Ruta realizada el día 24 de Abril
de 2015.
Segundo día en Cazorla. Fuimos
Guillermo y yo, Antonio, a recorrer uno de los clásicos senderos de este
Parque.
Hace ya muchos años, estuve con
toda mi familia al completo, aquí, en este mismo itinerario. Por supuesto,
llegué sólo a donde la inmensa mayoría de los visitantes recorre, esto es,
hasta la impresionante y majestuosa Cerrada de Elías y luego, vuelta por el
mismo camino. Recuerdo que mi hija pequeña de menos de dos años la llevábamos
en un carrito de bebés, no es una excusa, pero no era plan de continuar por el
trazado con dicho vehículo.
En esta ocasión, me planteé
alcanzar el embalse de los Órganos y la laguna de Valdeazores, que tanto me
había recomendado mi amigo Juan José. No me había informado demasiado sobre el
recorrido, pero si sabía que teníamos que pasar algún que otro túnel y poco
más. Si llevaba varios track cargados, por si nos daba la picá de subir alguna
de las elevaciones que existen por la parte alta del recorrido.
Para acceder al comienzo del
itinerario, procedentes de Cazorla, tomamos la carretera que une esta localidad
con Coto Ríos. Pasamos Burunchel, el Puerto de las Palomas, Arroyo Frío, el
Campamento Juvenil de Tejerina, Noguera de la Sierpe y desde aquí y justo antes
del Museo de la Torre del Vinagre, tomamos un desvío cuesta abajo, a la
derecha, según el sentido de la marcha, que nos obliga a tomar prácticamente el
sentido inverso al que traíamos y nos llevaría a la piscifactoría, dejando el
coche en los aparcamientos existentes para visitar el Jardín Botánico.
Es cierto, que se podría aparcar
en el mismo inicio de la ruta, pero es una zona para pocos vehículos y
normalmente está lleno, además no merece la pena ya que los aparcamientos se
encuentran a pocos metros.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos esta clásica, pero para nosotros, poco
conocida ruta.
Desde los aparcamientos, en la
entrada hacia el Centro de Interpretación fluvial “Río Borosa” y junto a la
piscifactoría, caminamos un corto trayecto hasta cruzar el puente sobre el río
Borosa, lugar que podríamos considerar como arranque de la ruta. Todo el
itinerario fue junto a su cauce, a veces casi a su nivel y en otras, a mayor
cota.
Lo primero que nos encontramos
fue una barrera de color blanca y verde para impedir el paso a vehículos
motorizados “no autorizados”…, además de varios pedruscos de considerables
dimensiones para impedir el aparcamiento de los coches de esas personas que
tienen la manía de ponerlo en “primera línea de ataque”, para ahorrarse veinte
metros, aunque luego caminen treinta kilómetros. Así somos… que le vamos a
hacer.
Aunque se trataba de un carril, una
cómoda pero poco atractiva pista forestal de tierra de unos tres o cuatro
kilómetros, lo que más nos impactó en primer lugar, fue la propia belleza del entorno
y los atractivos colores, saltos de agua y transparencias de las aguas del
Borosa, que eliminaban rápidamente la fealdad del firme y te distraía de la
monotonía que suponía caminar sobre él.
Nos encontramos con un cartel de
la Junta que nos daba información sobre el funcionamiento de una piscifactoría,
por ese tramo, era precisamente espectacular el curso del río con varias caídas
de aguas a diferentes niveles.
Más adelante nos encontramos con
una rebosante fuente de dos caños de aguas frescas y con buen caudal, que
precisamente a la vuelta, vendrían de lujo.
También nos encontramos con una
señal de tráfico indicando zona de desprendimientos y curiosamente ya estaba
sobre el suelo, hubo que acomodarse a la situación.
La verdad es que todo el curso
del río se trataba de un entorno mágico, la roca mostraba dos tonalidades
perfectamente diferenciadas, la que el agua cubría de vez en cuando, que tomaba
unos tonos claros amarillentos, por la disolución al cabo de muchos años de la
caliza, o simplemente mostraba la limpieza de la roca y las partes superiores
con el color clásico de la caliza aérea de tonos grises oscuros, además de los pinos
carrascos que nos acompañaban permanentemente.
Llegamos al lugar donde el Borosa
tenía su primer aporte, el arroyo de las Truchas. Arroyo tributario, cuya
conexión con el principal, era a través de una pequeña, pero atractiva cascada
a través de roca caliza. Más adelante nos encontramos con un aparente, endeble
puente de tablones de madera, en el que no pudimos resistir fotografiarnos.
Continuamos por el carril,
contemplando siempre preciosas estampas, hojas de diversos colores en las
diferentes copas de los árboles, el curso del agua resbalando sobre rocas
impregnadas de musgo verde, hasta que alcanzamos un nuevo puente, aunque en
esta ocasión se trataba de uno muy robusto de acabado en piedra, creo, llamado
el de los Caracolillos.
Algo más adelante y tras pasar el
curso fluvial por un nuevo puente, nos introdujo desviándonos a nuestra
derecha, por un sendero marcado y claro, en la zona denominada Vado Rosales,
que nos conduciría directamente a uno de los platos fuertes de la ruta, La
Cerrada de Elías. Si no recuerdo mal, a la salida de ese puente había un cartel
informativo sobre el plegado de las diversas placas tectónicas que componen esa
zona, pudiéndose observar perfectamente en la pared de enfrente esa exagerada
curvatura de dichos pliegues.
Esta senda, que poseía en algunos
tramos barandillas de madera, en otros caminabas por el interior de un túnel formado
por las ramas de los arbusto colindantes, nos llevó a cruzar de nuevo el río a
través de un pequeño puente de tableros de madera. El río se iba encajonando
progresivamente, parte de sus orillas estaban formadas por tobas chorreantes
por las que se desparramaban cientos de hilillos de agua, formando pequeñas
oquedades.
Alcanzamos otro puente similar al
anterior y aún cruzamos otro más, por esta zona el río transcurría aterrazado y
ya encañonado, entrando en la citada Cerrada de Elías. Un caminito artificial
realizado sobre la pared vertical del cañón a una cierta altura del nivel
acuático. Un entarimado de madera colgado de la pared con una barandilla a todo
lo largo, para contemplar un lugar de una belleza sin parangón.
Cierto es, que recordaba esta cerrada,
cuando la hice con el carrito y todos los niños pequeños, muchísimo más larga
de lo que me pareció en esta ocasión, que cuando me di cuenta, ya la habíamos
terminado. Pero no por ello, dejó de ser espectacular.
Terminamos la Cerrada por un
sendero similar al de la entrada, que nos conectó de nuevo con la pista
forestal del inicio del itinerario, eso sí, tras informarnos a través de otro
simpático y bonito cartel, sobre la diversidad ornitológica del parque.
Si no recuerdo mal, creo que
había al menos una fuente en el inicio de la Cerrada, aunque para mi gusto, no
muy apetecible.
Comenzamos poco a poco a ir
tomando altura sobre el Borosa y tuvimos las primeras vistas de las cornisas
más altas de la Sierra de Segura, situadas al Este de nuestra posición. Pasamos
por la zona de la Cerrada del Puente de la Piedra, que si no me equivoco, se
trataba de un punto donde la pista forestal salvaba el arroyo del Tejo mediante
un puente no muy evidente, pero muy reforzado, con el uso de vigas de acero y
tirantes para sostener las paredes rocosas.
En este lugar nos encontramos con
unos enormes pliegues del terreno y entre ellos, se formaba una oquedad enorme
y alargada, a la que subimos a explorar.
A unos 6 Km del inicio nos
encontramos con otra fuente, creo que llamada Huelga Nidillo. El camino nos
introducía junto al cañón excavado por el curso fluvial, entre una densa
vegetación lateral y paredes desnudas mostrando los pliegues tectónicos,
laderas inclinadas formadas por lo que supongo, en tiempos inmemoriales, serían
placas completas lisas de calizas y que hoy en día se mostraban quebradas y
entre sus grietas, arbustos procurando subsistir.
La visión de una larga tubería a
lo lejos, que parecía pegada a los cortados que comenzábamos a vislumbrar, nos
indicó que teníamos próxima la central eléctrica del Salto de los Órganos, nos
encontraríamos a poco más de 7 Km del inicio.
Algo antes, ya contemplamos lo
que para mí podría ser lo más impresionante de la ruta, la caída de agua de
unos tres enormes chorros, a unos cien
metros de altura. Rápidamente me vino a la cabeza cuando estuve en la base de
la cascada de Gavarnie, en los pirineos franceses. Un espectáculo para los
sentidos.
Junto a la central había otra
fuente de la que bebimos y cargamos agua tanto a la ida como a la vuelta.
A partir de este punto, el camino
se transformó en senda. Estábamos envueltos en un ambiente mucho más montañero,
limitados por los cortados procedentes del Puntal de las Cabras y toda la zona
del Castellón, le confinaban un ambiente distinto al resto del trazado
realizado anteriormente. El río se dejaba caer mediante altas cascadas entre
unas rocas porosas tipos tobas, que por esa zona comenzaban a proliferar.
Pero lo que cautivó nuestra
atención por esa zona y dejó el resto en un segundo plano, fueron los
impresionantes chorros cayendo al vacío del Salto de los Órganos, llegó un
momento que estuvimos a su altura y estuvimos tentados de subir a donde caían sus aguas, pero preferimos
seguir, ya que no teníamos claro cuánto tiempo nos llevaría.
Tuvimos que atravesar el sendero
completamente anegado por donde discurrían sus aguas, ya que el volumen era
tal, que durante un trayecto la senda se convirtió en un arroyo por el que
caminar.
Pasado este tramo y costándonos
trabajo continuar, por dejar atrás este impresionante panorama, nos encontramos
en una amplia senda en ascenso, que marchaba junto al cauce, pero en esta
ocasión, seco, sólo existían de vez en cuando algunas pozas de aguas
cristalinas azuladas, con unas formaciones en toba espectaculares, dando la
sensación de un paisaje fantasmagórico. Además a nuestra izquierda nos limitaba
unos impresionantes murallones verticales, provenientes del Picón del Haza de
Abajo, elevación ésta que en esos momentos bordeábamos por el Oeste y
posteriormente lo haríamos por el Sur.
Desde la Central, hasta que
accedimos a los túneles, fue la parte más exigente del recorrido, sin ser
tampoco de excesivo esfuerzo físico. Llegamos a un punto, donde se observaban
en la pared, los agujeros de aireación e iluminación de los túneles por donde
circulaba el agua mediante una acequia, para llevarla hacia la central
eléctrica.
Mediante una subida por un
terreno bastante suelto, llegamos al inicio del primer túnel, coincidimos con
ciclistas que en esos momentos se estaban tirando cuesta abajo por donde
accedíamos.
En la cabecera del túnel estaban
bastantes personas sentadas y algo relajadas, unos picando algo, otros
charlando, como tomándose un descanso para proseguir con el trazado.
Entramos en el túnel y aunque se
podría realizar sin luz, considero muy recomendable llevar un frontal, al menos
para no pegarte con el techo en la cabeza, ya que se trata de pasaje abierto en
roca pura y la anchura para pasar entre la pared del túnel y el cable de acero,
a modo de barandilla para impedir la caída a la acequia, bastante estrechos en
algunas partes.
Salimos del pasaje subterráneo y
continuamos un rato entre la acequia y otras barandillas de madera colocadas en
el exterior. En poco tiempo tuvimos frente a nuestros ojos la pequeña presa del
embalse de los Órganos.
Un coqueto embalse situado en un
enclave privilegiado, aguas verdosas, con multitud de pececillos y como
colofón, con el Puntal de las Iglesias, situado al Sur y limitándola bajo sus
laderas.
Allí picamos, nos tomamos unas frutas
y el bocata, tras acercarnos al Nacimiento de Aguas Negras, siguiendo el curso
del arroyo de Ramblaseca. Se trataba de una plataforma pétrea, bajo la cual
fluía con fuerza un buen volumen de aguas que terminaban alimentando el
embalse.
Tras un buen tiempo descansando y
contemplando el precioso lugar, emprendimos la marcha cruzando por encima de la
pequeña presa y bordeando las orillas del embalse por el Noroeste, donde fuimos
testigos de muchos arbustos y árboles, cuyos troncos se encontraban anegados
por sus aguas.
Nos restó continuar por el
carril, entre un esbelto pinar, hasta dar con la siguiente Laguna, la de
Valdeazores. Igual que la anterior, también poseía una pequeña presa para
retener el agua, allí nos detuvimos algo menos, aunque si nos entretuvimos
alimentando a los peces que se agolpaban en la orilla al tirarles, trocitos de
pan.
Regresamos por el mismo camino
que a la ida, aunque quise explorar y ver el acceso al Picón del Haza, aunque a
Guillermo no le apetecía, quedándose abajo esperándome mientras yo me acercaba
al menos a su collado. Terreno muy pendiente marcado con hitos, una vez allá en
lo alto, las vistas eran espectaculares. Hacia el Norte, con las increíbles
terrazas que forma el pico El Castellón. Lugar para unas posibles rutas que no
deben de dejarnos indiferentes y hacia el Sur, entre otras vistas, la
espectacular panorámica a vista de pájaro sobre el embalse de los Órganos.
No continué hasta el mismo pico,
por tratarse de un terreno complejo donde había que subir con calma y no quería
demorarme más esperándome Guillermo abajo, así que regresé por donde mismo
había subido, contacté con él y continuamos con el regreso.
A la altura del Salto de los
Órganos, no pudimos aguantar más y subimos hacia las bases de las cascadas,
estuvimos al lado de donde chocaba el agua en su larga caída con el suelo, intentando
no ser duchados por ese enorme torrente, aunque por dos ocasiones estuvimos a
punto, ya que el viento las zarandeaba y las movía varias decenas de metros.
Tras esta última acción
emocionante, ya sí, tomamos el camino de vuelta de un tirón.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:
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