Ruta realizada el día 23 de
Agosto del 2.014.
Fuimos Mª José y yo, Antonio.
Aprovechamos los últimos días de
Agosto, para darnos una escapada a Asturias, para mi gusto, uno de los paraísos
montañeros que tenemos en nuestro país, tanto por sus numerosos picos como por
su diversidad y tipos, independientemente de la belleza de sus tierras y de la
amabilidad de su gente. Estaba claro que no debíamos perder la oportunidad y,
al menos, realizar la ascensión a algunos de los más emblemáticos aunque, este
concepto es difícil matizarlo en una región donde existen tantísimas opciones
por alcanzar.
Decidí realizar, en primer lugar,
la ascensión al mirador de Ordiales y completarlo con la subida al pico de
Cotalba, un excelente mirador de los picos de Europa Occidentales.
Así que, al día siguiente de
llegar por la tarde a nuestro hotel Alto de las Estazadas, en Canales de
Cabrales (perteneciente al consejo de Cabrales), nos dispusimos a realizarla.
Salimos temprano con el objeto de
subir en nuestro vehículo a los lagos de Enol ya que, a partir de las ocho de
la mañana, tengo entendido que cortan el tráfico rodado particular justo a la
altura de Covadonga. Por otro lado, también queríamos contar con el máximo
tiempo de luz posible.
Justo antes de llegar al propio
lago de Enol hay que desviarse a la derecha por un carril de tierra que lo
bordea y lo deja a la izquierda, encontrándose al comienzo de la pronunciada
cuesta abajo hacia el lago.
Se trata de un carril estrecho
donde hay que tener mucha precaución cuando se cruzan dos vehículos en sentido
diferente, como nos ocurrió a nosotros, que tuvimos que hacer auténticas
virguerías (sobre todo en el trayecto paralelo a la orilla del lago)
Éste carril no hay que dejarlo en
ningún momento y nos llevará a una zona, algo más amplia, que sirve de aparcamiento.
No conviene llegar muy tarde porque no es muy grande y, al tratarse de un
recorrido muy frecuentado, rápidamente se colma y hay que dejar el coche en los
ensanchamientos que vas encontrando a lo largo del carril.
Sólo existe un desvío que se
dirige al refugio de Pastores que, por cierto, cogimos cerrado cuando
intentamos tomarnos un café matutino, pero posee una clara señalización, además
de verse desde el propio carril.
Aparcado el coche, nos
encontramos con un cartel informativo y con otro señalizador de la ruta, así
como una especie de cancela de entrada que impedía el acceso a los coches,
también indicado con una señal de tráfico.
Aunque llegamos a una buena hora,
ya había en el lugar numerosos coches y otros tantos realizando los
preparativos para marchar, colocándose las botas y revisando mochilas.
De entrada, antes de dar el
primer paso, el entorno es precioso a todo tu alrededor. Caminamos aun por un
tramo de carril, con el Alto los Gurbiñales sobresaliendo al fondo y en lo
alto.
Rápidamente alcanzamos la fuente
de Verdalles, según el IGN. Supongo que se trataría de la fuente que nos
encontramos con una placa sobre Roberto Frassinelli, “el Alemán de Corao”.
El carril transcurría paralelo al
río Pomperi, de cauce casi seco, entre árboles, musgo y ese verde
característico asturiano. Más adelante, lo cruzaba mediante un coqueto, y
aparentemente, frágil puente, pero ya no se trataba del Pomperi sino del río
Redemuña. Supongo ese cambio de nombre, aunque tratándose del mismo cauce, por
el aporte que recibe del arroyo que pasa junto a Vega la Piedra, previo al
citado puente.
Abandonamos el carril para
trocharlo, llegando a Vega la Piedra, un conjunto de casas pequeñas de pastores
muy bonitas y en perfecto estado, ubicadas en una planicie llena de hierba y
con una zona de árboles esbeltos. Una preciosa pradería.
Supongo el nombre de “la Piedra”,
por el hecho de encontrarnos por el camino con algunos inmensos pedruscos
aislados de varios metros de altura.
A partir de esta majada, el resto
del recorrido fue por un muy marcado sendero, claramente delineado sobre el IGN.
Subimos a continuación una
pendiente con un pretil o valla de madera a nuestra izquierda, a modo de
protección. Subíamos por un valle a una cota más elevada que por el que
discurría el río Redemuña, con las paredes verticales, a nuestra izquierda, del
Monte los Arrudos y Alto los Gurbinales.
Realmente seguíamos el arroyo,
que nacía en las proximidades de La Redondiella (siguiente majada que
alcanzamos) longitudinalmente y pasando junto a Vega La Piedra.
Dirección a nuestro objetivo se
distinguían, a lo lejos, cumbres del macizo de Picos, y hacia atrás, de donde
procedíamos, un marcado valle en forma de “u” con unos llamativos prados
verdes.
Por supuesto, y fue la tónica del
itinerario, destacar la multitud de vacas, sumamente mansas y recelosas, que
nos encontramos por todas partes.
De la Redondiella llegamos a
Cabeza el Paré, una casa aislada, creo recordar, encausados en todo nuestro
caminar entre dos estribaciones y con las vistas, al fondo, de las más altas
elevaciones de los Picos de Europa.
Por esa zona nos paramos a
tomarnos unas frutas y fue allí donde tuvimos la oportunidad de charlar con una
pareja asturiana que nos dio una amplia información sobre la zona. Nos hicieron
una foto de pareja y caminamos juntos hasta el refugio de Vegarredonda, donde
ellos se tomaron un café y nosotros continuamos con nuestro recorrido.
Foto del refugio desde el Collado del Gamonal
Desde aquí, un saludo para ellos.
Nos tuvimos que desviar de
nuestra trayectoria para visitar el refugio, marcado mediante un poste
indicativo. A su vez, casi en dirección contraria, marcaba también hacia Jou
Santo, dirección en la que se encontraba, a lo lejos y en lo alto, el refugio
Viejo.
Hasta este momento, el
itinerario, aunque en continua subida, iba ascendiendo suavemente. A partir de
aquí se incrementó la pendiente. Cruzamos el río Junjumia, con un caudal mínimo
y por un enrevesado sendero y, ya entre zonas de calizas, iba ascendiendo con
buena pendiente dirección al Forcáu.
Comenzó a entrar neblina y, al
momento, se cubrió completamente. No era lo suficientemente densa pero sí lo
justo para no dejarnos ver a cierta distancia el resto de picos que nos
rodeaban.
De repente, recordé el año que
realicé el Jultayu, caminando entre la niebla gracias al GPS, al subir a su
cumbre. Menos mal que sobresalía por encima de ella y vimos un precioso mar de
nubes a nuestros pies. Un paisaje de belleza extrema en su parte superior, pero
del que no vimos nada en su parte inferior, en su trayecto de aproximación y de
retorno.
Dudé en continuar, ya que … para
qué? Si, de nuevo, la niebla nos iba a ocultar el paisaje y las vistas … pero,
al tratarse de una niebla poco consistente, optamos por continuar.
Se dejaron ver algunos rebecos
entre la niebla, que nos duró aproximadamente el trayecto comprendido entre el
Forcáu y Sierra Pelada, donde comenzó a abrirse de nuevo y comenzamos a ver
cielo azul despejado.
Todo el entorno donde se encontraba
ubicado el refugio de Icona, se encontraba despejado con un paso de nubes
blancas aisladas a toda mecha.
Pasamos de largo el refugio, para
acercarnos al Mirador de Ordiales.
Yo me quedé sin palabras, no
sabía exactamente en qué consistía este mirador pero, cuando te acercabas y
observabas un enorme y casi infinito mar de nubes bloqueadas al otro lado por
debajo de ti y, los otros montañeros que ya se encontraban en ese lugar, te
indican que estábamos a unos mil metros de altura sobre el valle del fondo, se
te hacía un nudo en la garganta de la impresión.
Fotos a mogollón, para un lado y
para el otro. El pulsador se me iba a gastar. Allí mismo descubrimos unas
piedras, con un largo texto tallado en la roca, agradeciendo a D. Pedro Pidal
por ser enamorado de las montañas de Covadonga y donde, por los visto, yacían
sus restos.
Tras saciarnos de tanta
espectacularidad y belleza, regresamos un corto tramo por nuestros propios
pasos y, enseguida, fuimos ascendiendo por la ladera, dejando abajo el refugio
Icona y llegando al collado que forma el Cobellón con el Cotalba.
Lo único que nos quedaba era
seguir la cordal y acceder al pico, el problema fue que no se trataba de una
cordal limpia, sino que estaba formada por canales de hierba y rocas y, además
de depresiones, a ello le tuvimos que sumar que otra vez comenzó a entrar la
neblina.
Era una niebla que cubría pero,
al momento, se eliminaba y no permanecía. En esas condiciones fuimos subiendo e
intentando buscar los mejores pasos.
Poco a poco, ayudados de algunos
hitos, retrocediendo en algunos momentos para buscar otras alternativas,
conseguimos coronar el pico Cotalba, donde se hallaba un matrimonio francés con
sus dos hijos, gozando de esas vistas impresionantes además del espléndido día
soleado que hacía allí arriba.
Desde este lugar privilegiado
para otear, vimos como el mar de nubes seguía por la zona del Mirador de
Ordiales y divisábamos como las nubes ganaban y perdían terreno en otros
contornos. Se trataba como de un tablero de ajedrez, donde a veces avanzabas y
en otras retrocedes.
Nos quedamos a comer en el mismo
pico, los franceses estaban algo más abajo al resguardo del viento, pero
nosotros nos colocamos los cortavientos para empaparnos de esas bellas vistas.
Comiendo, mirando, oteando,
teníamos en primer plano el Canal Vaquera y el Requexón y, más al fondo, Picos
de Europa, con la Torre de Santa Mª de Enol y Cebollera y torre Cabra Blanca
entre otras muchas. Vistas de primer orden.
Fue pasando el tiempo y nos dimos
cuenta de que el mar de nubes en el Mirador se fue disolviendo, con lo que
pudimos apreciar partes del valle que hasta ahora permanecían ocultas.
A pesar nuestra, llegó el momento
de regresar, coincidiendo con la llegada de una pareja, esta vez nacionales, a
la cima. Bajamos por un lugar diferente a la subida, prácticamente alineados
con el refugio de Icona.
Era increíble como bajabas una
escarpada pared caliza y, de repente, te encontrabas con un maravilloso prado
bordeado por otras verticales paredes pétreas. De no ser por los aparatitos
electrónicos, aquello era como un laberinto natural y fácilmente perdías la
orientación.
Con paciencia y calma, logramos
descender la abrupta ladera y divisar, desde lo alto, el pequeño punto blanco
que era el refugio desde nuestra posición.
Poco a poco, conseguimos bajar
por la canal hasta alcanzar el refugio, no sin antes contemplar una dulce
imagen entre una madre vaca y su ternerito.
Ya el resto del itinerario lo
realizamos, de vuelta, por el mismo camino que el de ida.
Terminamos esta primera jornada
de ruta, más que satisfechos por el bello paisaje y por lograr los objetivos
propuestos y contemplar la maravilla de día que tuvimos la suerte de
contemplar.
Llegamos a nuestro coche, que era
de los pocos que quedaban, apagándose el día. Cambio de calzados y hacia
nuestro hotel donde, tras la sagrada ducha, nos tomamos un enorme y espléndido
menú regado con un par de botellas de sidra excelentes.
¡Qué más se puede pedir!
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
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