Ruta realizada el día 10 de Enero
del 2015.
Fuimos Pepa, Patxi, Maxi, Juan
José y yo, Antonio, a realizar otra de esas rutas que tienes planteada realizar
desde hace ya un buen tiempo pero que, por una circunstancia u otra, no se
tercia. Pero llegó la ocasión de realizarla y no nos dejó a ninguno
indiferente.
Tras un trazado inmejorable de
nuestro estratega del grupo, Juan José, partimos por debajo del puente por
donde pasa la carretera que une El Bosque con Ubrique, a la altura de Tavizna,
y terminamos por la parte Sur de Ubrique tomando, posteriormente, un taxi para
ir por el automóvil aparcado en Tavizna.
Procedentes de Sevilla, por la
carretera de Utrera, llegamos hasta Puerto Serrano donde nos desviamos hacia
Villamartín y, de éste, a El Bosque. Continuamos hacia Ubrique, desviándonos
antes hacia Tavizna, donde aparcamos bajo el puente de la propia carretera.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestra ruta aventurera.
Comento lo de
aventurera en dos sentidos: Primero, porque la ruta estaba, en su mayoría, trazada bajo mapa y eso siempre te
crea inseguridad e incertidumbre a la hora de emprender el itinerario (si va a
ser posible realizarlo, si vamos a tener más obstáculos de los previstos, ect..)
Segundo porque, en la subida a la Silla, se pasa por propiedad privada y cabe
la posibilidad de que nos llamen la atención y que no nos permitan el paso (en
otras ocasiones hemos coincidido con su dueño)
Comenzamos la ruta pasando por
debajo del viaducto de la carretera, por encima de un puente que cruzaba el río
Tavizna, para tomar un camino de tierra que, de seguirlo, nos llevaría a las
orillas del embalse de los Hurones y al cortijo de la Esparragosilla, pasando
junto al, creo yo, abandonado camping de Tavizna.
Pronto, lo abandonamos hacia la
izquierda pasando por un vallado con una cancela cerrada pero con un acceso
lateral curioso. Disponía de una superficie basculable horizontal que permitía
el paso. Nos llevó a otro camino que, mediante zigzag, superaba la pendiente
pero que trochamos por un sendero, perfectamente marcado, que no dejamos en
ningún momento y, progresivamente, nos despegó del camino, subiendo
decididamente por la ladera Este del cerro Higuerón.
Tramos entre espesa vegetación,
por túneles vegetales, hasta que pasado el Cerrajón de la Silla donde, si
hubiésemos querido podríamos haber iniciado el ascenso al cerro Higuerón, nos
topamos con lo que antes era una portilla de paso de un vallado y que nos
encontramos bloqueada por alambres. No nos quedó otro remedio que saltarla para
proseguir el ascenso hacia el pico de la Silla.
Comenzábamos a tener algunas
vistas sobre los Hurones cuando, sobre un terreno con bastante pendiente y
entre grandes encinas y alcornoques, vislumbramos, al fondo, la coronación
rocosa caliza de la que está formado toda la cumbre de este pico.
Alcanzada la base rocosa, el
sendero cambiaba bruscamente de dirección para buscar el más óptimo paso entre
el roquedo y dejarnos en otra plataforma. En principio, se trataba de multitud
de rocas diseminadas que, posteriormente, se convertía en una zona exenta de
ellas pero ya con el claro peñón rocoso frente a nosotros.
Para subirlo pasamos por un
estrecho pasillo, algo aéreo, bajo el farallón vertical de su cara Este, para
envolverlo y atacarlo por el Sur.
He estado varias veces en la
Silla y no me canso de realizar su ascenso, sobre todo, la subida a su peñón
final por un sendero que aprovecha con claridad todos sus salientes y pasos, hasta
dejarnos en su cumbre. Unas vistas preciosas a 360º, el embalse de los Hurones,
con todos sus recovecos, a tus pies y verticales de vértigo en muchos rincones.
Tras gozar plenamente de ese
entorno, tocó proseguir. Bajamos con cuidado hasta alcanzar la llamativa cordal
que une la Silla con el Adrión, el otro peñón rocoso del extremo contrario y
punto final de anteriores rutas. Más allá, lo desconocido….
Recorrimos esa cordal o collado,
con plenas vistas a ambas vertientes, charlando y observando los buitres que
nos pasaban muy cerca además de todas las vistas de los alrededores y, tras un
corto repecho, nos encaramamos en lo alto de nuestro segundo pico, el Adrión.
Desde él, contemplábamos la silla,
que ya quedó atrás, así como otras perspectivas del embalse y de las sierras
colindantes y, sobre todo, el resto de crestería que aún nos quedaba por
realizar e incluso el pueblo de Ubrique como destino final de nuestra jornada.
Sin más vacilaciones comenzamos a
realizar lo que realmente nos había traído hasta aquí y gratamente nos
sorprendió. Lo que esperábamos como una masa vegetal que nos iba a ir
reteniendo continuamente, se transformó en nuestro mejor aliado… rocas.
En la mayor parte del trayecto
encontrábamos pasos rocosos para continuar por la cordal. En ocasiones, el paso
era obstaculizado por arbustos y plantas de mediano porte, pero se trataba de
un pequeño porcentaje de casos respecto a lo que contábamos en un inicio, al
proyectar la ruta.
Tuvimos que sortear un nuevo
vallado que se interpuso en nuestro camino y encontramos grietas con vistas
extraordinarias pero, sobre todo, y lo que más nos ayudó, fue saltar de piedra
en piedra e ir progresando sin demasiados parones.
La cresta, una vez metidos en
faena, consistió en una sucesión de elevaciones. Subíamos a una, la bajábamos y
vuelta a empezar, siempre había un piquito más a doblegar. Recuerdo, entre uno
y otro, la existencia de una canal que nos hizo buscar la mejor bajada, ya que
se trataba de una hendidura vertical y sin grandes agarres. Por supuesto, uso
de pies y manos, lógicamente.
Viendo continuamente, tanto el pueblo
como el macizo montañoso donde se ubican las ruinas del Castillo de Fátima que
también pretendíamos visitar, fuimos alcanzando el final de la crestería, con
el cerro del Torero como última elevación.
Ni que decir tiene que se trata
de un recorrido no apto para una amplia mayoría de personas y que, cualquiera
que pretenda realizarla, debe evaluarse y tener claro que en ningún momento se
trata de una ruta de senderismo típica (aunque eso hace ya mucho tiempo que, en
nuestro grupo, pasó a la historia) siendo un recorrido difícil donde cualquier
incidente puede convertirse en un accidente serio, pero insisto, cada uno es
libre y debe valorarse.
La bajada de la misma no fue
fácil. Tuvimos que valorar varias alternativas, llegando a probar por
diferentes puntos hasta encontrar una bajada “medianamente aceptable”, pero lo
que no nos esperábamos en ningún momento, aunque nuestro productor del
itinerario hile los hilos de forma
sublime, fue encontrarnos con un marcadísimo sendero que nos descendió hasta el
mismísimo collado que dividía nuestra cordal con el macizo donde se ubicaba el
Castillo de Fátima.
El sendero nos fue descendiendo
de la cordal, en sentido opuesto a como la terminamos, a una cota inferior y,
en un punto determinado, varió bruscamente de dirección, Sur concretamente, que
nos dejó en el citado collado y junto a las ruinas de una edificación.
Este collado o divisoria de
laderas, generaba hacia el Noroeste el nacimiento del arroyo de Balapala, que
vertía sus aguas directamente al embalse, mientras que, al Sureste, generaba al
arroyo Hondo de la Laguna que vertía sobre el río de Ubrique.
Conectamos con otro carril que,
en este caso, ascendía y nos introducía en el interior del macizo aislado y que,
buscando el castillo, tomó dirección Sur hacia la parte más elevada del mismo.
Se trataba de un farallón rocoso
de paredes verticales y aparentemente inexpugnable, a la vez de inaccesible,
pero que, al ir acercándonos y superando pendientes cortas pero severas, nos
llevó al único punto de acceso, un extremo rocoso de subida ligeramente
expuesta, donde había que extremar las precauciones para no salir rodando.
Superado este escalón, tenías una
extensa elevación donde se encontraban las ruinas del Castillo de Fátima. Se
conservaba una especie de nave y restos de muralla, así como una pequeña torre.
Tras la visita, bajamos por el
mismo camino de ida hasta el collado anterior donde, por camino de tierra,
fuimos bajando entre algunas fincas. Toda esa zona tenía pinta de ser privada
ya que, al final del camino, nos encontramos con una inmensa cancela cerrada
con candado. Menos mal que han tenido la delicadeza de dejar hueco por debajo
de ella, para, “cuerpo a tierra”, reptar y pasar al otro lado. A veces no se
encuentran ni esos “detalles”.
Tras encontrarnos en “libertad”,
fuera por fin de propiedades de unos pocos, sólo nos quedó continuar por el
eterno carril que, siempre en descenso y pasando a veces por otras fincas
colindantes, nos llevaría hasta el pueblo no sin antes perdernos en algunos
cruces y, por supuesto y por sentado, pillándonos la noche, in fraganti,
durante un largo trayecto del camino, como es norma en nuestro grupo.
Callejeamos algo por Ubrique en
busca del primer bareto abierto que viésemos, que se hizo de rogar, y allí nos
recargamos de sales minerales que ya nos hacían falta. Luego, dos de nuestros
compañeros tomaron el taxi que comenté al principio de esta crónica para
recoger el coche que dejamos aparcados. El resto, por supuesto, continuamos con
la sagrada rehidratación.
Si alguien esta interesado en el track de esta ruta, pinchar sobre el siguiente enlace:
Muy buena ruta!!! me encantó con esas crestas y ya veo que de rutas de senderismo típico ná de ná, buenos número en cuanto a datos técnicos.
ResponderEliminarVaya un lugar para construir un castillo!
Las fotos y la descripción muybuenas
Un abrazu amigo
Hola amigo Monchu, un placer volver a vernos, aunque sea mediante escritura.
EliminarYo como siempre fiel seguidor de tu blog, te veo como estáis disfrutando de Andorra.
Espero ir algo más al día, que tengo muchos picos asturianos por incorporar.
La próxima que suba a tu tierra pago yo, sí o sí.
Un fuerte abrazo