domingo, 11 de septiembre de 2016

Ruta lineal realizando la crestería COMPLETA DE LA SILLA

Ruta realizada el día 10 de Enero del 2015.

Fuimos Pepa, Patxi, Maxi, Juan José y yo, Antonio, a realizar otra de esas rutas que tienes planteada realizar desde hace ya un buen tiempo pero que, por una circunstancia u otra, no se tercia. Pero llegó la ocasión de realizarla y no nos dejó a ninguno indiferente.

Tras un trazado inmejorable de nuestro estratega del grupo, Juan José, partimos por debajo del puente por donde pasa la carretera que une El Bosque con Ubrique, a la altura de Tavizna, y terminamos por la parte Sur de Ubrique tomando, posteriormente, un taxi para ir por el automóvil aparcado en Tavizna.

Procedentes de Sevilla, por la carretera de Utrera, llegamos hasta Puerto Serrano donde nos desviamos hacia Villamartín y, de éste, a El Bosque. Continuamos hacia Ubrique, desviándonos antes hacia Tavizna, donde aparcamos bajo el puente de la propia carretera.

Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, iniciamos nuestra ruta aventurera.

Comento lo de aventurera en dos sentidos: Primero, porque la ruta estaba, en  su mayoría, trazada bajo mapa y eso siempre te crea inseguridad e incertidumbre a la hora de emprender el itinerario (si va a ser posible realizarlo, si vamos a tener más obstáculos de los previstos, ect..) Segundo porque, en la subida a la Silla, se pasa por propiedad privada y cabe la posibilidad de que nos llamen la atención y que no nos permitan el paso (en otras ocasiones hemos coincidido con su dueño)

Comenzamos la ruta pasando por debajo del viaducto de la carretera, por encima de un puente que cruzaba el río Tavizna, para tomar un camino de tierra que, de seguirlo, nos llevaría a las orillas del embalse de los Hurones y al cortijo de la Esparragosilla, pasando junto al, creo yo, abandonado camping de Tavizna.



Pronto, lo abandonamos hacia la izquierda pasando por un vallado con una cancela cerrada pero con un acceso lateral curioso. Disponía de una superficie basculable horizontal que permitía el paso. Nos llevó a otro camino que, mediante zigzag, superaba la pendiente pero que trochamos por un sendero, perfectamente marcado, que no dejamos en ningún momento y, progresivamente, nos despegó del camino, subiendo decididamente por la ladera Este del cerro Higuerón.





Tramos entre espesa vegetación, por túneles vegetales, hasta que pasado el Cerrajón de la Silla donde, si hubiésemos querido podríamos haber iniciado el ascenso al cerro Higuerón, nos topamos con lo que antes era una portilla de paso de un vallado y que nos encontramos bloqueada por alambres. No nos quedó otro remedio que saltarla para proseguir el ascenso hacia el pico de la Silla.





Comenzábamos a tener algunas vistas sobre los Hurones cuando, sobre un terreno con bastante pendiente y entre grandes encinas y alcornoques, vislumbramos, al fondo, la coronación rocosa caliza de la que está formado toda la cumbre de este pico.





Alcanzada la base rocosa, el sendero cambiaba bruscamente de dirección para buscar el más óptimo paso entre el roquedo y dejarnos en otra plataforma. En principio, se trataba de multitud de rocas diseminadas que, posteriormente, se convertía en una zona exenta de ellas pero ya con el claro peñón rocoso frente a nosotros.









Para subirlo pasamos por un estrecho pasillo, algo aéreo, bajo el farallón vertical de su cara Este, para envolverlo y atacarlo por el Sur.



He estado varias veces en la Silla y no me canso de realizar su ascenso, sobre todo, la subida a su peñón final por un sendero que aprovecha con claridad todos sus salientes y pasos, hasta dejarnos en su cumbre. Unas vistas preciosas a 360º, el embalse de los Hurones, con todos sus recovecos, a tus pies y verticales de vértigo en muchos rincones.












Tras gozar plenamente de ese entorno, tocó proseguir. Bajamos con cuidado hasta alcanzar la llamativa cordal que une la Silla con el Adrión, el otro peñón rocoso del extremo contrario y punto final de anteriores rutas. Más allá, lo desconocido….



Recorrimos esa cordal o collado, con plenas vistas a ambas vertientes, charlando y observando los buitres que nos pasaban muy cerca además de todas las vistas de los alrededores y, tras un corto repecho, nos encaramamos en lo alto de nuestro segundo pico, el Adrión.

Desde él, contemplábamos la silla, que ya quedó atrás, así como otras perspectivas del embalse y de las sierras colindantes y, sobre todo, el resto de crestería que aún nos quedaba por realizar e incluso el pueblo de Ubrique como destino final de nuestra jornada.




Sin más vacilaciones comenzamos a realizar lo que realmente nos había traído hasta aquí y gratamente nos sorprendió. Lo que esperábamos como una masa vegetal que nos iba a ir reteniendo continuamente, se transformó en nuestro mejor aliado… rocas.

En la mayor parte del trayecto encontrábamos pasos rocosos para continuar por la cordal. En ocasiones, el paso era obstaculizado por arbustos y plantas de mediano porte, pero se trataba de un pequeño porcentaje de casos respecto a lo que contábamos en un inicio, al proyectar la ruta.

Tuvimos que sortear un nuevo vallado que se interpuso en nuestro camino y encontramos grietas con vistas extraordinarias pero, sobre todo, y lo que más nos ayudó, fue saltar de piedra en piedra e ir progresando sin demasiados parones.







La cresta, una vez metidos en faena, consistió en una sucesión de elevaciones. Subíamos a una, la bajábamos y vuelta a empezar, siempre había un piquito más a doblegar. Recuerdo, entre uno y otro, la existencia de una canal que nos hizo buscar la  mejor bajada, ya que se trataba de una hendidura vertical y sin grandes agarres. Por supuesto, uso de pies y manos, lógicamente.








Viendo continuamente, tanto el pueblo como el macizo montañoso donde se ubican las ruinas del Castillo de Fátima que también pretendíamos visitar, fuimos alcanzando el final de la crestería, con el cerro del Torero como última elevación.

Ni que decir tiene que se trata de un recorrido no apto para una amplia mayoría de personas y que, cualquiera que pretenda realizarla, debe evaluarse y tener claro que en ningún momento se trata de una ruta de senderismo típica (aunque eso hace ya mucho tiempo que, en nuestro grupo, pasó a la historia) siendo un recorrido difícil donde cualquier incidente puede convertirse en un accidente serio, pero insisto, cada uno es libre y debe valorarse.










La bajada de la misma no fue fácil. Tuvimos que valorar varias alternativas, llegando a probar por diferentes puntos hasta encontrar una bajada “medianamente aceptable”, pero lo que no nos esperábamos en ningún momento, aunque nuestro productor del itinerario  hile los hilos de forma sublime, fue encontrarnos con un marcadísimo sendero que nos descendió hasta el mismísimo collado que dividía nuestra cordal con el macizo donde se ubicaba el Castillo de Fátima.







El sendero nos fue descendiendo de la cordal, en sentido opuesto a como la terminamos, a una cota inferior y, en un punto determinado, varió bruscamente de dirección, Sur concretamente, que nos dejó en el citado collado y junto a las ruinas de una edificación.





Este collado o divisoria de laderas, generaba hacia el Noroeste el nacimiento del arroyo de Balapala, que vertía sus aguas directamente al embalse, mientras que, al Sureste, generaba al arroyo Hondo de la Laguna que vertía sobre el río de Ubrique.

Conectamos con otro carril que, en este caso, ascendía y nos introducía en el interior del macizo aislado y que, buscando el castillo, tomó dirección Sur hacia la parte más elevada del mismo.




Se trataba de un farallón rocoso de paredes verticales y aparentemente inexpugnable, a la vez de inaccesible, pero que, al ir acercándonos y superando pendientes cortas pero severas, nos llevó al único punto de acceso, un extremo rocoso de subida ligeramente expuesta, donde había que extremar las precauciones para no salir rodando.

Superado este escalón, tenías una extensa elevación donde se encontraban las ruinas del Castillo de Fátima. Se conservaba una especie de nave y restos de muralla, así como una pequeña torre.










Tras la visita, bajamos por el mismo camino de ida hasta el collado anterior donde, por camino de tierra, fuimos bajando entre algunas fincas. Toda esa zona tenía pinta de ser privada ya que, al final del camino, nos encontramos con una inmensa cancela cerrada con candado. Menos mal que han tenido la delicadeza de dejar hueco por debajo de ella, para, “cuerpo a tierra”, reptar y pasar al otro lado. A veces no se encuentran ni esos “detalles”.



Tras encontrarnos en “libertad”, fuera por fin de propiedades de unos pocos, sólo nos quedó continuar por el eterno carril que, siempre en descenso y pasando a veces por otras fincas colindantes, nos llevaría hasta el pueblo no sin antes perdernos en algunos cruces y, por supuesto y por sentado, pillándonos la noche, in fraganti, durante un largo trayecto del camino, como es norma en nuestro grupo.



Callejeamos algo por Ubrique en busca del primer bareto abierto que viésemos, que se hizo de rogar, y allí nos recargamos de sales minerales que ya nos hacían falta. Luego, dos de nuestros compañeros tomaron el taxi que comenté al principio de esta crónica para recoger el coche que dejamos aparcados. El resto, por supuesto, continuamos con la sagrada rehidratación.

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




 Si alguien esta interesado en el track de esta ruta, pinchar sobre el siguiente enlace:



2 comentarios :

  1. Muy buena ruta!!! me encantó con esas crestas y ya veo que de rutas de senderismo típico ná de ná, buenos número en cuanto a datos técnicos.
    Vaya un lugar para construir un castillo!
    Las fotos y la descripción muybuenas
    Un abrazu amigo

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    Respuestas
    1. Hola amigo Monchu, un placer volver a vernos, aunque sea mediante escritura.
      Yo como siempre fiel seguidor de tu blog, te veo como estáis disfrutando de Andorra.
      Espero ir algo más al día, que tengo muchos picos asturianos por incorporar.
      La próxima que suba a tu tierra pago yo, sí o sí.
      Un fuerte abrazo

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