domingo, 17 de mayo de 2015

Lineal hacia el Mirador de Ordiales y subida al pico Cotalba

Ruta realizada el día 23 de Agosto del 2.014.

Fuimos Mª José y yo, Antonio.

Aprovechamos los últimos días de Agosto, para darnos una escapada a Asturias, para mi gusto, uno de los paraísos montañeros que tenemos en nuestro país, tanto por sus numerosos picos como por su diversidad y tipos, independientemente de la belleza de sus tierras y de la amabilidad de su gente. Estaba claro que no debíamos perder la oportunidad y, al menos, realizar la ascensión a algunos de los más emblemáticos aunque, este concepto es difícil matizarlo en una región donde existen tantísimas opciones por alcanzar.

Decidí realizar, en primer lugar, la ascensión al mirador de Ordiales y completarlo con la subida al pico de Cotalba, un excelente mirador de los picos de Europa Occidentales.

Así que, al día siguiente de llegar por la tarde a nuestro hotel Alto de las Estazadas, en Canales de Cabrales (perteneciente al consejo de Cabrales), nos dispusimos a realizarla.

Salimos temprano con el objeto de subir en nuestro vehículo a los lagos de Enol ya que, a partir de las ocho de la mañana, tengo entendido que cortan el tráfico rodado particular justo a la altura de Covadonga. Por otro lado, también queríamos contar con el máximo tiempo de luz posible.

Justo antes de llegar al propio lago de Enol hay que desviarse a la derecha por un carril de tierra que lo bordea y lo deja a la izquierda, encontrándose al comienzo de la pronunciada cuesta abajo hacia el lago.

Se trata de un carril estrecho donde hay que tener mucha precaución cuando se cruzan dos vehículos en sentido diferente, como nos ocurrió a nosotros, que tuvimos que hacer auténticas virguerías (sobre todo en el trayecto paralelo a la orilla del lago)

Éste carril no hay que dejarlo en ningún momento y nos llevará a una zona, algo más amplia, que sirve de aparcamiento. No conviene llegar muy tarde porque no es muy grande y, al tratarse de un recorrido muy frecuentado, rápidamente se colma y hay que dejar el coche en los ensanchamientos que vas encontrando a lo largo del carril.


Sólo existe un desvío que se dirige al refugio de Pastores que, por cierto, cogimos cerrado cuando intentamos tomarnos un café matutino, pero posee una clara señalización, además de verse desde el propio carril.

Aparcado el coche, nos encontramos con un cartel informativo y con otro señalizador de la ruta, así como una especie de cancela de entrada que impedía el acceso a los coches, también indicado con una señal de tráfico.


Aunque llegamos a una buena hora, ya había en el lugar numerosos coches y otros tantos realizando los preparativos para marchar, colocándose las botas y revisando mochilas.

De entrada, antes de dar el primer paso, el entorno es precioso a todo tu alrededor. Caminamos aun por un tramo de carril, con el Alto los Gurbiñales sobresaliendo al fondo y en lo alto.

Rápidamente alcanzamos la fuente de Verdalles, según el IGN. Supongo que se trataría de la fuente que nos encontramos con una placa sobre Roberto Frassinelli, “el Alemán de Corao”.


El carril transcurría paralelo al río Pomperi, de cauce casi seco, entre árboles, musgo y ese verde característico asturiano. Más adelante, lo cruzaba mediante un coqueto, y aparentemente, frágil puente, pero ya no se trataba del Pomperi sino del río Redemuña. Supongo ese cambio de nombre, aunque tratándose del mismo cauce, por el aporte que recibe del arroyo que pasa junto a Vega la Piedra, previo al citado puente.



Abandonamos el carril para trocharlo, llegando a Vega la Piedra, un conjunto de casas pequeñas de pastores muy bonitas y en perfecto estado, ubicadas en una planicie llena de hierba y con una zona de árboles esbeltos. Una preciosa pradería.

Supongo el nombre de “la Piedra”, por el hecho de encontrarnos por el camino con algunos inmensos pedruscos aislados de varios metros de altura.



A partir de esta majada, el resto del recorrido fue por un muy marcado sendero,  claramente delineado sobre el IGN.

Subimos a continuación una pendiente con un pretil o valla de madera a nuestra izquierda, a modo de protección. Subíamos por un valle a una cota más elevada que por el que discurría el río Redemuña, con las paredes verticales, a nuestra izquierda, del Monte los Arrudos y Alto los Gurbinales.


Realmente seguíamos el arroyo, que nacía en las proximidades de La Redondiella (siguiente majada que alcanzamos) longitudinalmente y pasando junto a Vega La Piedra.

Dirección a nuestro objetivo se distinguían, a lo lejos, cumbres del macizo de Picos, y hacia atrás, de donde procedíamos, un marcado valle en forma de “u” con unos llamativos prados verdes.




Por supuesto, y fue la tónica del itinerario, destacar la multitud de vacas, sumamente mansas y recelosas, que nos encontramos por todas partes.


De la Redondiella llegamos a Cabeza el Paré, una casa aislada, creo recordar, encausados en todo nuestro caminar entre dos estribaciones y con las vistas, al fondo, de las más altas elevaciones de los Picos de Europa.




Por esa zona nos paramos a tomarnos unas frutas y fue allí donde tuvimos la oportunidad de charlar con una pareja asturiana que nos dio una amplia información sobre la zona. Nos hicieron una foto de pareja y caminamos juntos hasta el refugio de Vegarredonda, donde ellos se tomaron un café y nosotros continuamos con nuestro recorrido.


Foto del refugio desde el Collado del Gamonal



Desde aquí, un saludo para ellos.

Nos tuvimos que desviar de nuestra trayectoria para visitar el refugio, marcado mediante un poste indicativo. A su vez, casi en dirección contraria, marcaba también hacia Jou Santo, dirección en la que se encontraba, a lo lejos y en lo alto, el refugio Viejo.


Hasta este momento, el itinerario, aunque en continua subida, iba ascendiendo suavemente. A partir de aquí se incrementó la pendiente. Cruzamos el río Junjumia, con un caudal mínimo y por un enrevesado sendero y, ya entre zonas de calizas, iba ascendiendo con buena pendiente dirección al Forcáu.





Comenzó a entrar neblina y, al momento, se cubrió completamente. No era lo suficientemente densa pero sí lo justo para no dejarnos ver a cierta distancia el resto de picos que nos rodeaban.

De repente, recordé el año que realicé el Jultayu, caminando entre la niebla gracias al GPS, al subir a su cumbre. Menos mal que sobresalía por encima de ella y vimos un precioso mar de nubes a nuestros pies. Un paisaje de belleza extrema en su parte superior, pero del que no vimos nada en su parte inferior, en su trayecto de aproximación y de retorno.

Dudé en continuar, ya que … para qué? Si, de nuevo, la niebla nos iba a ocultar el paisaje y las vistas … pero, al tratarse de una niebla poco consistente, optamos por continuar.

Se dejaron ver algunos rebecos entre la niebla, que nos duró aproximadamente el trayecto comprendido entre el Forcáu y Sierra Pelada, donde comenzó a abrirse de nuevo y comenzamos a ver cielo azul despejado.





Todo el entorno donde se encontraba ubicado el refugio de Icona, se encontraba despejado con un paso de nubes blancas aisladas a toda mecha.

Pasamos de largo el refugio, para acercarnos al Mirador de Ordiales.



Yo me quedé sin palabras, no sabía exactamente en qué consistía este mirador pero, cuando te acercabas y observabas un enorme y casi infinito mar de nubes bloqueadas al otro lado por debajo de ti y, los otros montañeros que ya se encontraban en ese lugar, te indican que estábamos a unos mil metros de altura sobre el valle del fondo, se te hacía un nudo en la garganta de la impresión.

Fotos a mogollón, para un lado y para el otro. El pulsador se me iba a gastar. Allí mismo descubrimos unas piedras, con un largo texto tallado en la roca, agradeciendo a D. Pedro Pidal por ser enamorado de las montañas de Covadonga y donde, por los visto, yacían sus restos.















Tras saciarnos de tanta espectacularidad y belleza, regresamos un corto tramo por nuestros propios pasos y, enseguida, fuimos ascendiendo por la ladera, dejando abajo el refugio Icona y llegando al collado que forma el Cobellón con el Cotalba.







Lo único que nos quedaba era seguir la cordal y acceder al pico, el problema fue que no se trataba de una cordal limpia, sino que estaba formada por canales de hierba y rocas y, además de depresiones, a ello le tuvimos que sumar que otra vez comenzó a entrar la neblina.

Era una niebla que cubría pero, al momento, se eliminaba y no permanecía. En esas condiciones fuimos subiendo e intentando buscar los mejores pasos.










Poco a poco, ayudados de algunos hitos, retrocediendo en algunos momentos para buscar otras alternativas, conseguimos coronar el pico Cotalba, donde se hallaba un matrimonio francés con sus dos hijos, gozando de esas vistas impresionantes además del espléndido día soleado que hacía allí arriba.

Desde este lugar privilegiado para otear, vimos como el mar de nubes seguía por la zona del Mirador de Ordiales y divisábamos como las nubes ganaban y perdían terreno en otros contornos. Se trataba como de un tablero de ajedrez, donde a veces avanzabas y en otras retrocedes.

Nos quedamos a comer en el mismo pico, los franceses estaban algo más abajo al resguardo del viento, pero nosotros nos colocamos los cortavientos para empaparnos de esas bellas vistas.












Comiendo, mirando, oteando, teníamos en primer plano el Canal Vaquera y el Requexón y, más al fondo, Picos de Europa, con la Torre de Santa Mª de Enol y Cebollera y torre Cabra Blanca entre otras muchas. Vistas de primer orden.
Fue pasando el tiempo y nos dimos cuenta de que el mar de nubes en el Mirador se fue disolviendo, con lo que pudimos apreciar partes del valle que hasta ahora permanecían ocultas.







A pesar nuestra, llegó el momento de regresar, coincidiendo con la llegada de una pareja, esta vez nacionales, a la cima. Bajamos por un lugar diferente a la subida, prácticamente alineados con el refugio de Icona.

Era increíble como bajabas una escarpada pared caliza y, de repente, te encontrabas con un maravilloso prado bordeado por otras verticales paredes pétreas. De no ser por los aparatitos electrónicos, aquello era como un laberinto natural y fácilmente perdías la orientación.







Con paciencia y calma, logramos descender la abrupta ladera y divisar, desde lo alto, el pequeño punto blanco que era el refugio desde nuestra posición.


Poco a poco, conseguimos bajar por la canal hasta alcanzar el refugio, no sin antes contemplar una dulce imagen entre una madre vaca y su ternerito.





Ya el resto del itinerario lo realizamos, de vuelta, por el mismo camino que el de ida.


















Terminamos esta primera jornada de ruta, más que satisfechos por el bello paisaje y por lograr los objetivos propuestos y contemplar la maravilla de día que tuvimos la suerte de contemplar.

Llegamos a nuestro coche, que era de los pocos que quedaban, apagándose el día. Cambio de calzados y hacia nuestro hotel donde, tras la sagrada ducha, nos tomamos un enorme y espléndido menú regado con un par de botellas de sidra excelentes.

¡Qué más se puede pedir!

DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




 Si quieres el track del itinerario, pincha en el siguiente enlace:





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