Ruta realizada el día 23 de
Diciembre del 2014.
Fuimos Guillermo, Juan José y yo,
Antonio, a patear este precioso torcal con la idea de crear una
circular. Bordeándolo,
primero, por el Canuto de la Utrera y, luego, por el río Manilva, terminaríamos
cruzándolo completamente por medio de la Sierra de la Utrera.
De nuevo, aparcamos exactamente
en el mismo lugar que lo hicimos en el otro trazado por esta sierra.
Véase la
anterior entrada:
Bajamos el Canuto de la Utrera en
poco tiempo. Para mi, era la segunda vez que pasaba este recorrido pero, para
ellos, fue la primera. Y yo, casi no me di cuenta!
Luego proseguimos por el cauce
del río Manilva, escudriñamos la Ermita de San Adolfo, el puente para salvar la
acequia, el río, los Baños Sulfurosos de la Hedionda y alcanzamos, como en el
anterior recorrido, la poza de las Palomas.
Este recorrido lo he comentado
muy por encima, ya que coincide con el que hice anteriormente (pinchar sobre la
anterior entrada, si lo queréis leer más detalladamente) La vez anterior,
regresamos por el mismo camino que el de ida pero, en este actual, buscamos el
paso para continuarlo de forma circular.
En la Poza de las Palomas
estuvimos intentando continuar por el propio cauce del río pero, ante el riesgo
de un remojón o lo que es peor, un mal golpe, desistimos en nuestro intento de
alcanzar la siguiente, la Poza del Diablo.
Retrocedimos unos 120m por el
mismo camino que nos llevó a la poza y, en la margen Este, a nuestra izquierda
según caminábamos de regreso, encontramos un hito y un claro sendero que, por
esta margen, iba tomando progresivamente cierta altura respecto al cauce del
río.
A unos trescientos metros del comienzo
descubrimos unos miradores naturales, unos balcones pétreos colgados a unos
cien metros de altura sobre la superficie del agua, que nos sirvieron de lugar
privilegiado de oteo y observación de la Poza de las Palomas, así como de todo
el valle, longitudinalmente, por donde discurrían las aguas del Manilva. Allí
cayeron unas naranjas, ya que el lugar lo merecía.
Continuamos subiendo por el claro
y marcado sendero y, a la altura donde suponíamos que podría estar la Poza del
Diablo, nos asomamos por senderillos laterales al nuestro en dos puntos.
Nos quedamos asombrados de lo que
vimos. Si hubiésemos querido podríamos habernos acercado algo más pero no era
ese el objetivo principal de la ruta. Además no teníamos ni idea de cuánto
tiempo nos iba a llevar nuestra aventura completa.
Se trataba de formaciones pétreas
espectaculares; como dos torres que vigilaban el paso hacia la Poza, que en
ningún momento pudimos divisar aunque sabíamos que estábamos sobre ella.
Un precioso arco rocoso, al que
podríamos haber llegado, coronaba una de ellas. Un entorno magnífico.
Tras un buen rato fotografiando
ese espectacular lugar, proseguimos por el sendero hasta que dimos con una
cancela. Al abrirla, llegamos a los restos de un antiguo molino, Molino del
Cancón, que bicheamos por sus ventanas. Dimos con un carril de tierra, justo en
una curva a 180º. Teníamos que tomar el brazo izquierdo, según nuestra marcha,
pero preferimos atravesar un puente, que atravesaba el río, que encontramos
algo más a nuestra izquierda. Al final terminamos caminando sobre él.
Sabíamos que el camino realizaba
una amplia curva e intentamos recortarla por el supuesto cortafuego, en la zona
del Calero, que debería tener, longitudinalmente, el tendido eléctrico que
pasaba por allí. Sin embargo, se trataba de un bosque denso impenetrable, así
que no nos quedó otro remedio que continuar, pacientemente y cuesta arriba, por
ese feo carril. Eso sí, con vistas a unas mansiones de lujo a la altura del
Molino del Madrileño, totalmente integradas con el entorno y con una amplia
caballeriza junto al camino. Todo un lujo de algunos señoritos.
Llegó un momento en el que
tuvimos unas extraordinarias vistas del pueblo de Casares, pueblo natal de Blas
Infante, Padre de la Patria Andaluza, y de toda la sierra Crestellina, que tuve
la suerte de realizar semanas atrás.
Véase la entrada:
Continuamos por ese camino hasta
que, llegado un punto, nos salimos del mismo, lo abandonamos para pasar
justamente por la parte superior del teórico cortafuegos.
Pasamos una portilla. Ahora
seguíamos un sendero, a veces maltrecho, que nos llevó, algún tramo, bajo los
tendidos eléctricos; de hecho, llegamos a la base de una de esas estructuras
metálicas.
El sendero dejaba al Norte, a
nuestra derecha, un pequeño cerrillo, y nos conducía hacia la carretera que une
Manilva con Casares, la A-377. Nosotros, a esa altura del recorrido, ya
teníamos las primeras vistas e impresiones del precioso torcal y comenzábamos a
sentir la idea de “ponernos el traje de faena”. A eso habíamos venido principalmente,
a intentar hacer una incursión que atravesase todo este torcal.
Nos despedimos del senderillo y
tomamos dirección Sur para enfilar, directamente, el mar de rocas típicas que
forman los torcales, ese tipo de tortas o galletas superpuestas unas sobre las
otras.
Se trataba de un torcal complementado
con muchísima vegetación. Mi temor era más, a la vegetación tupida que no te
permite progresar, que a los posibles desniveles y hundimientos que se producen
en estos tipos de terrenos, pero todo estaba por descubrir.
El primer contacto con las piedras,
fue muy grato y cómodo. Alcanzamos un sombrerete la mar de mono y, después, nos
dirigimos hacia la nave espacial de la Guerra de las Galaxias “el Halcón
Milenario”, la de los Buenos…. Allí picamos algo e hicimos el “gamba” un rato.
A continuación nos fuimos a un
saliente situado al Este, como observatorio excelente. En este trayecto, ya
dimos buena cuenta de lo que nos esperaba con la vegetación, enganchones,
pinchazos, tropezones… Pero merecía la pena llegar hasta aquí. Vistas
espectaculares de Manilva y toda esa parte de costa, con un mar Mediterráneo
azul precioso.
También observábamos la caída de
esa ladera hacia el río Manilva, espectacular. Hay que estar allí para poderlo
comprender. Rodeados de rocas y planchas por todas partes y saltando de una a
otras como cabras.
Me gustaría haber alcanzado la
parte más alta del Torcal, que se nos quedó al Oeste, pero suponía mucho tiempo
y la incertidumbre de lograrlo nos acobardó. Espero que se trate de una
excepción y no vuelva a ocurrir más.
Proseguimos y es cuando
descubrimos un hecho anecdótico. Durante nuestro recorrido descubrimos
bastantes piedras de molino talladas en el lugar y por supuesto dejadas allí,
¡! a ver quién las sacaba ¡!
No entendíamos el porqué de esas
piedras ¿Algo de presencia sobrenatural?? O es que iban a tallar por la zona
aprendices de canteros?? Lo cierto es que, la primera que vimos, nos pareció
una auténtica piedra de molino, aunque pensamos que se trataba de una
casualidad y una semejanza bárbara, pero cuando comenzamos a ver otra y otra
más, ya mosqueaba, je, je..
Progresábamos muy lentamente. Normalmente
nos subíamos a alguna zona alta y, desde allí, intentábamos buscar un recorrido
apto que, a veces, era truncado por un desnivel inaccesible o por existir
vegetación tupida y pinchosa o, únicamente, por no tener claro por dónde tirar.
Aventura al cien por cien!!
Arañazos (algunos sangrando por las manos y brazos), porrazos en los empeines,
saltos de vértigo, fisuras de varios metros de profundidad y solo usar el GPS
para ver la dirección a seguir ya que, metidos en faena, la desorientación era
espectacular.
Por supuesto, todo tipo de formas
pétreas, cada cual más increíble y luchando contra el reino vegetal constantemente.
Nosotros, gozando como enanos y encontrando ruedas de molinos por todas partes
y en los lugares más inverosímiles. Las vistas sobre el mar las tuvimos en
muchas ocasiones, el contraste estaba asegurado.
Llegó un momento que se nos minó
algo la moral. Muchos intentos nulos, progresiones en falso, roce continuo con
los arbustos, incertidumbre continua, desniveles de todos los tipos, pero ….
localizamos en esos momentos un muro realizado con piedras ¡ La mano del hombre
!! Estábamos cerca de conectar con la zona en la que estuve hace algunas
semanas atrás, y así fue. Dimos con los senderillos claros y marcados situados
en la parte más Sur de esta sierra y, ya algo más relajados, nos dimos una
vueltecita por ellos para ver algunas formas características de las que gocé en
mi anterior escapada.
Ya solo nos quedó acercarnos al
borde Sur, a su contorno, sobre el propio Canuto y con unas espléndidas vistas
sobre la otra vertiente o lateral, Villa Vieja, y tomar una clara senda que nos
bajaba, pasando por una pequeña y antigua cantera, hasta conectar de nuevo con
el carril que, por la mañana, tomamos de ida.
Cambio de calzado y alguna prenda
y disparados para Montellano a reponer sales y energía gastada y comentar los
momentos vividos.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
Si quieres el track de la ruta, pincha sobre el siguiente enlace:
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Hola, dime tu comentario o mensaje e intentaré responderte lo antes posible, gracias