Ruta realizada el día 14 de Abril
del 2014.
Fuimos Juan José, Patxi y yo,
Antonio, entusiasmados por realizar esta ansiada ruta, pero con una buena dosis
de cautela, y un cierto temor, por los comentarios que se leían en los diversos
blogs acerca de pasos expuestos, aéreos y verticales de infarto.
Desde Sevilla y por la A-92,
tomamos dirección Málaga y, tras bordear la sierra de las Cabras, nos desviamos
hacia Villanueva del Cauche tomando dirección hacia El Colmenar. Antes de
llegar a este último pueblo cogemos un desvío hacia Alfarnate en una acusada
curva y, antes de llegar al núcleo urbano, nos desviamos hacia Alfarnatejo,
pueblo de destino. Bordeándolo y pasando el puente sobre el río Sabar,
aparcamos el coche junto a una magnífica fuente abrevadero, con un gran caño de
agua fría, fresca y riquísima; la fuente del Conejo.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestra andadura, en principio por un carril
de tierra que, en unos diez minutos, nos llevó junto a una barriada atípica o
especie de camping, Villa Alta, formada por casas prefabricadas de madera, la
mayoría iguales, y con compresores que hacían un ruido infernal para obtener la
energía eléctrica. La mayoría de los ocupantes parecían ser extranjeros.
Más al fondo, se levantaba la
cordal que formaba la sierra de Camarolos y del Jobo. Espectacular sin duda.
Pasadas las casas, nos salimos
del carril para ir por un sendero hacia nuestra izquierda, en el sentido de
nuestra marcha.
Sendero claramente marcado que
nos introducía, entre rocas y encinas, a los Tajos de Sabar, pasando entre
el límite de las zonas marcadas en el IGN como El Torcal y Matagallar en busca
de nuestra primera fuerte apuesta en el lugar, una repisa denominada
Malpasillo, conocida por la información encontrada en diversos blog y que, con
sus comentarios y alguna que otras fotos expuestas, teníamos muchas ganas de
realizar, no, sin fundados temores también.
Terminamos en lo alto del collado
limitado por dos cerros de 1,013m y 999m de altitud, éste último, situado al
Oeste por su ladera Sur. Es donde se ubicaba el paso que buscábamos.
Nos dirigimos hacia allí y pronto
lo divisamos. Se trataba de un pasillo de unos dos metros de ancho con una
pared vertical de unos 100m de caída libre. Con la roca seca y con el calor que
ese día nos hacía, no era un paso expuesto para nada. A lo mejor mojado o
húmedo había que tomar mayores precauciones pero, por supuesto, es una opinión
muy particular y que cada uno debe valorar.
Lo pasamos y lo inmortalizamos
con numerosas fotos e incluso repetimos el paso reiteradamente para hacer
vídeos. Lo disfrutamos.
Continuamos por esa ladera,
bajando suavemente, utilizando senderos de cabras difusos en dirección Oeste.
Al principio, más despejado y entre rocas y, al final, sorteando algo de
maleza, arbustos, de vez en cuando.
Terminamos el descenso realizando
una marcada curva, casi a 180º, para terminar sobre una relativa planicie
denominada, según el IGN, como El Cuartillo y enfilando nuestro primer
objetivo, el Tajo de Gomer.
Durante un buen tramo caminamos paralelos
al Arroyo de la Cueva pero a una mayor altitud, campo a través y esquivando la
vegetación, hasta que conseguimos salir a zonas más despejadas. Zonas donde se
formaban calvas vegetales salvo la hierba que pisábamos y pequeños cúmulos de
retama principalmente.
Ya divisábamos los imponentes
Tajos de Gomer que se elevaban hacia arriba como unos colmillos inexpugnables.
El terreno poco, a poco, se fue
inclinando y la pendiente, lógicamente, incrementando. El esfuerzo se aumentaba
y, junto con el calor de ese día, nos hizo sudar de lo lindo.
Alcanzamos la base de una pared
rocosa vertical, no sin haber sufrido un gran desgaste por el fuerte desnivel
del terreno. Tenía pintados dos puntos morados y una gran flecha verde
indicando la dirección a seguir.
Tomamos esa dirección que, entre
hitos de piedras, nos dirigía para acceder al siguiente tramo, aún más
pendiente que el anterior, antesala de una espléndida subida, tipo pasillo, que
bordeaba un tramo de la inmensa vertical del Tajo.
Nos liamos un poco. Perderíamos
algún hito, no lo tengo claro, pero el caso es que creo que realizamos un recorrido
algo mayor del necesario por el borde rocoso, y con buenas caídas verticales,
para acceder a la segunda rampa de gran pendiente con el Tajo frente a
nosotros.
Fuimos subiendo con farallones de
piedras totalmente verticales a nuestro lado y yo comencé a no tener claro
donde se ubicaba exactamente la cumbre del Tajo de Gomer entre tantas
formaciones rocosas esbeltas.
Por fin llegamos al pasillo que
comenté anteriormente, con pared a nuestra izquierda y vacío a nuestra derecha
y, de nuevo en fortísima pendiente, nos obligó a realizar otro esfuerzo extra
que, junto con el día tan “calentito” que nos tocó, nos obligó a perder muchas
sales minerales por nuestros poros.
Alcanzada su parte superior fue
cuando nos dimos cuenta de que la imponente pendiente que nos quedaba era la
mayor, tanto era así que, para acceder a la cumbre, empleamos las manos en
numerosas ocasiones por la verticalidad del terreno.
Las vistas, excepcionales, te
daban aire, así como el darte cuenta de que,
poco a poco, se iban salvando todos esos escollos e ibas consiguiendo el
objetivo de encumbrarlo.
Mirabas hacia abajo y casi no te
creías que fuese posible el poder llegar hasta allí por la inclinadísima
pendiente pero, al final, conseguimos alcanzar la parte superior, contemplando
nuestra primera pequeña cresta que formaba este primer Tajo.
Directamente nos dirigimos hacia
el buzón metálico que yacía en su cumbre, colocado por el grupo de montaña
malagueño ANDAZ, en el 95, donde se indicaban los 1.129m del Tajo de Gomer.
Contando este relato, me he dado
cuenta de que no tiramos hacia la parte opuesta de la cumbre por su cordal
practicable, que hubiese sido también muy interesante por sus vistas. Para otra
ocasión será ¿?..umhh… tantas e intensas pendientes…no sé, no sé…
Tras picar algo en esa
impresionante cumbre, rodeados de cortados a pico por todas partes - la
verticalidad en estado puro -, decidimos bajar para acometer los dos Tajos
siguientes. En esos momentos coincidimos con un grupo de tres montañeros
cordobeses que tenían un propósito o proyecto parecido al nuestro aunque, tras
una corta conversación, no llegamos a verlos de nuevo en el resto del
recorrido. Desde aquí les mando un cordial saludo.
En el regreso, la bajada fue por
el mismo camino (por decir algo) que el de ida; salvo que, en esta ocasión,
pillamos mucho mejor el sentido de los hitos de piedras al final de la inmensa
mole pétrea del Tajo de Gomer, siendo algo menos expuesta la salida.
Para mí, el Tajo más montañero
con diferencia de los tres que visitamos. Verticalidad, pasillos, pendientes
extremas y pasos expuestos.
Alcanzada la flecha verde que nos
sirvió para orientarnos en el sentido de subida a este Tajo, nos dirigimos
hacia el segundo objetivo montañero del día.
Mediante hitos, fuimos bordeando
al Tajo de Gomer, sorteando también bastante y espesa vegetación.
Alcanzamos un sendero bastante
marcado que subía, de nuevo, en acusada pendiente aunque, no tanto como las
anteriores.
Recorría la vaguada formada entre
los Tajos de Gomer y el del Fraile. La vegetación arbórea aparecía, en este
tramo, muy dispersa y se caminaba por una hierba, muy verde y tupida, cómoda de
pisar.
Frente a nosotros nos llamaba la
atención un peñón rocoso individual, como un mini tajo, al que nos dirigíamos.
Las paredes abruptas, verticales e inexpugnables del Tajo conquistado, a
nuestra derecha y, a nuestra izquierda, la ladera algo más permisiva de nuestro
tercer y último Tajo a conquistar, el del Fraile.
El día, entre el calor y el
recorrido con las continuas pendientes positivas y negativas, era un rompe
piernas. Se trataba de una ruta muy dura, de exigente esfuerzo físico pero, a la
vez, gratificante al máximo; de continuas subidas de adrenalina, de conquistar
lo que en principio, parecía imposible, de lograr objetivos que, según desde
donde se contemplasen, se dirían infranqueables.
Continuamos subiendo por el
senderillo hasta alcanzar el collado que, desde el inicio, observábamos.
Llegados
a él tuvimos que bordear un corto tramo rocoso, final de la ladera del Tajo del
Fraile, y subir de nuevo por una torrentera seca que nos dejaba sobre una
plataforma también inclinada que formaban el Fraile con el Tajo de Doña Ana,
nuestro segundo objetivo.
Superamos un primer vallado, por unos
vanos sin alambrar, y, luego, un segundo, sin ninguna complicación.
Casi a la altura de ese mini
peñón rocoso, tipo aguja, nos paramos debajo de una gran encina que proyectaba
una apreciada sombra que aprovechamos para almorzar y, alguno que otro, para
pegar una cabezadilla, una pequeña siesta.
La estampa del Tajo de Gomer era
espectacular, una mole rocosa intratable, salvo por las cabras montesas que
tuvimos la suerte de ver en directo. Vimos un grupo de cabras que en pocos
segundos pasaron de la parte inferior a la parte más alta del Tajo, burlándose
del abismo, saltando de rocas inaccesibles a otras peores con paredes de 200m
verticales. Tras ver esto, nuestra aventura era un juego de niños y de los
pequeñitos.
Cargadas las pilas, nos
enfrentamos con el resto de pendiente que aún nos quedaba. Pasamos junto al
peñón rocoso; ganas de intentar subirlo me entraron pero, sin saber que nos
quedaba por delante, no era el mejor momento y recuerdo que parecía bastante
inaccesible. A continuación, había una segunda elevación a cuya altura nos
desviamos en sentido contrario al mismo para comenzar a subir al segundo Tajo.
El firme era rocoso, formado por
multitud de rocas calizas bordeadas por bastantes plantas muy verdes; hierbas,
cardos y especies de cebolletas silvestres.
A medida que íbamos subiendo, el
verde iba menguando hasta casi alcanzar su cordal donde la roca caliza era la
reina total y la vegetación pasó a un segundo orden cubriendo sólo pequeños
espacios.
Una vez en la cordal nos
dedicamos a caminar por ella hasta alcanzar el punto más alto de los Tajos de Doña
Ana.
La verticalidad hacia el Sur era
casi absoluta, siendo un lugar de oteo fantástico, con vistas muy amplias sobre
el embalse de Viñuelas y diferentes sierras, así como sobre una amplia línea de
costa, aunque el día ofrecía bastante calima.
Disfrutamos durante un largo tiempo
de las magníficas vistas así como de diferentes rincones para espectaculares
fotos.
Pero aún nos quedaba un tercer
Tajo así que bajamos, más o menos, por el mismo camino de subida, pasamos entre
los dos peñones que dejamos anteriormente de lado y alcanzamos el valle formado
por el segundo Tajo conquistado y el tercero a formar parte del historial de
nuestras botas.
Dejamos atrás unos apriscos
realizados en piedras y nos empleamos a fondo para subir nuestra última
pendiente del día.
Llevábamos una valla lateral en
la subida por la ladera. Buscando el mejor paso para superarla y, una vez
hallado, la cruzamos y continuamos en pendiente junto a retamas, principalmente,
por su parte inferior y arbustos en su parte superior.
Pronto alcanzamos su cresta, no
sin antes haber pasado por encima de un vallado machacado y tumbado a media-alta
ladera. También por la mismísima cordal existía un vallado, en la divisoria,
que nos acompañó todo el tiempo hasta conseguir encumbrar sobre el Tajo del
Fraile.
Desde él, se tenían inmejorables
vistas de los alrededores. Se observaba perfectamente la superficie aterrazada
existente en el fondo de la vaguada entre nosotros y el Tajo del que
procedíamos, el pueblo de Alfarnatejo a vista de pájaro y la multitud de
sierras existentes, e incluso la larga cordal rocosa por la que a mí se me
apetecía bajar, ya sin track de orientación ni de apoyo.
Tras deliberarlo con mis
compañeros de aventura, decidimos realizar una vuelta circular bajando por la
cordal, dirección a la sierra del Enmedio (sierra que realizamos un tiempo
antes para conquistar su punto más alto, pico Vilo, y desde donde investigamos
esa posibilidad)
Bueno que os voy a contar, esto de
realizar crestas nos encanta así que, por un perfil calizo, comenzamos a
caminar de roca en roca. Destrepes por aquí, por allí, salto aquí, apoyo allí y,
poco a poco, fuimos recorriendo la cresta cimera y comenzamos a bajarla sin
tener claro, en ningún momento, si nuestra aventura iba a ser truncada por una
vertical insuperable.
Pasaron, por delante nuestra,
otro grupo de cabras aunque, en esta ocasión, iban por terreno llano corriendo
como balas.
Continuamos bajando por la dorsal
que, aunque cada vez se ponía más abrupta y vertical, siempre nos daba una
escapatoria para poder seguir descendiendo. Vimos a nuestra derecha unas naves
de techos verdes, como almacenes de hierro, y percibimos la carretera comarcal
MA-4102 y el carril de tierra paralelo a ella por donde pretendíamos regresar y,
cuando vimos demasiado conflictivo continuar, además de poseer una buena
escapatoria, no lo pensamos y dejamos la dorsal pétrea para, campo a través,
conectar con la ladera que bajaba del Tajo del Fraile que, aunque con bastante
pendiente, estaba tapizada de verde y tenía pocas rocas esparcidas y aisladas.
Entre plantas y arbustos fuimos
bajando, buscando los mejores pasos, hasta alcanzar la parte inferior donde nos
encontramos con un campo de almendros que cruzamos y, enseguida, conectamos con
nuestro camino de tierra que marchaba paralelo al río Sabar y a la citada
carretera. Algo más adelante, lo cruzamos por unos poyos colocados para la
ocasión aunque, por el propio cauce también se podía. Llevaba muy poca agua,
llevándonos directamente a la carretera donde, mediante un cartel, se indicaba
el nombre del camino “camino de Tallón” y “Alto del Fraile”.
Ya sólo nos quedó continuar un
corto trayecto por el borde de la carretera y desviarnos por el camino donde
teníamos aparcado nuestro vehículo, junto a la fuente del Conejo.
Cambio de calzado y alguna prenda,
y a Montellano a reponer sales minerales y presumir de la fantástica ruta
montañera realizada.
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