Ruta realizada el día 23 de Mayo
del 2015.
Fuimos Mª José y yo, Antonio, a
conocer una zona que ya nos habían comentado varios montañeros con los que en
alguna ocasión, nos habíamos cruzado por los montes, de tratarse de un lugar
muy bonito, que bien merecía una excursión.
No nos lo pensamos mucho y
decidimos ir para allá, Terminamos hospedados en el pueblo de Jerez del
Marquesado, para trasladarnos bien temprano, a la mañana siguiente, dirección
al refugio de Postero Alto, desde donde emprenderíamos la larga caminata.
Adjunto el track que une la
población con el refugio, aunque si no recuerdo mal, estaba relativamente bien
indicado.
Una vez aparcado el vehículo
junto al refugio, nos colocamos las mochilas a la espalda y las botas de
montaña en los pies, dando comienzo a esta nueva aventura.
El refugio se encuentra en el
extremo final de la estribación Noreste proveniente de Cerro Pelado y era
curioso, ya que el comienzo de esta ruta transcurría por una especie de
cortafuegos bastante amplio, dejando a ambos lados laderas plagadas de pinos y
por donde caminábamos, daba la impresión de tratarse de un campo de cultivo recién
arado con todo detalle, incluido los caballones donde se sembraría.
Este tramo fue de unos
ochocientos metros de longitud, lugar en donde nos desviamos hacia nuestra
derecha, comienzo de una senda marcada, que iba progresando por la ladera
Noroeste de la estribación y llevándonos hacia el valle por el que discurría el
río Alhorí.
Mirando atrás, a lo lejos y hacia abajo, quedaba el refugio de
Postero Alto, que se dejaba ver, de vez en cuando, entre la vegetación. Poco a
poco, abandonamos los pinos para caminar entre vegetación de bajo porte y acostumbradas
a bajas temperaturas, así como a la altitud.
De repente, nos topamos con esa
cuña por la que bajaba, casi a borbotones, pegando numerosos saltos el río
Alhorí.
Una línea sinuosa que recorría el
fondo del valle, describiendo un curso atropellado y ciñéndose a cada accidente
del terreno, provocando multitud de curvas y ensanchamientos aleatorios.
Aquí comenzó lo bueno y lo más
llamativo del itinerario, seguir el mismísimo curso del agua, eso sí, en
sentido contrario a su fluir y por supuesto, en ascenso continuo. Pero, era tal
la belleza del lugar, que prácticamente no notabas el esfuerzo que ibas
realizando.
Fuimos acompañando el curso
fluvial, por donde nos apetecía, pisando esos verdes borreguiles o pastizales
verdes, que arropaban al río, cruzándolo de un lado para otro y parándonos para
las obligatorias fotos que debíamos realizar. Así gozamos de este espléndido
entorno, hasta que alcanzamos una zona de riscos, donde el agua los sorteaba
produciendo preciosos saltos.
A la altura, más o menos, donde
tengo entendido que nos podríamos haber desviado para realizar otro trazado que
iría hacia la zona donde por lo visto, cayó un avión, nos alcanzaron un
numeroso grupo que venían detrás nuestra.
Curiosamente, terminamos la ruta
con ellos y gracias a ellos, recorrimos bellos lugares que en principio no
pensábamos pisar en el recorrido. Pero antes del acoplamiento definitivo con
este grupo tuvimos nuestras alternancias, es decir, ellos nos pasaban y a
continuación éramos nosotros los que adelantábamos al grupo, así en diversas
ocasiones, hasta que entre preguntas, comentarios y charlas que tuvimos durante
el trayecto, terminamos siendo un grupo algo más numeroso.
Superados los riscos o peñones
rocosos entre los que circulaba el río Alhorí, nos enfrentamos con el primer
cruce, algo más serio, del cauce. Gracias a una piedra colocada a modo de mini
puente, lo conseguimos, aunque algo inestable y resbaladiza, en este momento
éramos uno más del numeroso grupo, caminábamos entre ellos y formalizamos
nuestro primer "divorcio" del mismo, ya que mientras ellos siguieron
subiendo, para más adelante parar a picar algo, nosotros, ya en el otro lado
del río, invertimos el sentido de marcha, para visitar la parte alta del peñón
que asomaba al río, allí tuvimos la suerte de contemplar y distraernos con una
simpática cabra montés, que nos tenía poco miedo.
Desde lo alto de esos riscos,
tuvimos unas vistas excelentes, incluso se dejaba ver el refugio del que
procedíamos y todo el Alhorí, longitudinalmente.
Regresamos, pero a una mayor cota
de la que tomamos para acceder aquí, para no perder altura y en esta ocasión,
nos tocó a nosotros, rebasar al grupo algo más adelante.
Continuamos con el ascenso, junto
al cauce, con un primer objetivo, el de alcanzar un collado cercano por donde
se dejaba caer el líquido elemento. Vimos las primeras Estrellas de las Nieves,
la planta símbolo de Sierra Nevada.
A la altura del collado,
estábamos integrados de nuevo con el grupo, subiendo hasta el siguiente que se
nos aparecía en el horizonte, donde se nos abrió un enorme circo. El circo
glacial del nacimiento del río Alhorí. Nos encontrábamos bajo las laderas que
formaban el Picón de Jérez o Jeres, hay un gran lío sobre el nombre y el
Juntillas.
Una zona donde se suavizó
enormemente la pendiente, aunque se introdujo una neblina molesta que ocultaba
las impresionantes vistas, que suponía, debíamos de tener.
Pero la benevolencia del terreno,
duró poco, ya que progresivamente fuimos cogiendo pendiente que gradualmente se
fue intensificando. Respecto a la niebla, desapareció de momento, situándose a
mayor altitud. Alcanzamos los primeros neveros que aún perduraban, intentando
contornearlos en la medida de lo posible.
Subimos la empinada ladera casi
alineada con el primer tresmil, el picón de Jérez, por esquivar un enorme
nevero situado en la parte alta de la ladera, alcanzando antes la cordal, muy
próximos al poste geodésico. Antes de encumbrarlo, tomé el sentido contrario
para ver una cueva a la que se habían acercado algunos del grupo.
De nuevo la niebla comenzó a
hacer acto de presencia y durante un instante me encontré sólo ante la cueva,
el resto había marchado hacia el Juntillas, sólo Mª José me esperaba en el
poste geodésico del Picón de Jérez, donde cayeron una buena serie de
fotografías.
Envueltos de nuevo en la niebla y
con visibilidad algo limitaba, caminamos hacia el Puntal del Juntillas, segundo
tres mil de la jornada por pisar, cuando nos comenzó a granizar, bolitas
pequeñas y completamente blancas que rebotaban en nuestros cortavientos. A
esto, ellos le llamaban "frío".
Alcanzamos nuestro segundo tres
mil, coronado en solitario, ya que en este momento de nuevo íbamos sin el
grupo, "un segundo divorcio" y en el mismo día !!
Tras las pertinentes fotos en
esta extraña segunda cumbre,, más bien un aplastado y redondeado cerro,
continuamos hacia nuestro tercer y último tres mil de la jornada, el Cerro
Pelado, dirección Sur.
A lo lejos y de forma
intermitente, entre la niebla, distinguíamos algún componente del grupo. Los
alcanzamos en el propio cerro Pelado, donde picamos algo, aunque con el frío
reinante, duramos poco en el lugar.
Tras comentar con el principal
guía del amplio grupo nuestro posible regreso, y el que ellos pensaban
realizar, optamos por hacerlo con ellos, ya que nos indicaron que pretendían
realizar la bajada junto a unas acequias, de las que yo no tenía conocimiento y
me pareció más interesante que la que nosotros teníamos proyectada.
Regresamos por nuestros pasos,
acercándonos hacia el circo de las lagunillas del Juntillas, viéndolas con
cierta dificultad entre huecos en la niebla. Luego tomamos dirección Este, como
si fuésemos hacia la Piedra de los Ladrones, para terminar tomando el Barranco
de la Acequia de las Cabañuelas.
Amplias laderas, con extensos
neveros que tuvimos que atravesar. Ya liberados de esa espesa niebla que nos
acompañó un gran tiempo, nos otorgaba unas vistas amplias y profundas sobre ellas.
Dejamos de lado la laguna del
Puerto, bajo las laderas del cerro de Trevélez.
Siempre en continua y larga
bajada por un vasto terreno de firme terroso plagados de lajas de piedras, de
tipo pizarra, fuimos avanzando hasta conectar con el citado Barranco, que aún
conservaba neveros en su cabecera, que nos sirvieron de lugar idílico para
obtener bonitas fotos. Allí comimos.
Encontramos algunos otros, de
diferentes formas y acusados deshielos. Poco a poco nos fuimos desviando de su
curso, dirección Norte, para acompañar durante un buen trayecto una bonita
acequia.
Siguiendo la acequia, nos llevó
hacia la Cañada Real de Trevélez, que la tomamos, llevándonos al punto donde
comenzamos esta circular y de camino, de nuevo al refugio de Postero Alto,
donde tras unas cervezas reponedoras, nos despedimos de los integrantes del
grupo, dando por terminada esta preciosa caminata.
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