Ruta realizada
el día 25 de Octubre del 2014.
Fuimos Mª José y yo, Antonio, a
descubrir esa media luna que aparece en el IGN y que siempre me ha llamado la
atención.
Tiramos por la carretera de
Utrera y, pasado el cruce hacia Puerto Serrano, nos desviamos hacia
Villamartín, Prado del Rey y el Bosque. Justo antes de entrar en este último
pueblo tomamos dirección Arcos de la Frontera para desviarnos, por la carretera
comarcal CA-522, hacia el Algar. Desde allí, tras cruzar el puente sobre el
embalse de Guadalcacín, a San José del Valle y, mucho antes de llegar a la
población, nos desviamos por última vez, a nuestra izquierda, por una estrecha
carretera asfaltada hacia el Taramal.
Dejamos el vehículo en el borde
de la carretera, junto a una gran cancela que cerraba el paso completamente.
Aunque la encontramos abierta, no nos fiamos de meter el coche no fuese que, a
la vuelta, nos lleváramos alguna que otra sorpresa.
También había una casetilla, como
de control o supervisión, aunque estaba cerrada sin nadie en su interior.
Con mochilas a la espalda y botas
de montaña en los pies, iniciamos nuestra ruta por la propia carretera (Vereda
de la Boca de la Foz) y dejamos en esta ocasión, también a nuestra izquierda,
el camino que nos llevaría hacia el conjunto de casas del Taramal. A lo lejos,
parecían cortijos y almacenes además de algún que otro perro ladrándonos.
Proseguimos, ahora en bajada, y
cruzamos el cauce, siempre por camino, de un arroyo que aportaba sus aguas a la
Garganta de Bogas, culpable de la creación de la Boca de la Foz, ambos con su
cauce seco.
En estos momentos comenzamos a
describir la circular. Realmente, estoy describiendo esta ruta y aún no tengo
claro si tomamos la decisión acertada o no respecto al sentido del itinerario o,
más bien, fue culpable la larga longitud del trayecto y el poco tiempo de luz
diurna con que contamos en esa fecha. El caso es que, a la vuelta, pasamos la
Boca de la Foz casi corriendo y prácticamente sin ver nada, ya que la noche se
nos echaba encima y no era un lugar idóneo para encender los frontales.
Así que lo que hicimos fue tomar
un corto tramo del “Camino de Jerez de la Frontera al Puerto de Gáliz” para
abandonarlo enseguida, subiendo por la primera vaguada evidente que, realmente,
trochaba un sendero bastante ancho, de esos marcados claramente sobre los
planos. De los de toda la vida, los de herradura.
Las vistas hacia atrás, del
embalse, eran preciosas. El entorno era principalmente de olivos muy cuidados y
separados, esparcidos sobre un campo verde de hierbas.
Al subir por la vaguada, la
vegetación eran tan espesa en los alrededores que, si no fuese porque el lugar
por donde caminábamos estaba talado y desbrozado, sería imposible ir
ascendiendo. Nos fuimos encontrando con muchos árboles con diferentes números (supongo,
puestos de caza o algo parecido), ya que vimos también bastantes barreras
artificiales para esconderse los cazadores (no entenderé nunca esa afición).
A medida que subíamos, las vistas
sobre el embalse eran cada vez más espectaculares. De la vaguada, nos dirigimos
hacia un corta fuegos que subía en paralelo a esta, situado algo más al Este,
con el que contactamos y proseguimos la ascensión, hasta alcanzar la cordal de
la Sierra de las Cabras.
Desde aquí, el embalse parecía
enorme y muy extenso, teniendo como límites la Sierra de Grazalema al fondo.
Espectacular.
Una de las bellezas principales
de este recorrido eran las inmensas, profundas y bellas vistas de todo su
entorno ya que, el caminar por la larga cordal de la Sierra de las Cabras, era
algo monótono y parecido. Sin menospreciarlo, por supuesto.
Siempre por claro sendero, o más
bien por un carril sin mucho mantenimiento, caminábamos por la cordal cimera
denominada “Loma del Caballo”, continuamente rodeados de una tupida vegetación,
principalmente de porte bajo y árboles diseminados.
Terminada esta loma, y tras un
suave ascenso, dimos con el poste geodésico, Sierra de las Cabras de 667m de
altitud aunque, para ello, tuvimos que salirnos del camino por el que íbamos y
pasarnos a uno paralelo próximo, atravesando algo de maleza.
Tras fotografiarnos sobre él,
continuamos por la larguísima cordal, aunque nos paramos rápidamente a la
sombra de una encina donde nos tomamos varias piezas de frutas.
Continuamos ahora bajo el nombre
de “Loma del Esparto” y, al finalizar ese trayecto, nos encontramos con una
valla de alambre de espinos que mantuvimos durante un buen tramo a nuestra
derecha donde, al rato de ir caminando, encontramos un segundo poste geodésico.
El problema es que estaba al otro lado de la valla, próximo a ella, y que
marcaba los 682m de altitud del cerro del Moro.
Y entre que no estaba nada cómodo
acceder a la propia valla, por la maleza existente, y que no encontré un cómodo
paso, preferí fotografiarme al lado y no sobre él. Fue curioso encontrar dos
postes geodésicos sobre la misma cordal de esta sierra.
Pasamos la zona de la “Dehesa de
los Castillejos” y enseguida llegamos a las proximidades de la Casa del Machero
donde, el camino, quedó cegado por una valla que lo atravesaba e impedía el
paso.
Caminamos en paralelo a la misma
un corto tramo y, aunque doblaba y permitía seguir por la misma cordal, ya no
existía un camino evidente, o al menos no lo vimos, y caminar por toda la
maleza era casi imposible.
Una opción que barajaba era la de
completar la cordal, bajando hacia su extremo más Sur, pero por el camino
marcado sobre el IGN que, tras recorrer parte del resto de la cordal y luego ir
por medio de la ladera Oeste y tras pasar el Puerto de las Palomas, describía
un giro brusco, de 180º, invirtiendo el sentido para llevarnos al cortijo de
los Caños. Pero, al tratarse de zona privada, no las tenía todas conmigo así
que decidimos volver sobre nuestros pasos.
Recorrimos de nuevo toda la línea de cumbre, pero en sentido inverso, hasta llegar al punto donde el cortafuego
nos dejó en la cordal.
Nos ayudamos de unos hitos al
principio para, más tarde, de nuevo sobre marcado carril, descender toda la
ladera contraria a la que subimos al principio del itinerario. Próximos a la
Dehesa de los Dornajos, contactamos con un marcado carril que tomamos siguiendo
el cauce paralelo de un arroyo que vertía sus aguas (no en ese momento) a la
Garganta de las Bogas, que formaba el Barranco o Boca de la Foz, por donde
pensábamos terminar y cerrar la circular creada.
Prácticamente sobre la Garganta,
me llevé un gran sobresalto. Acostumbrado a un itinerario muy definido y
marcado en todo el trayecto que llevábamos y casi sin luz diurna, de repente,
perdimos todo tipo de sendero y tuvimos que probar varias alternativas,
agachándonos entre los arbustos y sus ramas. Durante un momento, me vi en la
zona al menos dos horas más, para un kilómetro mal contado, y con los frontales
buscando posibles alternativas para salir de allí. Por suerte, no fue más que un
pequeño susto, ya que pudimos dar con un sendero que, aunque no era una
maravilla, si tuvimos la ocasión de poder seguirlo.
Deprisa y corriendo, acusando a
cada instante la falta de luz, recorrimos este bello barranco del que apenas
pudimos empaparnos y ni contemplarlo. A veces por el propio cauce seco y, en
otras ocasiones, por sendero paralelo al mismo, lo recorrimos en un abrir y
cerrar de ojos.
Al final, contactamos con el
carril de la “Vereda de la Boca de la Foz” y regresamos con las luces puestas
hasta el coche, donde nos cambiamos de calzado y alguna prenda y, del tirón,
para nuestro bar favorito, el bar Rural en Montellano.
DATOS DE INTERÉS DE LA RUTA:
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