, era donde realmente se veía en donde estuvimos, paredes
verticales e incluso extraplomadas, impresionantes.
Continuamos con la bajada y el
terreno pasó de roca a cada vez más mixto, llegando un momento en que la hierba
y tierra eran las predominantes. Por delante, observábamos el filo abrupto del
resto de la cordal, como de un terreno desgajado y alzado del resto que lo
rodeaba. Nos encontramos con un nuevo pinar, entre el que tuvimos que pasar,
además de por un canchal de rocas, para terminar bajando hacia la Nava Alta del
Espino, la mínima cota de este tramo.
Zona verde cubierta de hierbas y
de matas rastreras de floraciones azuladas, además de manchas de sabinas
rastreras dispersadas y aisladas.
De nuevo tocó subir por un
terreno calizo, aunque no totalmente colmatado, sin sendero, pero sin pérdida,
al fin y al cabo, era la propia cordal nuestra guía.
Miradas hacia atrás, comprobando toda
la cordal recorrida al verla a lo lejos. Comenzamos a tomar altura y se podía
observar la falta de alineación y fractura que poseían los diferentes tramos
que íbamos recorriendo.
Sin descanso, continuamos
ascendiendo, ahora de forma más suave, por toda la trayectoria que aún teníamos
por delante, ya disponíamos de una visión global de lo que nos quedaba por
patear.
Era imprescindible mirar
continuamente hacia el frente y hacia atrás, ya que desde cada nuevo punto del
recorrido, la crestería tomaba formas diferentes, cada cual más espectacular.
La tercera elevación nos esperaba
de una forma similar a la del Peñón del Guante, situada a una altura que
parecía inexpugnable, con una rampa de acceso que daba la impresión que tomaba
más pendiente a medida que te acercabas a ella. Ya lo he comentado antes, se
trata de una cordal imponente a la vez que sublime, hay que gozarla al cien por
cien, a cada paso que das.
Fuimos alcanzando cada vez más
cota y llegó un momento, que veíamos de nuevo y completa la cordal. Muy al
fondo y en lontananza, quedaba el Rayal, marcándose los desniveles y la falta
de alineación de la misma.
De nuevo, divisamos a las
mujeres, que en esta ocasión se encontraban en lo alto de su último collado a
conquistar, próximo a la base de la última elevación.
Nos restaba la continua y fuerte
pendiente hacia la cumbre, aunque nos entretuvimos en un formidable balcón
intermedio, un saliente rocoso previo a la cumbre, con un firme o plataforma
lisa a modo de increíble balcón aéreo.
Tras gozar de estas vistas, sólo
nos quedó terminar de completar el ascenso hasta la cumbre del Cerro Villalta o
Aguilón del Loco, con sus 1.954m de altitud
Desde la misma cumbre nos
comunicamos a voces con las mujeres, ya que llegaron hasta la mismísima base.
Mª José se animó y subió donde nos encontramos, consiguiendo encumbrar,
completando las dos elevaciones extremas de esta cordal.
Bajamos de la cumbre, realizando
un sencillo destrepe y nos unimos a Pilar que se quedó abajo, allí comimos, a
la sombra de un enorme pino.
Tras la ingesta, iniciamos el
descenso, primeramente hacia el cercano collado, situado al Oeste del pico,
entre el pinar, localizando entre los claros, muy al fondo y en la planicie, la
población de Quesada y su Sierra. Nos asomamos a la vertiente contraria a la
elevación que formaba el collado para ver por última vez la impresionante
cordal realizada. Menos mal que hoy en día no se utilizan los carretes
fotográficos, porque al menos, en mi caso, debería llevar un buen número de
ellos.
Bajamos por el interior de la
vaguada, entre el pinar, por claro sendero y con un buen desnivel. Era
conveniente estar atentos para no resbalar con la tierra suelta, arenilla y
piedrecitas, que formaba la senda. Buscábamos la conexión con el Cordel del
Chorro a la Atalaya, pero antes dimos con una simpática fuente a modo de
piletas escalonadas, en la que unas vertían sus aguas sobre las otras, pero
realizadas con bidones metálicos cortados por su mitad. Recuerdo que Juan José
desplazó una de ellas porque la última no recibía el agua de la anterior. El
manantial estaba ligeramente más arriba y el agua era transportada a esos
bidones mediante una manguera de polietileno negra.
Siempre flanqueando a una cota
inferior, toda la cara Oeste de la cordal por la que cresteamos anteriormente,
a veces contemplábamos los enormes paredones y en otras, la vegetación nos lo
impedía.
Alcanzamos un nuevo collado
intermedio, a la altura aproximada de la Nava Alta del Espino, una pequeña
planicie rodeada por impresionantes paredones, procedentes del brazo Norte del
Peñón del Guante, desde el que divisábamos posiciones y apoyos inverosímiles de
las rocas que lo formaban. Allí nos tomamos un ligero descanso. ¡! Un alto en
el camino ¡!
Conectamos con el carril, vimos
las primeras balizas de madera indicativas, aunque tras un corto descenso por
él, también mediante las indicaciones de los postes de madera, lo dejamos de
nuevo, para seguir una clara senda que recortaba el trazado del camino. Ésta
nos llevó directamente al punto donde el carril cortaba al río Extremera, algo
antes de su nacimiento bajo las altas paredes de la cordal.
Para tomarnos otro descanso y
picar algo de lo que aún nos quedaba, elegimos este idílico lugar, donde
algunos, llegamos a quitarnos las botas, metiendo los pies destrozados en esas
frescas y reconfortantes aguas.
El resto del recorrido hasta el
coche, fue por carril claro y ancho, antes de contactar con la cancela que nos
separó y punto de cierre del itinerario circular, dimos en nuestro camino con otra fuente
abrevadero, plagada de renacuajos y algo más adelante, con una barrera que
cortaba el camino, aunque muy próxima a la citada cancela.
Ya en el coche, tras cambio de
calzado, de un tirón a Quesada, para pegarnos una buena ducha y de tapeo y
cervecitas por las plazas del pueblo.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA: