Ruta realizada el día 16 de
Febrero del 2.014.
Fuimos Patxi, Juan José y yo,
Antonio.
Nuestra pretensión era la de
realizar una circular por la zona próxima al Peñón Grande, para luego, pasar a
la plataforma de la base del Simancón y, subir al Yedrales y todas las
elevaciones posibles hasta el Navazuelo, para luego, ir en busca del arco del
Endrinal, que en otra ocasión vimos desde abajo.
Dejamos el vehículo en el Puerto
del Boyar y con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, iniciamos
la cómoda subida, no sé cuántas veces habré subido ya por aquí, pero hoy,
teníamos nuevos y atrayentes proyectos por realizar.
En lo alto, tras la subida
inicial y antes de llegar al Puerto de las Presillas nos desviamos hacia
nuestra izquierda, para patear en nuestro firme favorito, un mar de rocas
calizas.
Subimos levemente para situarnos
sobre la estribación que nace en el Gran Peñón de Grazalema, nos dirigíamos
directamente hacia él.
Un gran caos de rocas calizas con
sus cuchillares, fisuras y grietas, además de tener que ir de una a otra casi
saltando. Los únicos árboles que por aquí vimos eran pinos, aunque estaban
distribuidos formando manchas, más que un bosque denso.
Hasta el inicio de la falda del
Peñón Grande, se trataba de una superficie relativamente llana que alternaba
las rocas con pequeños prados preciosos, cuyo color verde intenso contrastaban
perfectamente con el gris plateado de la caliza.
Avanzamos admirando el paisaje
que nos rodeaba, a un lado el Monete y el San Cristóbal y por otro el Yedrales,
Simancón y Reloj, que más se podía pedir ¡!
Y ese verde y blanco que
pisábamos, toda una delicia para los sentidos.
Continuamos acercándonos al
Peñón, cuando próximos a él, nos topamos con la portilla que da acceso a los
senderistas que realizan rutas por la zona procedentes del mismo pueblo de
Grazalema, concretamente desde el campo de futbol, ubicado en lo más alto de
Grazalema.
Nuestra idea no era subir al
pico, pero sí, aproximarnos y estudiarlo. Así lo hicimos y continuamos en
ascenso por su cordal, claro que al acercarnos más y más, roca que la paso por
allí, que subo por aquí, nos vino a la cabeza nuestra frase más famosa
“poyaquestamosaquí” y tardamos poquísimo en contestar, bueno miento, yo fui el
primero y el que tuve que convencer a Juan José, que no se resistió mucho, en
subir a su cumbre.
De roca en roca, trepando,
llegamos a un paso sin salida, una pequeña pared vertical insalvable, que nos
obligaba a bordearla para continuar con la subida, momento que aprovechó Patxi
para decir que él nos esperaba con las mochilas algo más abajo, así que Juan
José y yo, más ligeros de cargas, nos pusimos a trepar entre los grandes
bloques, estudiando los mejores pasos, gozando del momento pero con el agobio
de no saber que nos esperaba en pasos sucesivos.
Hubo un momento que nos detuvimos
por no tener claro que si al bajar unos obstáculos, podríamos subir si no
encontrásemos salida. Era una inspección tensa y con pies de plomos, pero
pasados esos escollos, y trepando continuamente, conseguimos llegar a su cumbre,
pisarla con todo el respeto que merece y echarnos un montón de fotos.
Por supuesto, quiero indicar que
la subida a este Peñón no está exenta de riesgos, un mal apoyo en alguno de los
pasos delicados y puede producir unas graves consecuencias. Considero que no es
apto para cualquier persona y cada uno debe valorar su capacidad, condición
física y técnica, para afrontar esta subida.
Tras gozar de este espléndido
momento, y ya con más calma, conociendo que es lo que allí nos esperaba,
iniciamos el regreso. Quisimos “crestear” algo más, que cuando lo subimos,
caprichos. Una vez de nuevo los tres juntos, continuamos con la bajada
directamente hacia los Llanos del Endrinal, unos doscientos metros de desnivel
directamente por la ladera y por su máxima inclinación, pero siguiendo un
trazado sobre un sendero marcado con hitos, difícil de perder.
Veíamos el cercado de los Llanos
desde arriba, pero también sabíamos que la unión con ellos era mediante unos
cortados y esperábamos que el sendero nos llevara por el mejor sitio y así lo
hizo. A la altura de esas paredes verticales, prácticamente encima de los
Llanos, realizó un giro brusco y nos bajó por un terraplén que nos comunicaba
con unas pequeñas cuevas o cobijos usados principalmente por el ganado.
Tras bichearlas un poco,
aparecimos por fin sobre los Llanos del Endrinal, donde contactamos con el
sendero que subía al puerto de las Presillas, allí encontramos un pozo a tope
de agua. Bordeamos todo el vallado y nos dirigimos hacia el sendero de subida
clásico del Simancón.
Sendero que asciende
progresivamente a base de zigzags, para menguar la pendiente, a nuestras
espaldas, teníamos las paredes del Peñón recientemente conquistado, al
principio lo mirábamos desde abajo a arriba y al final nosotros lo
contemplábamos desde arriba.
Casi cuando los pinos raleaban,
nos salimos del marcado sendero para acometer la subida al collado que separa
el Simancón del Reloj. Esto sí que era el
paraíso de la roca caliza, cero plantas, 100% rocas. Bestial, super
entretenido, lógicamente para nosotros.
Fisuras, posibles simas,
cortados, agujeros, cuchillares, total… un lapiaz como Dios manda.
Poco a poco fuimos progresando
por la masa rocosa hasta que cerca del collado, decidimos almorzar en una zona
lisa y cómoda. Detrás nuestra el Simancón, al frente el Reloj y a nuestro lado
la cordal que los unía.
Tras ese descanso y reporte de energías,
subimos al collado, donde habían algunos senderistas e iniciamos la subida
hacia el Simancón, que casi de un tirón hicimos, arriba en su cumbre, casi no
nos paramos, sólo lo suficiente para decidir nuestro próximo recorrido.
Como llegamos al acuerdo de subir
al Yedrales, bajamos la falda del Simancón alineada al siguiente pico y en poco
tiempo estuvimos sobre la cumbre del siguiente.
El Yedrales, es una elevación que
posee casi en su coronación, una plataforma pequeña en forma de cilindro, que
sobresale del resto mediante unas paredes verticales de unos dos metros de
altura, la curiosidad de ello, es que de vez en cuando, en esas paredes, existen incrustaciones sobre la caliza de
sílex y se tratan de unas especies de óvalos, como si de una sección de unos
enormes cuernos o grandes dientes se trataran,
clavados sobre las rocas, o al menos eso siempre me ha parecido a mí.
Fotos sobre su cumbre y rápidamente
a por la siguiente elevación que se levantaba entre el Navazuelo y el que
estábamos.
Bajando por la falda del
Yedrales, descubrimos una de las placas calizas lisas de mayor extensión de las
que por aquí hemos visto.
De nuevo, descubrimos otro
paraíso de la roca caliza, sinceramente, no me esperaba este paraje por esta
zona, pero otra vez las grietas,
posibles simas, agujeros, lascas, cuchillares…entraron en escena. Y pensar que
nosotros, a estas cosas no le hacemos feo!!
Volvimos a disfrutar como enanos,
nos lo pasábamos en grande remontando y bajando bloques, siguiendo cordalitas,
terrenos de cabras exclusivamente.
Tras escudriñar muchísimos
recovecos y la supuesta sima del Endrinal, ascendimos a nuestro último pico de
la jornada, el Navazuelo. Elevación situado en el extremo contrario a la
estribación que hicimos por la mañana cuando visitamos el Peñón Grande de
Grazalema y que entre ambos, estaba situado el Puerto de las Presillas.
Estábamos situados en uno de los
extremos de esa plataforma genérica, que como una gran meseta se elevaba sobre
el resto de la sierra.
Descendimos del pico y fuimos
bordeándola, continuando una hilera de postes delgados de hormigón, parecidos a
viguetas de obra hincados cada ciertos metros, pero sin alambradas que los uniesen,
hasta que llegamos a unos cortados claros y evidentes donde si existía un
vallado antiguo y endeble.
Continuamos caminando por el
mismo borde de esos grandes cortados hasta que por fin dimos con ese
espectacular arco del Endrinal, sobre el cual nos podíamos poner de pie, con el
cuidado y precaución que supongo que imagináis que había que tener.
Está claro que por muchos
kilómetros, picos, cordadas, llanos, lleves pateados en esta sierra, siempre
existirán zonas, elementos y rincones por descubrir, como nos pasó a lo largo
de esta ruta.
Una vez gastadas las máquinas de
fotos por la multitud de fotos tiradas, emprendemos el regreso, bajando
gradualmente desde la plataforma por la zona más accesible de la misma.
Podíamos haber bajado casi directamente al sendero procedente de la casa del
Dornajo, pero como íbamos por un sendero bastante marcado, continuamos por él
hasta que nos dimos cuenta que se iba complicando y nos introducía en canchales
incómodos.
Así que no lo pensamos más y
bajamos directamente hacia el sendero anterior, lo que no hicimos antes, lo
realizamos luego.
Todo ese fondo del valle estaba
ocupado por un grupo de vacas que más que mugir, bramaban como condenadas, más
tarde nos enteramos al hablar con un lugareño, que era por haberles retirado de
sus crías, terneros que irían a formar parte de suculentos filetes en las mesas
de muchos comensales.
Una vez en el fondo de este
valle, llegamos al muro que mediante una portilla daba acceso al sendero que
pasando junto al Puerto de las Presillas, nos conduciría directamente a la
parte alta del Puerto del Boyar y ya por el mismo itinerario de la ida,
regresaríamos al vehículo.
Por supuesto y como siempre, tras
la “muda”, directos a Montellano.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
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