Ruta realizada el día 8 de
Febrero del 2015.
Fuimos Juan José y yo, Antonio, a
realizar una ruta experimental, ya que teníamos, desde hace bastante tiempo, el
proyecto de realizar toda la cordal hasta el Puntal de la Raya, partiendo desde
el Puerto del Correo.
Nos tocó un día despejado en el
inicio pero que, poco a poco, se fue nublando. Además, la sierra estaba
salpicada de nieve que aun perduraba de días atrás.
Accedimos por la carretera de
Utrera, dirección hacia Ronda y, a la altura del Puerto de Montejaque, nos
desviamos hacia Grazalema. En el cruce al que llegamos, recorridos unos
kilómetros, tiramos hacia Villaluenga del Rosario, donde nos encontramos una
explanada para aparcamientos a la izquierda, en la zona de la Albarrada, donde también
se encontraba el Hostal de Villaluenga. Nos adentramos en el carril, dejando el
aparcamiento a la derecha, continuando por un camino hormigonado que pasa junto
a unas pistas de pádel y que nos subiría al Puerto de las Viñas o las Mesas.
Pero todo ese carril se encontraba
nevado y, algo más arriba, con nieve hielo, lo que me hizo desistir en el
intento de subirlo a lo alto del todo. Así que, como no tengo ninguna pericia
en conducción sobre nieve, preferí dejarlo en los aparcamientos de la entrada y
recorreríamos a pie, el carril.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos desde los aparcamientos nuestra ruta
exploratoria, no sin sufrir algún que otro resbalón antes de coronar el camino.
Una vez en las Mesas, continuamos por el clásico sendero hacia los Llanos del
Republicano, pasando la cancela grande que cortaba el camino, para luego tomar
el desvío hacia la derecha en descenso hacia los Llanos.
Una vez en la cancela que daba
paso a la inmensa planicie o polje, descubrimos que la cordal que pretendíamos
realizar estaba completamente nevada. Más que
contrariarnos, nos animó a realizarla con el complemento de belleza que
ofrece el manto blanco, pero lo cierto es que nos ralentizó muchísimo en el
avance, ya que había que extremar las precauciones al avanzar entre rocas
nevadas que ocultaban grietas y agujeros. Aparte de que lo que considerábamos
una primera parte de la cordal, corta y supuestamente fácil, se convirtió en
puñetera y muy complicada, con cuchillares extremos y una cumbre formada por rocas
grandes, desestructuradas y complejas
para caminar por ellas.
Cruzamos transversalmente los
Llanos hacia el Puerto del Correo, perfectamente identificable por la “V” que
dibujan los cerros entre los que pasa la senda. Comenzamos a subir por él y
rápidamente ganamos altura, teniendo unas vistas muy bonitas sobre los Llanos
que dejamos detrás.
A la altura del cortijo situado
en los Navazos de Líbar, mucho antes de coronar el Puerto de Líbar o del
Correo, nos salimos de la senda principal para comenzar con la tarea a la que
veníamos expresamente.
Nos dispusimos a comenzar la
cordal, así que nos dirigimos directamente hacia la primera elevación que la
formaba. Ni que decir tiene, que todo este trazado fue campo a través (o más
bien, rocas, cuchillares, fisuras a través) buscando los mejores pasos que
podíamos coger, utilizando constantemente las manos.
También el cortijo era digno de
ser fotografiado con el manto blanco que lo cubría.
De una elevación pasábamos a la
siguiente, pero con bastante lentitud por premiar la seguridad. Vistas
espectaculares, sobre la extensión de los Llanos del Republicano, donde se
apreciaban perfectamente los surcos, en
forma de una enorme serpiente, que dejaba el arroyo de los Álamos sobre su
superficie.
Para nuestra suerte, toda la
coronación de esta cordal estaba formada por rocas y poca vegetación y siempre
disponíamos de un pasillo rocoso para caminar y muy pocos obstáculos vegetales.
El problema principal fue la propia orografía del terreno, que era bastante
caótica y con muchas grietas, lo que nos hizo sufrir más de la cuenta. A ello
se le sumó la nieve que, en diferentes zonas, se encontraba taponando estos
huecos entre piedras y nos producía una tensión extra en nuestras piernas.
Así, fuimos bajando y subiendo de
elevación a elevación. Se trataba de un rompe piernas. Tuvimos la ocasión de
ver cabras montesas con caras de asombro al vernos por esos lugares. Es de los
pocos sitios donde las he visto en esta sierra.
Llegamos a la altura del cortijo
de los Pinsapos, que lo teníamos a vista de pájaro y también cubierto por la
nieve. Aquí, la cordal se interrumpía porque estaba separada mediante una
hondonada por donde pasaba la senda que comunicaba el cortijo con los Llanos.
Por ello, nosotros la bautizamos como cordal I parte. El siguiente tramo, hasta
el propio Puntal de la Raya, sería la cordal II parte pero, tras descender y
valorar el esfuerzo y tiempo invertido en la realización de esta primera etapa,
acordamos no emprender la segunda parte de la cordal ya que, muy probablemente,
nos pillaría la noche. Por otro lado, tampoco era demasiado tarde y volver tan
temprano sería un pecado para nosotros.
Sobre la marcha, decidimos
encumbrar el Salamadre con esa ladera completamente blanca y sugerente. Durante
un tramo caminamos por el clásico sendero. Cuando encontramos un vallado, nos
desviamos subiendo campo a través por la ladera, dejando el vallado a nuestra
derecha, según el sentido de marcha, siempre en ascenso.
Alcanzamos cierta cota. Estábamos
a algo menos de media ladera de la coronación del Salamadre cuando invertimos
la dirección, intentando conservar la curva de nivel, por una pequeña terraza
donde, curiosamente, seguíamos las huellas de un zorro perfectamente marcadas
sobre la nieve.
Llegó un momento donde decidimos atacar por la vía directa al
pico, dejando un espolón rocoso a nuestra derecha.
Se trataba de un terreno con
bastante pendiente y cubierto en su totalidad de nieve sobre hierba, lo que hacía que fuese un avance comprometido a
causa del poco agarre de las botas. En muchas ocasiones utilizábamos las manos
para agarrarnos, en el ascenso, a ramas, arbustos y rocas que encontrábamos en
nuestro camino.
Alcanzamos, por fin, la cumbre
del Salamadre en el momento más nublado del día, pero con unas vistas
maravillosas a 360º, (los dos Llanos vistos longitudinalmente, tanto el del
Republicano como el de Líbar, divididos por la sierra de Líbar y Mojón Alto,
además de todas las sierras de los alrededores) La verdad es que nos llevamos
un buen tiempo gozando de estas vistas y fotografiándolas.
Bajamos del pico siguiendo su
cordal, que se extendía hacia el Suroeste, dirección hacia la casa y pozos de
Barea. Era difícil seguir el sendero que estaba tapado por la nieve pero,
gracias a los hitos, lo llevábamos más o menos.
Una vez abajo, cogimos la senda
que bordea por el Noroeste al macizo hasta que conectamos con el punto por
donde comenzamos a subir hacia el Salamadre. Proseguimos un trayecto en común
con el de ida y luego tomamos por la Colada o senda que pasaba entre los dos vanos
de crestería, es decir, donde terminó nuestra primera parte de cordal y donde
comenzará nuestra segunda, en un futuro inmediato.
Esta marcada senda nos llevó, de
forma rápida, a los Llanos del Republicano, dejándonos sobre una parcela
limitada por un muro coronado por un vallado. Lo recorrimos durante un tramo
dejándolo a nuestra izquierda y toda la falda de la cordal rocosa a nuestra
derecha. Nos topamos con un pozo y un abrevadero realizado en piedra tallada. Al
final tuvimos que saltar el vallado para poder salir a la extensión de los
Llanos, recortando en diagonal, hasta coincidir con el camino que realizamos a
la ida. Ya por entonces, la noche hizo acto de presencia y toda la subida hacia
el Puerto de las Viñas, siempre puñetera para terminar un día duro de
exploración, la hicimos a oscuras, pero prescindimos de encender los frontales
pues la luz de la luna nos iluminaba.
Cambio de calzado y para
Montellano a reponer energías perdidas y sales minerales.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres el track del itinerario, pincha sobre el siguiente enlace:
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