Ruta realizada el día 6 de
Diciembre del 2014.
Fuimos Mª José y yo, Antonio, con
ánimo de escaparnos el fin de semana entre Cazorla y Castril, con un enorme
proyecto, realizar toda la cordal de los Agrios un día y, al siguiente,
realizar una circular de subida al Empanadas, ni más ni menos. Pero la realidad
y condiciones climatológicas que encontramos, y que no previmos, nos dejó unos
trazados diferentes a los que pensábamos realizar.
Hospedados en un hotel de
Cazorla, nos levantamos bien temprano para desplazarnos hacia Quesada y, de
aquí,, hacia Tíscar y Don Pedro. Antes de llegar a estos últimos y al barranco
de la Torre, justamente pasado el Puerto de Tíscar y el punto kilométrico 43,
había que estar atentos a un carril de tierra que salía a nuestra izquierda
según el sentido de la marcha donde, creo recordar, se encontraban unos
carteles.
Subimos unos metros por él, por
apartar el coche algo de la carretera, y aparcamos. Con mochilas a la espalda y
botas de montaña en los pies iniciamos esta, tan ansiada y a priori difícil,
ruta.
Caminamos un buen tramo por este
camino que, en su comienzo, coincidía grosso modo con el Cordel del Chorro a la
Atalaya. Unas curvas las realizamos y otras las trochábamos.
Lo primero que nos encontramos
fue un poste indicativo que informaba sobre dos direcciones: una hacia atrás,
hacia Belerda, y otra hacia delante, tomando una bifurcación que no tomamos,
hacia el refugio C. F. Collado Zamora, por el camino de Tíscar y Gilillo.
Nosotros no abandonamos el
principal y de mayor anchura. Pasamos una pequeña explanada donde había varios
vehículos aparcados (por lo visto, y que yo no sabía, se podía subir bastante
más en coche por este camino).
El camino comenzó a tomar
pendiente dejando a nuestra izquierda un profundo y amplio cortado, dando
vistas espectaculares sobre el Barranco del Garbanzar y la zona del Rincón de
Fique.
Allí había unas formaciones
pétreas que formaban un arco impresionante que coronaba el barranco, así como
paredes verticales de vértigo para que nos fueramos acostumbrando a lo que
pensábamos que nos podía esperar.
Seguimos ascendiendo, trochando
la pista, dejando un vallado lateralmente a nuestra izquierda. Tomábamos altura
con rapidez y las laderas cada vez las veíamos más inclinadas, con rebaños de
ovejas pastando en ella.
Era un terreno de gravilla, algo
resbaladizo, pero de un cómodo caminar. Se interponía ante nosotros una barrera
caliza que sorteamos por su extremo inferior y de un día soleado, con nubes
altas, se fue transformando en uno cada vez más grisáceo.
Las nubes se iban moviendo con
gran rapidez, soplaba un fuerte viento y comenzamos a encontrar hielo
incrustado entre la tierra y la gravilla por donde pisábamos. Cada vez, las
nubes, eran más bajas y se veía menos.
Íbamos subiendo por la ladera de
la Loma del Rayal y nos desviamos un poco para acercarnos a la Cueva, que había
leído algo sobre ella en algunos blogs. Llegamos a ella y la escudriñamos un
poco pero, en seguida, continuamos con la ascensión.
Alcanzamos la cuerda divisoria y
comenzamos a situarnos más altos que las nubes que se convirtieron en un mar
blanco bajo nuestros pies. Todo un espectáculo visual con vistas a las nevadas
cumbres de Sierra Nevada y las accidentadas y quebradizas formas de la cordal
de Tíscar, con su torre, creo que árabe, en el punto medio.
Subíamos a buen ritmo pero las
nubes nos seguían de cerca; a veces, ramalazos de ellas se escapaban de las
barreras sólidas de nuestra Loma y se trasladaban con gran rapidez.
No me daba buena espina la
climatología que estábamos teniendo. Seguíamos en nuestro avance y nos
encontramos con algunas otras barreras pétreas que salvamos por uno y otro
lado. Aún nos quedaba una gran e inmensa pendiente continua pero, poco a poco,
la fuimos recorriendo.
Seguíamos con la misma tónica: a
medida que ganábamos en altitud, el mar de nubes ascendía junto a nosotros. Pero
lo que me marcó de forma más definitiva fue que, casi llegando a la cumbre del
Puntal del Rayal, la mayoría de las matas tenían un cúmulo de hielo
adheridas a sus ramas, por la parte situada
al Norte, que en muchos casos era de varios centímetros.
Aquí el viento y el frío se
fueron incrementando hasta tal punto que toda esta zona de cumbre se encontraba
forrada por una amplia escarcha.
Curiosamente empezamos a divisar
multitud de fósiles, todos conchas pero sobre soporte calizo, no sobre piedra
de albero en la que estoy más acostumbrado.
Ya cuando la pendiente se suavizó
y tenía en mi punto de vista el poste geodésico, las nubes comenzaron a pasar
de una vertiente a otra y nos comenzamos a meter en una incipiente neblina, con
toda la cara Norte de esta cordal, helada y blanquecina.
Fue el punto final a mi proyecto.
En ese momento supe que la realización de la Cordal de los Agrios era imposible
o, más bien, nada prudente intentar. Encima, las nubes nos taparon por
completo, la niebla nos envolvió totalmente y no se veía a más de quince
metros.
Toda la cordal de los Agrios fue
engullida por la niebla. De vez en cuando se dejaba ver ligeramente el pico
intermedio, el Peñón del Guante, sobresaliendo de la nada entre un fondo
gris extenso.
Aguantamos durante un buen rato
refugiados del viento, entre algunos riscos situados en la cara Sur, por si
amainaba la niebla pero, nos dió tiempo a comernos varias piezas de frutas,
barritas y frutos secos y la situación no varió ni un ápice, más bien empeoró.
De todas formas, aún sin niebla, era una aventura muy peligrosa recorrer esa
cordal con el hielo y escarcha que, por toda la divisoria, debería haber.
Así que, algo defraudados por no
realizar la circular proyectada, aunque sí la subida lineal al Puntal del
Rayal, bajamos por nuestros pasos sin acercamos a la cueva en esta ocasión y,
en poco tiempo, parte campo a través, regresamos de nuevo a nuestro vehículo
con el que, tras el cambio de calzado, nos trasladamos a Castril para nuestra
segunda noche y nuestra segunda empresa.
DATOS DE INTERÉS DE ESTA RUTA;
Si quieres el track de esta ruta, pincha sobre el siguiente enlace:
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