Ruta realizada el día 18 de Abril
del 2015.
Fuimos Miguel, Patxi, Juan José y
yo, Antonio, a realizar una teórica circular partiendo de una zona cercana al
pueblo de Tolox, más concretamente, desde el cerro Coronas, pasando por el
Picacho de Fatalandar, cresteando hasta alcanzar el Torrecilla y el teórico
regreso por el barranco que forma su cara Este, que no pudimos realizar, lo que
conllevó a un cambio de planes sobre la marcha, acabando en dos grupos
independientes con diferentes destinos.
Llegamos al pueblo de Tolox,
procedentes de Alozaina, tras salirnos por Osuna, en la autovía de Málaga y
luego tomar dirección al Saucejo, Almargen, Tebas, Ardales, Carratraca, Zalea y
Casarabonela.
Cruzamos todo el pueblo por la
carretera que traíamos, la MA-412, que lo atraviesa longitudinalmente y
paralelo al río de los Caballos, que prácticamente divide el pueblo en dos
zonas, la occidental y más alta y la oriental, de menos cota.
Pasamos junto al Balneario de
Fuente Amargosa y continuamos desde allí, por carril de tierra subiendo un buen
desnivel. El primer tramo, tengo entendido que se conoce como el “Carril de
Tolox a Golondrina”, que bordea al cerro del Jaral y corta al “Camino de la
Cueva del Moro”, luego en un corto tramo, tomamos parte del “Carril de Corona”,
para dejarlo y tomar dirección hacia el Puerto de la Golondrina, que no
llegamos a alcanzar, ya que dejamos el vehículo, algo antes y junto a un
cortafuego.
Allí, dejamos aparcado el coche
bajo la sombra de una encina y, con mochilas a la espalda y botas de montaña en
los pies, iniciamos nuestra aventura, con alguna inquietud, ya que en
principios íbamos buscando el paso de las cadenas que en alguno de los blogs
que sigo, comentaban como un paso delicado.
Al inicio, este itinerario era
por carril claro, subiendo ligeramente, a media ladera del cerro de la Cierva,
para continuar luego por el cerro Corona. Las vistas del pueblo de Yunquera con
las sierras de Prieta y Cabrilla al fondo, espectaculares, al igual que todo el
inmenso barranco de las Carnicerías.
Justo antes de iniciar la
envolvente, a media ladera, por la falda Norte del cerro Corona, encontramos un
4x4 aparcado junto a una enorme roca donde había pintado la palabra derrumbe.
Al principio, no tuvimos claro que significaba aquello, pero más adelante lo
comprendimos. Un derrumbe de piedras, taponaba el carril y obstaculizaba el
acceso motorizado hasta la parte más occidental del cerro Corona. Lugar más
alejado donde se podría dejar algún vehículo por esta zona.
Alcanzamos el Puerto Corona, que
nos recibió con una valla y un acceso curioso para atravesarla. En lugar de la
tradicional portilla, poseía una entrada laberíntica en forma de “U”.
Hacia la izquierda, al lado
contrario por el que tiramos, nos encontramos con un cartel que nos indica la
dirección del Torrecilla, que no tomamos (siguiéndolo, nos llevaría a la cuerda
del Torrecilla, entre le propia cumbre y el picacho de Fatalandar) Me llamó la
atención, la abrupta y pendiente ladera contraria, con los troncos de los
árboles caídos y desparramados por ella.
Tomamos por un sendero marcado
que dejaba a nuestra derecha un vallado lateral, así como los restos de un seco
pinsapo, igual alcanzado por algún rayo.
Caminábamos por un estrecho
sendero, muy montañero, que se ceñía al contorno de las estribaciones y
barrancos que nos encontrábamos, al principio subiendo cierta pendiente hasta
que alcanzamos cierta cota y la mantuvimos durante un buen trayecto.
Ahora disponíamos de espléndidas
vistas sobre el cerro del Tocón, el Tajo de la Caína y toda la cordal del cerro
del Chaparral, con los Tajos del Añicle, claramente diferenciados.
Proseguimos, ahora volviendo a
tomar altura y, entre pinsapos aislados, con los brotes de piñas en formación,
descubrimos el tajo impresionante que formaba el Picacho de Fatalandar.
El sendero era montañero, pero lo
que nos esperaba, lo era aún más. Tras tener las primeras vistas de este
formidable peñón, nos encontramos, acto seguido, con pasillos aéreos, estrechos
y con cortados de vértigos, que se situaban y nos hacían pasar por lugares
inverosímiles.
Recuerdo el paso por una zona
rocosa, con cortados a pico laterales, entre pinsapos grandes y viejos, uno de
ellos, salía de la misma pared vertical.
El avance era siempre por
pequeñas terrazas bastante aéreas, donde teníamos que pasar de unas a otras de
distintos niveles para continuar con el trazado. Entorno montañero 100%.
Yo llevaba grabado a fuego el
paso de la cadena, había visto fotos del paso y era como mínimo, espeluznante
¡! Y de repente me encuentro con una, cuando el resto de compañeros buscaban
una alternativa para seguir, ya que dudamos en una zona sobre la continuación
del sendero.
La bajé, indicándoles a los demás
de por dónde seguir, prácticamente, su uso era casi una tontería, supongo que
con la roca mojada o helada, tendría otro interés. Está claro, que no se
trataba de esa cadena.
Proseguimos bajando hacia el
interior del barranco en el que nos encontrábamos, pasamos por una pedrera casi
horizontalmente y por pasos estrechos, cuando dimos con una segunda cadena,
algo más comprometida pero sin ninguna dificultad. Tampoco era la temida.
Estuvimos observando mientras
tanto, a un grupo de montañeros que se encontraban por delante nuestra, moviéndose
por la falda opuesta a la nuestra, para comprobar su progresar y por dónde
debíamos seguir, para estar algo más orientados.
Nos tocó el turno, tras salvar
diferentes dificultades que nos encontramos por el camino, en lugar de seguir
un fácil, claro y lógico sendero, preferimos complicarnos algo más la vida y
añadimos a los propios obstáculos que nos pone el difícil medio por el que
caminamos, algunos otros.
Comenzamos a subir con acusada
pendiente, junto a murallones verticales de piedras, bloques que se intuían
caídos de dichas paredes y árboles viejos, secos y retorcidos. Un lugar
salvaje, montañero y que difícilmente olvidaré.
La verdad, es que esta zona de la
Sierra de las Nieves, desconocida para mí, me impactó y me atrajo enormemente,
nada que ver con el resto de los múltiples itinerarios que he realizado en
ella.
Continuamos ascendiendo por esta
inhóspita y salvaje, a la vez que espectacular zona, por laderas con pendientes
laterales pronunciadísimas, pasillos estrechos con imponentes cortados
laterales y por una nueva pedrera, mucho más pronunciada y fatigosa que la
anterior, junto a las paredes de Fatalandar como límite insalvable. Cierto es,
que aquí intuimos que debía de estar la famosa cadena, pero envolvimos su
perímetro completamente, y nos llevó a una zona vallada, pasando bajo una
colosal roca donde por su parte superior, seguramente, allí se encontraría.
Pasamos el pequeño y algo absurdo
vallado, todavía me pregunto para que estaba allí, y subimos trepando las rocas
para alcanzar la cota superior. Mis compañeros se dirigieron como las abejas a
la miel, a un saliente rocoso que quedaba justo debajo de Fatalandar. Parece
ser que por allí, se entraría a la Colailla del Tejo, el paso de la famosa
cadena.
Nos reagrupamos y subimos algo
campo a través, la ladera que nos llevaría al Picacho, de cómodo caminar. Una
vez situados en la cuerda, el picacho nos aparecía a nuestra izquierda como una
enorme bola caliza, mientras que hacia la derecha, se veía el largo recorrido
por la cordal hasta el Torrecilla.
De momento nos acercamos al
Picacho de Fatalandar, donde había un grupo de senderistas de cierta edad, que tenían montada una
“fiesta allá en lo alto”, gente estupenda, alegre que pensaban volver por donde
nosotros lo hicimos y que llegaron hasta aquí, procedentes del Puerto Corona,
justamente por dónde el cartel, señalaba Torrecilla. Nosotros le hicimos fotos
y ellos a nosotros. Desde aquí, un abrazo a todos ellos.
Tras la prolongada estancia en
este mirador de lujo, nos dispusimos a realizar toda la cuerda hasta alcanzar
la máxima cota de esta sierra. Prácticamente sin obstáculos de mención y
ciñéndonos a la cordal, alcanzamos el pico Torrecilla, por supuesto con las
paradas para las fotos de recorrido.
Paramos un corto periodo de
tiempo sobre nuestra archiconocida cumbre, aunque para Miguel fue la primera
vez, que más tarde realizó de nuevo, segunda ocasión en la misma jornada.
Comenzamos bajando de la cumbre
dirección Sur, hacia unas explanadas calizas que observábamos desde arriba y
que forman el saliente Sur de esta cumbre.
Alcanzadas éstas, fuimos por la
cuerda, describiendo un arco envolvente hasta llegar al peñón más alejado de
1.641m de altitud, que cerraba la cabecera del barranco por el que pretendíamos
regresar. Barranco tributario del Arroyo de los Quejigos.
Se trataba de un terreno calizo
formado prioritariamente de lascas, unas enormes y otras más pequeñas,
alternábamos piedras sueltas con enormes superficies lisas calizas, un lugar
muy curioso. Aquí, Juan José, pisó una de ellas con la mala fortuna que se le
levantó y fue a darle un golpe seco en la espinilla que lo dejó noqueado
durante un rato.
Tras alcanzar el peñón rocoso,
límite de la cuerda, nos lanzamos descendiendo hacia el barranco, guiados por
un track que llevaba Juan José, pero a medida que nos íbamos internando en el
barranco, las cosas se fueron complicando. Aumentaba la verticalidad y los
pasos expuestos y en ningún momento vimos una clara dirección ni itinerario
apto a seguir.
Estuvimos un buen rato explorando
alternativas, sobre todo Juan José y Miguel, pero en ningún momento llegaron a
visualizar una salida segura, todo era bastante expuesto en esa zona, así que
sin más tiempo que perder, decidimos regresar a lo conocido, nos jugábamos el
que se hiciera de noche buscando diferentes opciones sin ningún track de
seguridad, con lo que de nuevo subimos por segunda vez al Torrecilla, por el
mismo camino de ida.
Durante la subida, bastante
cansados y alicaídos, comentábamos las diferentes posibilidades que podíamos
hacer, entre regresar al coche contando con un largo tramo a oscuras por ese
agreste paisaje, el llamar a algún familiar para que nos recogiese en
Quejigales o, a pasar la noche en algún lugar del recorrido.
Así fuimos subiendo sin tener una
idea más o menos clara. Llegamos al poste geodésico y casi cuando estuvimos de
acuerdo con pernoctar en la cima o en el Puerto de los Pilones (la verdad es
que no íbamos preparados para ello) sale Miguel diciendo que Juan José y él,
con una hora y media de luz a lo sumo que quedaba, regresarían hacia el coche y
que nosotros dos, que seríamos más lentos y retrasaríamos el regreso, bajásemos
hacia Quejigales dónde ellos nos podrían recoger.
Para nada de acuerdo y a
regañadientes, pero intentando no perder el más mínimo tiempo, acatamos la
orden de tomar unos una vía y otros, otra, con el consiguiente agobio de nuestra
parte, por no saber nada de ellos y que con las prisas podrían tener un
percance y no enterarnos, pero a ese acuerdo llegamos.
Por lo visto, cuando nos
encontramos mucho, pero mucho más tarde, nos comentaron que tiraron por las
famosas cadenas, que les proporcionó recortar mucho terreno y que llegaron con
el ocaso de luz al Puerto Corona, luego ya por carril y sin llegar a encender
los frontales dieron con el coche, que tras bajar ese largo camino para
terminar en Tolox, buscaron una pizzería, donde tras la ingesta de líquidos
reponedores, nos trajeron una pizzas y bebidas.
Nosotros por nuestra parte,
dejamos Quejigales al lado, bajando de noche por el camino que sube al Puerto
de los Pilones, proseguimos por el que entra desde la carretera hacia el Parque
Natural y terminamos en la Venta del Navacillo, situada junto a la carretera,
hasta ese punto llevábamos 35Km caminados y no proseguimos más, porque lo que
quedaba era un largo camino por carretera hasta Ronda y en la venta estaban
colocadas en el exterior todas las sillas rodeando sus respectivas mesas, cosa
que no pudimos pasar por alto.
De todas formas, tras comernos y
bebernos todos los sobrantes que aún disponíamos en nuestras mochilas, sentados
cómodamente y sobre mesas de plástico, tuvimos que esperar aún, un buen tiempo,
que nos provocó frío que tardamos bastante en aplacarlo.
Pero bueno, quien bien acaba...,
todos los recuerdos serán positivos. Ni que decir a qué horas acabamos en casa,
je, je…
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