sábado, 13 de diciembre de 2014

Circular desde la Plataforma de subida al Calvitero, Ceja, Torreón y Hermanitos bajando por la Hoya del Mora

Ruta realizada el día 2 de Mayo del 2.014, cuando aprietan las calores por el Sur de la Península y hay que trasladarse algo hacia al Norte si se quiere seguir subiendo riscos y picos.

Fuimos Mª José y yo, Antonio, aunque terminamos siendo un buen número de montañeros y amigos que encontramos por el camino.

Llegamos, la noche anterior, al Hostal La Sierra, en el precioso pueblo salmantino de Candelario, que regentaban Ángel y Tina, su mujer, que también era la cocinera.

Mi primera impresión de toda la sierra de Candelario fue negativa ya que, al ir aproximándonos desde la autovía de la Plata hacia Béjar para, más tarde, llegar al citado pueblo, me la encontré nevada. Lo último que se me hubiese ocurrido. Me dejó descolocado!!!

Lo primero que se me pasó por la cabeza fue que habíamos venido para nada. Nuestro proyecto de subida a los dos puntos más altos de Salamanca y Cáceres, a la basura!!! Un fin de semana, montañeramente hablando, fastidiado y no cumplido.

Más tarde, ya en el Hostal, y mientras cenábamos, hablando con Ángel, me fui tranquilizando. Me comentó que un familiar había subido hacía unos diez días y no necesitó de crampones, aunque no me lo confirmaba del todo ni tampoco qué recorrido, exactamente, realizó por allí arriba.

¡! Bueno, al menos todavía existía posibilidad de hacerla!!! Igual no nos equivocamos de fin de semana ¡!

De todas formas, entre que se desayunaba a partir de las nueve de la mañana y que igual nos interesaba alquilar crampones, nos acostamos con la idea de gestionar todo aquello e, igual, dejarlo para el sábado desplazándonos, por la mañana, a Jerte para hacer la circular que llevaba preparada por la Garganta de los Infiernos. Todo lo contrario a los planes iniciales, antes de ver esa inmensa capa de nieve que, por supuesto, siempre me encanta y me atrae, pero que, en esta ocasión, sólo me trajo problemas.

A la mañana siguiente, con ánimos de invertir la programación y autoconvencidos de realizar Jerte en primer lugar, salimos temprano del Hostal para acercarnos a la tienda de montaña para alquilar los camprones y, de camino, tener otra referencia u opinión.

Nada más cruzar la puerta hacia la calle, nos encontramos con tres personas con pintas de montañeros. Ellos nos preguntaron si estaba abierto el bar para tomarse unos cafés, a lo que les comenté que a partir de las nueve, que es cuando aproximádamente llegaba el pan. Yo les pregunté si iban a realizar algo por la zona.

Pensaban subir a los mismos picos que nosotros. Además, principalmente uno, se veía muy conocedor de la zona y ofrecía muchísima confianza.

¡! Todos disponían de camprones y ninguno de ellos se lo había traído para realizar esa ruta ¡!

Vi el cielo abierto ¡! Tuvimos una larga conversación sobre apartados técnicos de la ruta.

Nos despedimos porque, mientras tanto, abrieron el bar que ellos esperaban. Nosotros hicimos lo mismo pero desayunamos en nuestro bar. Durante el transcurso, mientras tomábamos las tostadas de aceite y tomate, le comenté a Mª José que cambiábamos planes y realizaríamos los que teníamos pensado en un principio.

Nos montamos en el coche y tomamos dirección a Béjar, justo antes de salir del Pueblo nos desviamos a nuestra izquierda y, por una carretera en ascenso, llegamos a un cruce que indicaba a la Covatilla a la izquierda y, a la derecha, La Sierra. Para allá tomamos y, tras varios kilómetros, llegamos a una zona de aparcamientos donde finalizaba la carretera. La Plataforma.

Con mochilas a la espalda y botas de montaña en los pies, iniciamos nuestra “dudosa” ruta, respecto a saber si lograríamos terminarla. Se observaban las laderas completamente cubiertas de nieve y eso me producía muchas incógnitas.

El sendero se iniciaba cerca del vehículo, en dirección hacia la montaña, y entre piornales, que allí le llamaban escobas, dejando a nuestras espaldas el embalse de Navamuño con su marcada presa. La verdad es que, cuando los senderillos eran estrechos, te sentías barrido por sus ramas, un roce constante, pero nada de pinchos, como suelo estar más acostumbrado.



Era un sendero perfectamente marcado y pedregoso entre el mar de piornales que nos rodeaba. A veces se abría en varias ramas pero más adelante se unían.



Subíamos por una ladera comprendida entre la zona de Hoya Mayor y la zona de El Travieso.

Próximos a la cuerda del Calvitero, comenzamos a pisar nieve que ya no nos abandonó en ningún momento.


Allí nos encontramos con una primera pareja de montañeros. Nosotros caminábamos por delante de ellos, pero nos detuvimos a ponernos el cortafrío y observar las zonas de paso por la que pisaron otros que nos precedían y, fue allí donde nos presentamos. Por supuesto yo, con mis preguntas sobre cómo ellos veían el “terreno a pisar”.


Nos dijeron que, al Calvitero, sin problemas y a la Ceja, posiblemente igual aunque ellos tenían intención de bajar a las lagunas del Trampal que quedaban antes del segundo pico.

Sus nombres: Laura y Carlos; gente encantadora a los que, desde aquí, les mando un saludo.






Hicimos un trayecto juntos, alcanzamos el Calvitero, con sus 2.397 m de altitud, y nos fotografiamos donde debería haber, según ellos nos informaron, una virgen de hojalata. Pero allí no había nada, sólo su soporte. “¿Dónde estará la virgen y como se habrá marchado de allí?”





Bajamos un poco. Recuerdo que pasamos por zonas despejadas de nieve pero que, pronto, recuperamos el manto blanco. Prácticamente en el punto más bajo de esa dirección, nos despedimos ya que nuestro siguiente objetivo era la Ceja y ellos, en principio, querían bajar hacia las lagunas, aunque no lo tenían claro por la cantidad de nieve reinante.






El tramo de subida bordeando el circo que cerraba las lagunas de El Trampal, de unos 100 m de desnivel, lo hicimos completamente solos, siguiendo y confiando en las indicaciones que nos proporcionaron.

No estamos acostumbrados a caminar con tanta nieve y menos, cerca de cornisas. Caminábamos despacio. La nieve estaba blanda y cómoda pero, de vez en cuando, pisábamos zonas más congeladas  y duras, aunque en ningún momento patinamos.




Con toda esa tensión y con las vistas de la inmensa garganta del Trampal así como de las colgantes cornisas de nieve previas a la Umbría de la Laguna, alcanzamos nuestro segundo objetivo del día.

El Canchal de la Ceja, con sus 2.428m de altitud. El Techo  de Salamanca conseguido!!!

*Curiosamente allí coincidimos con un padre y su hijo haciéndose fotos junto al cohete, hito representativo de esta cumbre. Se trataba del Vicepresidente de la Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada y Presidente de la Valenciana, Francisco Durá, con el que estuvimos conversando un rato, además de fotografiarnos. Tuvo la gentileza de darnos una tarjeta de visita.

Pero lo más inesperado fue la llegada de los tres montañeros que, por la mañana, nos encontramos en Candelario; Enrique, Jose y Luis, gracias a los cuales realizamos el resto de la ruta.

Gente estupenda, paciente, amable y sobre todo servicial.

Dos de ellos, Enrique y Jose, amigos íntimos desde años, curiosamente coincidían en el mismo trabajo, compartían la misma fecha de nacimiento y les apasionaba la montaña.

Por otro lado iba Luis, otra persona genial, cuñado de Jose y también amante del deporte en la naturaleza.






Ya no nos separamos durante el resto de la ruta, incluso nos tomamos unas copas algo apresuradas, en el mismo Candelario, al terminar la jornada montañera.

Tras la sesión fotográfica y reunión atolondrada, también se incorporó una pareja vasca. Sobre la Ceja, continuamos con el trazado.

Ya fuimos el resto del itinerario los cinco. Desde aquí agradecer la paciencia, la charla y buenos ratos que pasamos y la gran ayuda que nos prestaron en todo momento.



Bajamos de la Ceja, sobre un inmenso manto blanco, dirección a las Agujas. Durante este  trayecto, Enrique no paró de darme datos de diferentes picos y valles de la zona así como contarme de la aventura que vivió con su compañero cuando subieron por las Agujas procedentes de Hoya Moros, practicando escalada sobre hielo.

Tenía razón, las Agujas y su corredor eran impresionantes a la vez que vertiginosos. Fotos a punta pala, menos mal que las cámaras de hoy en día no tienen carretes que si no, iban a durar poco.





Se divisaba el río Cuerpo de Hombre al fondo de la cuenca que formaba el circo de Hoya Moros, junto con los Hermanitos a un lado y, hacia el otro, la cuenca por la que circulaba el arroyo Malillo de la Solana, flanqueado por la atractiva cuerda de los Asperones.

En frente se veía la Cumbre de Talamanca, hacia la que nos dirigíamos.

El paisaje era increíble, el entorno inmejorable, las vistas espectaculares y la compañía, magnífica, nos aportaba una confianza que nos era muy útil.





Con el gran hito del Torreón en nuestro punto de vista nos tocó abordar un paso curioso, el paso del Diablo de unos 8 metros verticales, con una cadena para sujetarte, entre grandes bloques graníticos con tonalidades verdosas típicas de esta sierra de Gredos.








Yo disponía de una foto de este punto, (el problema es que estaba tomada desde el Torreón y sin nieve) por si me servía para encontrar otra entrada si a Mª José, ésta, le resultaba comprometida.

Como podréis pensar, con la imagen que llevaba, no me di cuenta de cuál era el paso hasta que casi tuve que comenzar a bajar. Era otro paisaje completamente diferente, no quedaba otra alternativa.

Sinceramente, no tiene mucha dificultad si tienes algo de experiencia pero, a Mª José, le supuso un gran obstáculo, creo que más por miedo que por dificultad. Así y todo, con la ayuda de todos, lo logró.

Mi problema era la nieve ya que es un elemento que veo en contadas ocasiones. La cadena nos dejaba sobre ella con una pendiente a nuestra espalda espectacular y con una rimaya de un metro de profundidad entre la roca y la masa nevada. Eso sí que me hacía agarrar fuertemente la cadena.

Encima, el susto que nos llevamos cuando ella, al llegar a este punto, resbaló y menos mal que se quedó sujeta de la cadena.



Pasada esta anécdota, continuamos hacia el cercano Torreón que pisamos convenientemente subiéndonos a ese gran hito donde, una pareja de chavales, nos inmortalizaron con nuestras cámaras fotográficas.





Algo más relajado el grupo, Enrique propuso la idea de llegar hasta los Hermanitos. Mª José hizo el ademán de quedarse allí y esperarnos a la vuelta, tenía su dosis de tensión y nieve a tope, pero la convencimos para que nos acompañara.

Desde el Torreón, dirección Suroeste, podríamos haber pisado los picos extremos de la propia estribación, que estaban bastante próximos, pero decidimos ir directamente hacia los Hermanitos.


Bajamos ligeramente por una enorme superficie de color blanco exclusivo, dejando a un lado esas prominencias, también del mismo color y, sólo estropeadas por ligeras manchas oscuras de algunas piedras que sobresalían.

La subida hacia los Hermanitos la realizamos muy cerca de la cornisa, ya que se trataba de una lengua de nieve no muy ancha y le confería un paso muy montañero.




Llegamos al primero de ellos con su gran piedra característica apoyada en sus extremos. Dejando un hueco por debajo de ella y con piedras, han elaborado un pequeño muro como vivac.


Fotos y continuamos hacia el siguiente donde teníamos pensado picar algo. Llegamos rápido. Éste último disponía de un hito metálico tipo buzón.

Nos fotografiamos con todos los fondos posibles que eran muchos y daban mucho juego. Desde este mirador natural observábamos el primer Hermanito, del que procedíamos, y se veía perfectamente dibujada la cordal de unión entre ellos, completamente perfilada de blanco. Una bella estampa.








Mientras comíamos algo, logré fotografiar una lagartija que, según tengo entendido, son endémicas de la zona.


También la espectacular y vertiginosa canal entre los Hermanitos


Emprendimos el retorno por el mismo camino de ida, pasamos los Hermanitos y, cuando terminamos el suave descenso, nos desviamos hacia Hoya Moros por una empinadísima y larga ladera completamente cubierta de nieve por donde bajamos siguiendo, en lo posible, las buenas indicaciones que Enrique nos iba aportando.

Es la primera vez que hago un descenso nevado de ese calibre. En seco he realizado bajadas incluso más pendientes y con terreno suelto, pero con nieve no había tenido ocasión hasta ahora. Mª José, que bajaba con pies de plomo, fue esperada y arropada por el resto. No me puedo quejar del grupo encontrado que, insisto, gracias a su experiencia y la confianza que daban, pudimos completar esta magnífica circular.








Llegamos tras el largo descenso, y con una tensión alta acumulada, a una extensa vaguada que formaba el circo, como una especie de falso llano, bajando con suave pendiente, pasando entre grandes bloques graníticos separados todos ellos de la nieve que les rodeaba por amplias rimayas.



De repente nos encontramos a nuestra izquierda, hacia el Oeste, con todo el valle longitudinalmente, por cuyo fondo circulaba el río Cuerpo de Hombre flanqueado, por su derecha según lo observábamos, por toda la estribación procedente de los Hermanitos, y por la otra parte, la otra orilla con mucha menor cota, un mar de caóticos bloques de granito de muy diferentes tamaños.


Recuerdo a Enrique contándome una historia sobre un recorrido que tuvo que realizar entre ellos,  sorteándolos y buscando los mejores pasos. No le resultó tarea fácil. El recorrido por el río normalmente lo trazaba por el otro lado pero, no recuerdo el motivo, en esa ocasión tuvo que atravesar ese gran caos.

Cuando más relajados íbamos, (casi se nos había pasado el susto de la gran pendiente anterior) nos íbamos metiendo en otra pendiente similar pero, en esta ocasión, era lateral. Encima, recuerdo a Jose jugar con los bastones, pinchándolos en la nieve, porque había descubierto un río que corría por debajo. La verdad es que se escuchaba e incluso se observaban pequeñas oquedades en la nieve, trozos de la cubierta que se habían desprendido.




De nuevo la tensión al máximo, pisando con todo el cuidado que podíamos.

Por fin alcanzamos la zona más llana de este circo a la altura de las Charcas de Venerofrío.

Son las lagunas ubicadas bajo las agujas, junto a otros arroyos, las causantes del río Cuerpo de Hombre. Nos la encontramos como unos círculos perfectos labrados en la nieve compactada de más de dos metros de altura. Paisaje fantástico y fotogénico “que estropeamos al querer también salir en las fotos”.





Tras estar en este lugar maravilloso durante un buen rato, contemplando todo lo que habíamos recorrido y gozando de este maravilloso espectáculo, continuamos con nuestra ruta.

Continuamos en ascenso por la Loma de la Culebrilla. Nos abandonó, de momento, el manto blanco que se transformó en color amarronado de hierba seca o quemada por la nieve, mullida al pisarla y recorrida por multitud de regueros de agua. Era como una turba anegada que mojaba las botas completamente y, si te descuidabas, incluso los calcetines, al hundirse demasiado las botas.

Alternábamos nieve y pastizales anegados así como algunas zonas pedregosas. Vistazos atrás para ver lo espectacular del recorrido realizado, aunque aún nos aguardaba alguna que otra sorpresa.


Descendimos, dirección hacia Las Cañadillas, con unas amplias vistas sobre las sierras de alrededor y los embalses de la zona.


Todos los barrancos que tuvimos que superar en nuestro regreso estaban cubiertos por nieve y con taludes bastante inclinados. Pasamos al menos tres más antes de conectar con el carril donde, por la mañana, iniciamos nuestro recorrido.







Zonas de pastizales con regueros de aguas como especies de acequias por muchas partes del recorrido. Incluso cuando preveíamos que se trataba del último nevero de nuevo éramos sorprendidos por otro. Incluso el último por el que caminamos era de una pendiente elevada, aunque  ya nuestra experiencia era algo mayor y nos atrevíamos a casi correr cuesta abajo pisando fuertemente en la nieve.






Por supuesto también pasamos por terrenos despejados completamente de nieve y de zonas acuosas, como la de los piornales que, gracias a los senderos abiertos entre ellos, nos permitían caminar, no sin sufrir el barrido continuo de sus ramas sobre nosotros.

Era tal la alternancia de estos tipos de superficie en la última fase del recorrido que, durante un momento, pensé que no se iba a terminar nunca esta ruta pero, por fin, conectamos con el sendero de subida y, aunque tuvimos que pasar un pequeño nevero todavía, la vista de la carretera más abajo nos daba la señal inequívoca de que la ruta estaba llegando a su fin.







Una vez en el coche, nos cambiamos de calzado y tiramos rápidamente a Candelario donde nos tomamos unas bebidas reponedoras de sales minerales, nos despedimos de nuestro nuevos amigos y nos intercambiamos correos para seguir en contacto así como para poder pasarnos las fotos.




DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:




Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:

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